Sin embargo, falta mayor compromiso del gobierno de Juan Manuel Santos. Su gestión debe ir más allá de la formalidad y la retórica gubernamental, y traducirse en hechos sinceros y concretos.

No son favorables a la paz las frecuentes declaraciones belicistas del Gobierno, que hacen alusión a la derrota militar de la insurgencia y no al acuerdo político para la paz estable y duradera.

Tampoco lo es la carrera armamentista del Gobierno que acaba de adquirir fragatas y naves aéreas de guerra, que el presidente Santos exhibe con derroche de irresponsabilidad y de menosprecio por la solución política dialogada del conflicto. No es gesto de paz la política social que le reduce el nivel de vida a los trabajadores y arruina el ingreso, mientras los ricos aumentan las utilidades gracias a la plusvalía que producen los trabajadores.

Nada que ver con la paz la implacable persecución a Marcha Patriótica con dos dirigentes nacionales encarcelados y 26 de sus miembros asesinados en 2013. Y no lo es la falta de garantías a la oposición en la campaña electoral y el evidente ventajismo para los partidos del Establecimiento ni la provocación a los guerrilleros en tregua desde el pasado 15 de diciembre.

La paz no es la demagogia santista ni la presencia de una delegación oficial en la isla del Caribe, que se niega a abordar los temas de fondo que tienen que ver con las causas del conflicto.

Es un marco negativo, que genera desconfianza en la guerrilla que no tiene en sus propósitos la desmovilización y la entrega de las armas, sino que ha planteado una y otra vez la paz con cambios políticos y sociales. Se lo dice sin ambages el comandante de las FARC-EP, Timoleón Jiménez, en reciente misiva a León Valencia:

“Nuestra patria conocerá la paz cuando sean desmontadas las causas que originaron y alimentan el conflicto, lo cual exige muchas más voluntades que la sola de Timoleón Jiménez”.

Las FARC-EP, en el mensaje de fin de año, reafirmaron su voluntad de paz, pero dejaron en claro que esta dependerá de la magnitud y la profundidad de los cambios democráticos y sociales en el país:

“2014, año del 50º aniversario de las FARC-EP y el ELN como bastiones de lucha y resistencia del pueblocolombiano. Año decisivo en la búsqueda de la paz con justicia social, democracia real y soberanía para Colombia; el gran objetivo que nos llevó a La Habana y que tras un año de conversaciones se halla más cercano en el horizonte de la patria, muy a pesar de la resistencia gubernamental a abordar los temas estructurales que dieron origen y alimentan el conflicto y de los ataques permanentes contra el proceso por parte del militarismo de civil y de uniforme”.

En el mismo sentido, la declaración conjunta, histórica, de los dos comandantes de las FARC y del ELN, llamando a la unidad para abrirle camino a la paz, son elementos importantes para considerar que los diálogos mantienen plena vigencia y que tienen que ver con un bien supremo que los colombianos desean en más del 65% como lo revelan encuestas recientes.

El pueblo colombiano espera voluntad de paz y gestos concretos que le den también confianza de que es posible el acuerdo político democrático. Que la paz estable y duradera, compromiso asumido por las dos partes en el Acuerdo General de La Habana, se haga realidad.

La paz con democracia y justicia social resultará de un mancomunado esfuerzo en que deben encontrarse la mesa de La Habana y la lucha social y popular. No habrá paz sin el apoyo de las masas. Es el sentido que tiene el frente amplio por la paz que debe expresarse en el espacio de la movilización social como la Cumbre Agraria, Étnica y Popular, de la lucha reivindicativa en el campo y la ciudad y en la campaña electoral que está en marcha. Es imprescindible la unidad democrática y popular sobre la base de derroteros claros y de programas avanzados. No es hora para exclusiones y sectarismos.

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