RESEÑA BIOLÓGICA

En febrero de 2019 se presentó en provincias tropicales de La Paz una inundación ocasionada por desborde de los ríos y derrumbes en el camino por las intensas lluvias. Entre muchos desastres registrados, este desborde se llevó varias casas de una pequeña comunidad selvática llamada Trapicheponte, que planificaba recibir agroturistas para los meses de marzo, abril y mayo que es su temporada alta de cosechas de coco, caña, cacao, plátano, arroz y frutos silvestres.

Si bien la recuperación después de desastres como este, es lenta, los agroturistas que forman parte de los grupos de consumo de la Plataforma Agrobolsas Surtidas[1], estaban expectantes y solidarios para aportar con la compra de paquetes agroturísticos y viajar a la comunidad para colaborar en lo que hiciera falta. Por este motivo la comunidad se preparó lo mejor que pudo para recibir visitantes en el mes de julio, que es el mes de las vacaciones escolares de invierno y las familias en la ciudad aprovechan opciones para sus hijos y por eso la comunidad promocionó su opción y recibió las respectivas reservas, esperanzada de generar ingresos económicos por más pequeños que fueran. Entonces como en las novelas de angustia, justo faltando dos días para iniciar agroturismo vacacional, sale la noticia del brote peligroso de una fiebre hemorrágica ocasionada por el arenavirus, que justamente se identificó en esa región y ocasionó pánico, desalojos, retirada y prohibición de viajes entre otras medidas de seguridad.

RESEÑA POLÍTICA

Cuando se hubo controlado la situación que no llegó a ocasionar propagación de la enfermedad ni epidemia, pasó la alerta sanitaria, llegó de apoco la tranquilidad en el mes de octubre cuando se pensaba en retomar los planes agroturísticos, a pesar de que ya no era tiempo de cosechas, pero se podía organizar visitas de siembra y otras tareas que implica la producción alimentaria.

Pero la novela de angustia continuaba esta vez con un capítulo ligado a desastres políticos, porque era el tiempo de las elecciones nacionales en Bolivia, que desencadenaron en la convulsión política que el mundo ya conoce, lo cual también imposibilitó la actividad turística en todo el país y las comunidades tropicales se tuvieron que resignar una vez más, en tanto que llegado el mes de diciembre de resaca revolucionaria y estabilidad social relativa, solo las comunidades rurales de tierras altas pudieron organizar uno que otro viaje de agroturismo.

De esta manera transcurrió diciembre 2019 y enero 2020, queriendo retomar los planes agroturísticos para la comunidad tropical de Trapicheponte, esperando que pase el temido febrero de lluvias, para poder recibir visitantes en el ansiado marzo de cosechas y caminos sin derrumbes. Entonces de repente vuelven a llegar negros rumores virales, que parecían alejadísimos desde el Asia, que finalmente trajeron consigo las cuarentenas que todo el planeta está obligado a experimentar en este momento.

MULTIFACETAS PSICOLÓGICAS

El pánico ha caracterizado siempre las epidemias y pandemias con distintas reacciones culturales a lo largo de la historia y resulta curioso pensar que si el campo sintiera suficiente pánico pondría barreras frente a la ciudad, logrando protegerse y ojalá salvarse. Pero en Bolivia, ubicada en el hemisferio sur del planeta, el primer semestre del año es justamente la temporada de cosechas y las familias rurales necesitan vender su producción a las ciudades.

Por otro lado, el pánico en las ciudades vacía las estanterías de supermercados y micromercados de productos industrializados, pero no está pasando lo mismo con los mercaditos agropecuarios, que bien les vendría una inyección económica de este pánico con el beneficio adicional de que en sus alimentos están las fuentes de energía para desarrollar la resiliencia que tanto necesita el cuerpo humano para reducir esa vulnerabilidad urbana que hoy estamos comprobando cuan elevada es.

En el pasado los virus que ocasionaban olas de epidemia y emergencias sanitarias atacaban siempre primero a los pobres, sean del campo o de la ciudad, como el cólera, el dengue, la chicunguña, la fiebre amarilla, la tuberculosis y tantos otros ejemplos. Sin embargo, esta vez el coronavirus ha llegado por el lado menos pobre de la sociedad boliviana y son las brechas económicas traducidas en distancia campo ciudad, las que podrían mantener a una parte de la población resguardada del contagio, mientras no haya contacto, ya que si llegara un solo caso al campo, las precarias condiciones sanitarias canalizarían la devastación absoluta.

En este momento en Bolivia se registran 27 casos positivos de coronavirus, todos ellos en ciudades.

OPORTUNIDADES HUMANIZABLES

Es curioso ponerse a pensar que entre las pérdidas humanas de la citada devastación estaría por ejemplo el conocimiento ancestral que las familias indígenas y campesinas poseen, que hace a su infravalorada capacidad autogestionaria de alimentos, independiente del dinero para comprarlos, lo cual en una situación proyectada límite en que la cadena industrial se encuentre rota y sin posibilidades de producir un solo producto envasado más y que las importaciones y el contrabando no puedan operar más (lo cual ya está pasando con el cierre de fronteras), salvaría a la humanidad con alimentos primarios y naturales sean de agricultura o de recolección.

Así las cosas, en este marzo de 2020, de a poquito el pánico y la infodemia nos están redibujando aquella realidad por tanto tiempo despreciada: que los indígenas y campesinos tendrían en sus manos la salvación alimentaria, pero que, si continúa sujeta al modelo económico de libre mercado, puede ocasionar distintos tipos de violencia social. Por eso el reconocimiento de la capacidad de autoabastecimiento primario deberá venir acompañado de medidas de intercambio equitativas, de beneficios estratégicamente distribuidos y oportunidades consecuentes para todos.

Si las medidas de seguridad nacional continúan, como cuarentenas, aislamientos, cierre de fronteras y dosificaciones, no permitamos que llegue el momento en que solo las fuerzas armadas controlen los flujos de provisión campo ciudad. Ante esta probable situación, debemos pensar coherentemente en el desarrollo de procedimientos precisos para evitar contagios pero también sometimientos injustos de ninguno de los dos lados.

En esta temporada de cosechas estamos en el momento exacto para guardar mayor cantidad de alimentos frescos para secar, deshidratar y convertirlos en productos acopiables, almacenables, como han hecho siempre los ancestros para tener la despensa de invierno y de tiempo de siembra, que esta vez tendrá que proveernos a todos, incluyendo a los que no sabemos producir nada natural, solo plata.

 

[1] La Plataforma Agrobolsas Surtidas es un movimiento alimentario de productores rurales y urbanos que tienen el agroturismo como una de sus áreas de trabajo y forma de comercialización en lugar de origen.