Por eso agradezco la inesperada llamada de esta tarde que ha conseguido hacer que me desternillara de risa. Tanta ha sido la gracia que quisiera compartirla con ustedes.
No acostumbro a contestar a los números que no tenga localizados, pero en ocasiones atiendo las llamadas por previsión y hasta por educación.
Esta tarde he recibido una de Seguros Santa Lucía. La señorita era agradable y simpática, no he querido defraudarla y he escuchado su oferta de un seguro de decesos. No he pretendido desanimarla ni hacerle perder demasiado tiempo puesto que no tengo ninguna intención de tomar ningún tipo de seguro. Mas ella ha insistido y, animada por mi complacencia, me ha preguntado resuelta por la ciudad en la que resido y por mi edad. No he tenido inconveniente en proporcionarle lo que me pedía y en una rápida consulta al ordenador en función de las coordenadas que le he proporcionado me ha anunciado triunfante: cinco mil, punto, ha recalcado, ochocientos treinta y siete euros, coma, ochenta y seis céntimos.
En principio he creído que se trataba de una oferta de pago único –paso de los setenta– por los servicios de deceso, de tránsito como se dice por ahí. Sin embargo, la señorita ha matizado: anualmente.
Ante mi extrañeza por tan alto coste le he pedido las oportunas explicaciones.
Tenga usted en cuenta que, además de los servicios habituales de enterramiento, le ponemos una acompañante, ha respondido. No he podido más y he estallado en una gran carcajada. ¿Y ella estará de acuerdo, cual esposa hindú, en compartir el tálamo mortuorio? Al principio no me ha entendido, pero pronto se ha unido a mí en el descojone. No, no me ha comprendido –ha dicho sin parar de reír–, la acompañante es para sus familiares. Disculpe, he contestado, por un momento he pensado que por cerca de seis mil euros al año la propuesta de Santa Lucía iba a ser una oferta muy especial o la seguridad de alcanzar el Paraíso.
Ya sé que todo ha subido y mucho, pero me parece que Rascayú se ha pasado en las fiestas y en las sardanas –como anunciaba Bonete de San Pedro– organizando un cacao de padre y muy señor mío… eso sí a costo de hotel real de Qatar.
No Comment