Algo que saben muy pocas personas es que en mis ratos libres me dedico a hacer de farmacéutico clandestino y fabrico una serie de cosas útiles para la salud, entre otras un preparado de medicina china para recargar la sustancia basal del riñón o un licor de amapola que tumbaría a toda la división acorazada Brunete num. 1.

Mi último experimento ha sido una crema hidratante, nutritiva y reparadora a base de cola de caballo que funciona de maravilla.

Siguiendo mi costumbre, me decidí a fabricar yo mismo el producto y para ello acudí a un conocido supermercado y vacié el estante de los pomelos sin dejar uno solo y consciente de que necesitaría muchos para reunir unas pocas semillas.

Esta mañana he puesto el primero de mis pomelos en la exprimidora, ávido por recoger exquisita la cosecha.

No había ni una. Los pomelos que compré forman parte de esa moda tan reciente como siniestra de la fruta sin pepitas.

Ya he tenido ocasión en el pasado de maldecir un poco contra ese fenómeno pero eso fue al hilo de encontrarme en el supermercado con un cartel que anunciaba sandía sin pepitas como si eso fuera una ventaja.

Claro. Fíjate qué molesto es tener entre los dientes esas cosas tan duras y verse en la obligación de deshacerse de ellas bien escupiéndolas como golfillos, bien dejándolas educada y disimuladamente en el plato. Menos mal que hemos alcanzado tales cotas de civilización que nuestros científicos han sido capaces de introducir cambios genéticos que nos libren de la espantosa servidumbre de tener las petitas de la fruta en nuestras civilizadas y delicadas bocas del siglo XXI.

Yo me admiro también, pero no de esos avances sino de lo burros que podemos llegar a ser. Y como siempre, me pregunto como es posible que lo tengamos delante y no lo veamos.

Creo que esto no es sólo la culpa de Tele 5. Me parece que el sistema educativo es lo suficientemente catastrófico para que niños y jóvenes ignoren qué son en realidad esas pepitas de la fruta.

La vida que nos rodea tiene mucho de milagro. Eso tampoco lo vemos aunque lo tengamos alrededor. Parte de ese milagro consiste en que entierras una de esas molestas cosas que se quedan entre los dientes y de ella brota un árbol. Esas pepitas no son un castigo que ha impuesto la divinidad para fastidiar al género humano con el penoso deber de tener que escupirlas. Son parte esencial del milagro. Son la vida. Son la garantía de la perpetuación de la vida en la Tierra, incluyendo la de quienes menos la merecemos, es decir los humanos.

Seguramente habréis oído la palabra semen y estas altura estoy seguro de que todos sabéis para qué sirve. Semensignifica semilla y tanto el uno como las otras contienen el germen de la vida, con la diferencia de que la semilla es autosuficiente.

Todos estos inventos los inició una compañía de personas beatificas y bondadosas llamada Monsanto. Fueron que yo sepa los primeros en crear semillas artificiales patentadas. Parece que Iniciaron campañas en países pobres de Africa vendiendo baratos o regalando los cargamentos de estas semillas. Pero cuando los felices africanos recogían la primera cosecha se encontraban con que esa fruta, esa verdura o esas hortalizas eran estériles. Si querían volver a plantar no podían utilizar sus propias semillas. Tenían que comprarlas a Monsanto a precio de oro.

¿Os dais cuenta de lo que esto significa? Si los dejamos a su aire, estos amables señores se adueñarán del mundo mediante el control absoluto de los alimentos y llegaremos a pagar un paquete de lentejas como si fuera un kilo de oro.

Modernamente han proliferado los institutos de biotecnología incluso en la Administración . Conozco a alguien que trabaja en uno de esos sitios, dependiente de la Generalitat Valenciana. Y entre otras cosas, por incomprensible que pueda parecer, se dedican a eso. A la investigación en cambios genéticos capaces de producir fruta sin semilla.

Francamente me faltan las palabras para expresar mi incredulidad ante la inconsciencia de los científicos y de los políticos que les pagan para hacer eso.

No, no se trata de fruta sin pepitas. Se trata de fruta estéril. Se trata de destruir el milagro que nos ha sido regalado. Se trata de interrumpir artificialmente y con muy mala leche el proceso natural de la vida.

Creo que los nazis se lo pasaban en grande esterilizando a judíos en sus campos de concentración. Perdón por la comparación pero para sacudir la modorra y la inconsciencia tengo que ser bruto. Esto es lo mismo pero con fruta.

Ya tenemos pomelos, uva, sandía y no sé cuantas cosas más sin semilla. Es decir abundancia de fruta estéril. Me pregunto para qué cojones quieren eso la industria agroalimenraria, el gobierno, la Generalitat Valenciana y todos los responsables de este auténtico sabotaje terrorista contra la vida. Y me pregunto si por pura coherencia el siguiente paso adelante de los sabios y los políticos que les pagan será la creación del hombre sin testículos y de la mujer sin ovarios.

Sea como sea, a efectos prácticos me encuentro ante la insólita situación de tener que revolver en las fruterías buscando pomelos con semillas como si fueran una rareza (lo que no es fácil pues hasta no abrirlos no se puede saber si las tienen o no). Este turbio y desgraciado ejemplo del mundo al revés es un avance de la desolación que nos espera.

Yo, claro, desearía crear conciencia con este artículo, que se difundiera y todas esas cosas, pero incluso aunque así fuera tropezaría con la pesada masa inerte del espectador de Tele 5 y comprendo que es mucho más interesante tumbarse en el sofá para enterarse de qué choni idiota le ha puesto los cuernos a qué playboy chuloputas o viceversa, mientras todo se va lentamente a la mierda.

De todos modos, si quieres hacer algo por la vida en la Tierra y no es molestia, difúndelo.