Estoy convencido de que su tiempo será el de la toma de conciencia del ser humano, un nuevo despertar. Y lo será porque, de otro modo, se acaba la Humanidad tal y como la conocemos.

Sin quererlo y después de tantas experiencias seguimos siendo corderos frente a las manipulaciones de los poderosos. Poco hemos aprendido permitiendo que la deseada y vieja democracia sea vejada por dictadores de tres al cuarto y autócratas ebrios de poder y en ocasiones de vodka. Después del llamado Siglo de la razón y de las luces, del de las revoluciones industriales y sociales y el de los grandes avances tecnológicos, todavía no hemos podido controlar a los depredadores sociales ni al capitalismo explotador de las gentes y de la naturaleza. Tampoco se ha conseguido limitar a las religiones al entorno hogareño y seguimos siendo, aunque lo disimulemos, racistas, xenófobos, desiguales y fanáticos.

He de prometerle a mi nieto que el día de mañana todo cambiará para bien. Que la mujer será un componente más de la sociedad con los mismos derechos y obligaciones, que las diferencias sociales serán solo un recuerdo, que el color de la piel y las tendencias sexuales importarán menos que la calidad del ser humano en sí mismo. Que las fronteras serán de humo y las invasiones solo de cariño, que la explotación será tan solo un concepto de logro económico. Que en la nueva idiosincrasia, la cultura y la paz serán tan naturales como un guiño. Que nos podremos mirar a la cara sin bajar el rostro y sin presumir de nacionalismos ni patriotismos, ni de estatus.

Me aferro a poder prometerle todo esto con la esperanza de que el día de mañana las gentes serán conscientes de los errores de sus mayores y que la conciencia colectiva primará sobre el interés personal.

Sé que se lo contaré en nuestra casa a orillas del mar, que hoy todavía está a doscientos metros, consciente de que el cambio climático no se va a detener en breve. Se lo contaré enseñándole fotografías de dictadores que oprimieron a sus países, pero que se pudren en mausoleos y en estatuas ecuestres. Le contaré bellas historias de mitologías, sean antiguas o modernas porque, al fin, los dioses estarán muertos. Le contaré que hubo un día que el Club Bildelberg tomaba las decisiones hasta que los pueblos dijeron basta. Espero poder contarle que se erradicó el hambre, que se suprimieron las diferencias, que los jueces se volvieron justos y los políticos honestos. Espero poder hacerlo… si me da tiempo.