El no saber perder de las derechas españolas ha demostrado que, la mala educación, es la bandera que han ondeado los diputados conservadores y tardo franquistas, para bochorno y vergüenza de muchos de sus votantes.

El estilo y discursos de nuestros parlamentarios podrán ser mejores o peores;  la empatía entre las distintas formaciones, nula y la relación entre ellos hasta beligerante; sin embargo, la cortesía parlamentaria y la buena educación tienen que estar presentes en el hemiciclo y no convertirlo en un barriobajero foro de tasca o en una discusión callejera.

Tal vez la falta de argumentos, de dialéctica o de estilo que aparecen en el momento de ardor oratorio, tratando de vejar o ridiculizar al adversario político, tengan cierta justificación, excusada  por la falta de recursos del orador o por sus incapacidades de persuasión. Pero el insulto cobarde desde el escaño, protegidos por una columna del gallinero de la tribuna no es digno de una parlamentaria o un parlamentario que se precie. Los gestos, los comentarios al compañero de bancada, las risitas sórdidas o las ganas de mear cuando habla un adversario político son aceptables, pero el ultraje sonoro desde el inmerecido escaño –inmerecido no por los votos recibidos sino por no saberlos representar con dignidad–  no tienen cabida en el Congreso de los Diputados.

Son patéticas las llamadas de Inés Arrimadas a los representantes de otras formaciones para que cambien el sentido de su voto; son lamentables los insultos del jefe de la oposición al candidato y sus manipuladas y equivocadas citas; son asquerosos los argumentos de Abascal, pero fueron lanzados desde la tribuna de oradores en su turno de palabra y con el objeto de exponer sus pensamientos, y así dejar claro a propios y extraños quiénes son y qué nivel tienen. Lo que no es de recibo es la injuria de la rabia y de la mala educación parlamentaria.

Ayer, en el Congreso de todos, vimos lo que son los patriotas de boca grande e ideas pequeñas y comprendimos el giro que ha dado nuestro Parlamento con la presencia de elementos de ultra derecha –fascistas felices, como se definen ellos mismos– y que han creado escuela entre sus iguales  y no de buena educación precisamente. Esta legislatura será complicada, pero necesaria, muy necesaria para poner a cada uno en su sitio. Hizo muy bien la presidenta Batet en advertirles constantemente, pero dejarles la suficiente cuerda para que demostraran su verdadera esencia. Como dijo Goethe: Ladran con fuerza… Pero sus estridentes ladridos, solo son señal de que cabalgamos.