Será un otoño cualquiera,
cuando me despida de vosotros,
será una tarde atormentada
de tábanos moribundos
y mariposas disecadas.
De sarmentosas ramas
como dedos largos y deformes,
y una bujía dubitativa, casi apagada, porque
se ha consumido el aceite.
La otra chisporrotea hundida.
En el mar de la taza,
el hiriente olor a humo,
como el del torción,
evocando mis años de niño,
cuando mi madre encendía la hornilla de carbón.
Me cubrirán la cara con pañolones de hierbas,
y las ventanas abiertas
traerán las hojas del jardín.
Y un túmulo forrado de morado.
Como cada Miércoles Santo.
era el hábito del rosario.
Y uno a uno, todos en fila,
despedirán al llamado.
Autor Antonio Muñoz Molina
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