Esta tarde, después de muchos días de confinamiento, he ido a la farmacia para comprarle la medicina que necesitaba. Las calles estaban vacías, no había coches circulando, ni gente paseando, el vacío lo ocupaba todo.

Esta tarde, he subido a verla, mi cara oculta, manos enguantadas; solo los ojos rozaban el aire.

Esta tarde, la he visto. Como siempre estaba tranquila, esperanzada, pero sola, muy sola. Le entregué su medicina, la distancia de tan solo un metro entre nosotras parecía infinita.

Antes de llegar a casa una lágrima resbalaba mi mejilla y un nudo oprimía mi garganta, sin embargo apareció una sonrisa de esperanza en mi rosto y me prometí que nunca la perdería.