Pero como acostumbrados a tantos virus y bacterias que circulan, no se le dio tanta importancia al que apareció nuevamente en China, y que éstos a su vez como buenos mentirosos, no sonaron la alarma sino hasta que era muy tarde.

Pero la verdad es que tarde o temprano iba a suceder algo así, con tantos laboratorios en el mundo dedicados a ser Dios, la verdad es que no es de extrañar lo que esta sucediendo en la actualidad, de lamentarse indudablemente que sí.

Así que con terror y gran asombro, el Coronavirus apareció incontenible en China y siguió su macabro camino devastando y extendiéndose por los principales países de Europa y del mundo en tan solo semanas, convirtiéndose en una pandemia que nos ha transformado la vida a millones de personas. Cosa que nos hace recordar las pandemias que en otras épocas cobraron millones de vidas en la historia de la humanidad.

Lamentable que el hombre en su arrogancia no quiere aprender de su misma historia, condenándose así a sufrir las grandes consecuencias que hoy en día nos tiene a millones con el corazón en la boca, el Coronavirus se disparó, es incontrolable, sobre todo en un mundo donde han sido miles de vuelos aéreos que han trasladado a millones de personas por todo el planeta en cuestión de horas y días. Y claro está, que por anteponer la estabilidad económica de los países más afectados, no se tomaron las medidas drásticas en su momento.

En la actualidad muchos países en el mundo han estado tomando medidas poco a poco, pero a pesar de lo alarmante de la situación vemos por los medios de comunicación que cientos de personas  siguen saliendo a las playas a disfrutar de la vida loca, donde jóvenes y viejos se encuentran de juerga, sobre todo en Florida y en otros países latinoamericanos,  actúan con tal irresponsabilidad y libertinaje, como que si nada estuviera pasando, desafiando a la infección, sin pensar en su salud, la de su familia y de la comunidad.

Lo más alarmante de la situación es que si para los países desarrollados se ha vuelto una pesadilla que pareciera no tuviera fin, que les espera a los países subdesarrollados que no cuentan con los medicamentos necesarios ni para atender a las enfermedades comunes.

Y lo grave del asunto, en el caso de Latinoamérica, es que su realidad social no puede mantener las medidas de aislamiento necesario, pues de donde van a sacar las familias dinero para comprar los alimentos y medicamentos para sostenerse por varias semanas, eso es imposible!!! Si tomamos en cuenta que la mitad de la población vive de lo que gana cada día.

Uno de cada dos trabajadores está en esa situación y no cuentan con protección social y económica; y el declarar un estado de emergencia y pedirle a las personas que se queden en sus casas y sacar el ejército a las calles, como se observa en algunos países, para asegurarse que la población no salga de sus casas, es una situación tan difícil como contraer el mismo virus. La pobre gente se encuentra entre la espada y la pared.

Hoy en día solo Dios sabrá con exactitud cuantas personas en el mundo son portadores del Coronavirus, cuantos morirán y cuanto tiempo más vamos a vivir para contar esta  historia.

Pero menos mal, que algo de bueno sobresale en esta dramática y aterradora historia amigos lectores, y es que el planeta se ha visto beneficiado, pues en pocas semanas el cielo de muchas ciudades se ha despejado, toda una maravilla sin contaminación. Y que decir de las aguas de los lagos y de los ríos, ya no circula el veneno que expulsan las fábricas, sus aguas están limpias y más sanas que nunca. Si tan solo el planeta pudiera expresarse seguramente le pediría al Coronavirus que su existencia fuera permanente, o por lo menos durara el suficiente tiempo para sanar sus heridas.

Así que por el momento mis estimados lectores a pesar de lo difícil y lo trágica de la situación actual, aprovechemos a sacarle partido a la cuarentena, hoy tenemos el suficiente tiempo para meditar y reflexionar en familia. Todavía estamos a tiempo de mejorar las cosas, y que si salimos con vida de esta, tratemos de aprender a vivir sin tanta codicia, egoísmo, soberbia y prepotencia, por el bien de la humanidad y de nuestro planeta.

Pero al final siempre nos quedará la duda: ¿En realidad podremos hacer algo para mejorar a la humanidad?