Krzystof Charamsa

Krzystof Charamsa

Vi por televisión una entrevista con Charamsa y debo confesar que me pareció un tipo estupendo y enamorado. Si Dios es amor, el teólogo polaco debería ser uno de sus más paradigmáticos embajadores. Amén de su sinceridad el sacerdote habló con valentía, ya que lo hizo en la víspera del sínodo sobre la familia  en el que prelados de todo el mundo debaten sobre temas como el divorció o a la homosexualidad. Espero que las altas jerarquías eclesiásticas se dejen de hipocresías y acepten que todas esas cosas son de esta tierra. Como dijo Charamsa: “Quiero que la Iglesia y mi comunidad sepan quién soy: un sacerdote homosexual, feliz y orgulloso de su identidad”.

Lo que sí debe distinguir la Iglesia Católica es entre aquellos de sus representantes que hacen una demostración de amor, libre y sincera,  y otros de los cientos, tal vez miles, de sacerdotes que denigran los valores del cristianismo y practican la violencia y el abuso sexual con niños, con religiosas o con fieles; abusando de su poder, de su posición misionera o de la buena voluntad de los que todavía los aceptan como sus pastores, preceptores o párrocos. Contra todos estos sí que ha de actuar con dureza y decisión el papa Francisco y toda la congregación eclesiástica. Como pregona la ideología cristiana: Sí al amor, y no al abuso y a la perversión sobre inocentes.

Ya sé que la Historia está plagada de malos ejemplos en los que papas, cardenales y obispos, por citar las categorías más altas, abusaron de su poder y su supuesta representación divina; sin embargo, ya va siendo hora de que la Iglesia se enmiende. Es una dura tarea para el papa Francisco, algunos de sus antecesores lo intentaron y acabaron muriendo en extrañas circunstancias, pero habrá que ambicionarlo o dentro de cincuenta años poco quedará de la Iglesia Católica. Me guardaré mucho, como agnóstico, de darle consejos al Santo Padre. Pero tendrá que aceptar que los curas son seres humanos cargados de deseos, y supongo que de amor, y este debería ser un primer paso para que los religiosos, sin distinción de sexos, puedan vivir en pareja y tener sus preferencias sexuales, como cualquiera. Eso sí, con valentía, cara a cara, cuerpo a cuerpo, piel con piel, no en lo obscuro y mancillando honores y mentes infantiles, causando problemas irreparables.

Por eso me confieso partidario de Krzysztof Charamsa y apoyo desde estas líneas su decisión y arrojo. Me parece muy sincera su declaración de amor, como las de Santa Teresa por Jesucristo y las de San Juan de la Cruz por la propia esencia amorosa; porque si no amamos no podemos repartir amor, nadie puede dar lo que no tiene. Sí la Iglesia cambia, tal vez algún día veamos a Charamsa calzar las sandalias del Pescador, feliz y enamorado.