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Vosotros, indiferentes,
sois los que nos empujáis
al frio abismo del olvido.
Vosotros, los que arrastrándonos
con vuestros alardes,
nos dejáis aplastadas
contra el muro de la inseguridad,
que durante la noche es miedo,
miedo infinito… Terror.
Vosotros, tiernos infantes,
sois los que hacéis que nos batamos
en duelo con la tentación…
Y ella sale victoriosa siempre.
Y nosotras,
las grandes culpables,
conscientes de todo ello,
sabiendo lo que ocurrirá,
nos dejamos empujar,
presionar, aplastar,…
Y, ¿por qué no? también engañar.
Y aún después de todo ésto,
cuando el olvido, la impaciencia
y el rencor
anidan en nuestro lecho,
seguimos soñando e imaginando
cosas ciertas e inciertas…
aunque todo sea mentira,
por voluntad y deseo propio.
Y así, noche tras noche,
día tras día,
seguimos alimentando
el que vosotros seáis así.
Pero llegará el día,
En el que no lloraremos sobre vuestras tumbas,
no sufriremos por vuestros destinos,
no alimentaremos vuestros espíritus…
y llenaremos con olvidos e indiferencias,
todas las fatigas que nos habéis causado.
Y esperando ese ansiado día,
me duermo, sueño, alimentando, sabiéndolo,
un espíritu de los vuestros.
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