Tras la conquista de Tenochtitlan por Hernán Cortés en 1521, los españoles fueron extendiendo su dominio en todas direcciones del antiguo imperio Azteca. Con descubrimiento de las minas de plata de Zacatecas entraron en contacto con tribus nómadas que se opusieron a la colonización hispana y que guerrearon con los españoles hasta la segunda mitad del siglo XVI, “la guerra del gran chichimeca”.
En el transcurso de esta guerra el virrey Martín Enríquez de Almansa creó las primeras fortificaciones permanentes en 1570, que por similitud con las construidas en el norte de África recibieron el nombre de presidio. Presidio, del latín “praesidium”, grupo de soldados que custodian un campamento, así como también el conjunto de construcciones, castillos o fortalezas que defienden. La falta de soldados y obreros para construir estas defensas hizo que se enviara mano de obra forzada como los presos, de donde ha quedado en español el termino de presidio como cárcel.
Al principio no eran más que pequeñas atalayas con una mínima guarnición de 8 a 14 hombres, cuya misión era proteger el camino de México a Zacatecas. En las dos décadas siguientes entre 1580 y 1600, se fundaron otros 15 presidios en la zona fronteriza y en 1610 se funda la ciudad de Santa Fe, actual capital del estado de Nuevo México.
Esta zona, bañada por el río Grande del Norte y sus afluentes permitía el regadío produciendo muy buenas cosechas por lo que facilitaba el asentamiento de poblaciones españolas, además de las diferentes tribus de indios que habitaban la zona como los Pueblos (Hopi, Zuñi, Acoma) que eran agricultores sedentarios o nómadas como Apaches que se sedentarizaron, ambos tras guerrear con los españoles acabaron admitiendo su autoridad. Desde ella, se fue avanzando hacia el norte y el oeste fundando misiones y presidios con el objetivo de colonizar las nuevas tierras y cristianizar a los indígenas, el puesto más alejado hacia el norte era el de Taos en territorio de los indios Pueblos, nombre que dieron los españoles a los indígenas al ver que tenían construcciones de adobe de varias alturas.
Los presidios guardaban una frontera que iba desde San Francisco en California hasta San Agustín en Florida, a lo largo 4.000 Km de costa a costa, un terreno duro y difícil en el que se alternaban montañas y valles, profundos cañones como el del Colorado, durísimos desiertos, enormes praderas y grandes ríos e insanos pantanos, una frontera extensa y móvil, habitada por tribus nómadas en general, como los Apaches (Jicarillas, Chiricahuas, Lipanes Mescaleros, llaneros, Kiowa-Apaches, y Apaches occidentales), Comanches, Siouxs, Navajos, Utes, Wichitas, Yumas y Pawnees, esta enorme frontera solo se pudo mantener gracias a la red de presidios que fijaba a la población, siendo factor de producción y defensa del territorio.
El apoyo que daban los presidios a poblar el territorio, dando protección a las misiones y haciendas que se encontrasen cerca, hizo que estuvieran pensados para ayudarse mutuamente unos a otros a una distancia de 27 a 100 leguas (la legua castellana medía 4’190 metros), distancia que un hombre podía recorrer a pie o en cabalgadura.
La unidad militar para los presidios eran los Dragones de Cuera, los dragones eran tropas de caballería que también podían combatir a pie, recibían su nombre de los “dimacos”, soldados macedonios que estarían entre la caballería ligera y la infantería. La guarnición estaba compuesta por un capitán, un teniente, un alférez, un sargento, dos cabos y alrededor a cuarenta soldados más un capellán. Su uniforme según la ordenanza constaba de una chupa corta de tripe, o paño azul, con una pequeña vuelta y collarín encarnado, calzón de tripe azul, capa de paño del mismo color, cartuchera, cuera y bandolera de gamuza en la que iba bordado el nombre del presidio para distinguirse entre ellos, corbatín negro, sombrero con cinta roja, zapatos, botines y espuelas de estrella,
Su armamento se fue adaptando a los enemigos que tenían enfrente, heterogéneo e incluso anticuado para la época, era el adecuado al modo de guerrear de los indios y sus armas, se componía de una carabina, dos pistolas, espada y lanza dos armas muy importantes porque casi siempre llegaban al cuerpo a cuerpo una vez disparadas las armas de fuego sin posibilidad de recargarlas.
Las pesadas y molestas corazas dieron paso a la auténtica protagonista de esta historia y que da nombre al cuerpo, la cuera, consistente en un abrigo largo sin mangas compuesto de siete capas de cuero de unos diez kilos de peso sumamente eficaz ante las flechas de los indios que quedaban clavadas en ella sin traspasarla, con el tiempo la cuera se fue adaptando y reduciendo hacia un chaleco más corto.
La otra arma defensiva curiosa era la adarga, pequeño escudo con forma de corazón o riñón de origen nazarí que los castellanos adoptaron para la caballería ligera y que fue recuperado por ser muy eficaz ante las armas que usaban los indios, la adarga solía llevar grabado el escudo real. Por último los cascos y morriones fueron sustituidos por el sombrero de ala ancha de origen cordobés que aportaba mejor protección para el sol.
Con respecto a la superioridad de las armas de fuego de la época, esta es discutible, ya que aunque efectivas, su efecto era más bien psicológico pues una vez disparadas en el tiempo que se tardaba en recargar, un indio podía disparar 20 flechas, razón por la cual se usaban solo como elemento disuasorio llegando al enfrentamiento cuerpo a cuerpo con la lanza y la espada en cuyo manejo eran auténticos expertos.
En el museo de Topeka (Kansas) se exhiben una espada y elementos de aparejos de caballo españoles encontrados en dicho estado, en la hoja de la espada está grabado el lema: “No me saques sin razón; no me envaines sin honor”. Cada dragón disponía de seis caballos y una mula para llevar el equipo, uno de los caballos siempre debía estar aparejado y ensillado listo para la acción, estos caballos son el origen de la raza Mustang norteamericana.
Desde que la expedición de Coronado descubriera las grandes llanuras y el gran Cañón del Colorado, los españoles tomaron posesión de estos vastos territorios y en contra de lo que generalmente se piensa avanzaron hacia el note lenta pero tenazmente. Tanto la cultura como las leyes españolas tenían un fin integrador y civilizador de los indígenas del territorio (a diferencia de otras potencias coloniales), llegando a un mestizaje tal, que su resultado se puede ver perfectamente en los hombres que formaban el cuerpo de los dragones de cuera (españoles, criollos, mulatos, zambos e indios), cuyo modelo defensivo aunque insuficiente resulto eficaz hasta el final.
Felipe V, influido por su segunda esposa Isabel de Farnesio, tratando de recuperar las antiguas posesiones españolas en Italia perdidas en el tratado de Utrecht, invadió Cerdeña en 1717 y un año más tarde Sicilia dando comienzo a la guerra de la cuádruple alianza (Sacro Imperio Romano Germánico, las Provincias Unidas de los Países Bajos, Francia y Gran Bretaña), guerra que tuvo su repercusión en el otro lado del océano.
La noticia de comerciantes o tramperos franceses en el valle del río Mississippi, comerciando y armando a los indios, unido a la aparición de una nueva y belicosa tribu, los Comanches, que junto con los Utes presionaban sobre los Apaches y los Pueblos, hizo que el gobernador Antonio Valverde y Cossío organizara una expedición de castigo hacia el norte contra ellos, al llegar, los apaches les informaron de que había franceses en las Grandes Llanuras comerciando y entregando armas a una nueva tribu hasta entonces desconocida, estos indios se pintaban la cara de rojo y eran feroces guerreros, los Pawnees, además uno de los apaches con los que hablaron tenía una herida de bala en el vientre que confirmaba el uso de armas de fuego, el herido les informo que los franceses habían construido dos poblados entre los pawnees.
De regreso a San Fe, Valverde, informo al virrey Baltasar de Zúñiga y Guzmán marques de Valero, sobre lo que habían descubierto, Zúñiga ordeno la construcción de un presidio en la zona donde se asentaban los indios pueblos y apaches en el Cuartelejo, situado cerca de la actual Scott City (Kansas), este era un poblado de los indios pueblos en donde también se asentaron apaches y que se trató de fortificar para emplearlo como guarnición militar por los españoles, Valverde sugirió al virrey situarlo a 40 leguas de Santa Fe entre los apaches jicarillas, cuyos campos cultivados y bien regados podrían abastecer a la guarnición y se defendería mejor que los del Cuartelejo situado a 130 leguas. El virrey acepto la sugerencia y también ordeno organizar una expedición al norte para averiguar si los franceses andaban por un territorio de titularidad española confirmando si estaban armando a los indios ya que los españoles no les suministraban armas de fuego.
Valverde organizó la expedición y puso al mando al teniente general Pedro de Villasur. Villasur no era un recién llegado, aunque su experiencia se reducía a la gestión y administración de El Paso, Santa Bárbara y Chiguaga, pero con poca o ninguna experiencia militar, aun así organizo una expedición con las mejores tropas presídiales que disponía, 45 dragones de cuera sumamente experimentados y conocedores del terreno, 60 indios pueblos como tropas auxiliares y una docena de exploradores apaches.
Con la expedición también iban el padre fray Juan Mínguez y el explorador José Naranjo, como interprete y guía. Naranjo era hijo de padre negro africano y de madre india hopi, había realizado tres viajes de exploración al área del rio que los españoles llamaban Jesús María (río Platte en Nebraska, afluente del Misuri), se le dio el cargo de «capitán de guerra» al mando de la tropa de indios auxiliares de la columna.
También iba como interprete el comerciante francés Jean L´Archevêque. L´Archevêque fue uno de los acompañantes de René-Robert Cavelier, Señor de La Salle, cuando este fue asesinado en un fuerte francés de la desembocadura del Misisipi en 1686. L´Archevêque tras estos incidentes decidió quedarse en la zona con los indios Hasinai, rescatado por los españoles en la expedición de Alonso de León de 1689, fue llevado a ciudad de México y enviado a España en donde fue interrogado y encarcelado en 1692. Dos años después, tras jurar fidelidad a la corona regresó a América como súbdito y soldado, se afincó en Santa Fe donde se casó con la viuda, Antonia Gutiérrez, trabajando como soldado y comerciante, participando en varias expediciones como intérprete.
Hay que destacar entre los dragones al cabo Felipe Tamariz, que escribió un diario de la expedición gracias al cual conocemos la ruta seguida por Villasur.
Partieron de Santa Fe el 16 de junio de 1720 en dirección a Taos, atravesaron la zona de los apaches cuartelejo y tras haber recorrido unos 800 kilómetros llegaron al rio Jesús y María el 6 de agosto de 1720, ante un territorio desconocido, Villasur reunió a sus oficiales para decidir cómo actuar ya que el objetivo de su misión era obtener información de los Pawnees sobre los franceses, decidieron seguir avanzando, descartando el enviar un emisario a Santa Fe para recibir instrucciones.
Puestos en camino de nuevo cruzaron el río que Tamariz lo describe como largo y ancho, debido a la cantidad de equipo y pertrechos que transportaban no todos cruzan en el día, quedando la expedición dividida en dos una a cada orilla del río. Mientras Villasur, envía a José Naranjo con sus exploradores en busca del poblado Pawnee con orden expresa de no entablar combate ya que la misión es de información, ordenándole no alejarse a una distancia máxima que le permita regresar ese mismo día. Tras cruzar el río Jesús y María encontraron otro que no conocían, al que bautizaron como río San Lorenzo (Loup river – río Lobo), Villasur lo llamo así por estar próxima la festividad de dicho santo.
Uno de los oficiales, Cristóbal de la Serna, llevaba como sirviente a un joven pawnee capturado de niño por los apaches que lo esclavizaron y vendieron en Santa Fe, liberado y cristianizado fue bautizado como Francisco Sistaca, al hablar la lengua pawnee se pensó que podía ser útil como interprete por lo que se unió a los hombres de Naranjo.
El viernes, 9 de agosto uno de los exploradores informó a Naranjo que había encontrado el poblado pawnee, en el que también había indios Otoes, Naranjo regresa con sus exploradores para informar volviendo a reencontrarse toda la expedición, Villasur tras escuchar las novedades de Naranjo ordena cruzar el río San Lorenzo a la orilla norte cerca de la confluencia de los dos ríos, también decide enviar a Sistaca con dos soldados y una ofrenda de tabaco para que contactara con los pawnees, Sistaca le convence de ir solo ya que si los pawnees ven a los soldados podrían tomarlos como hostiles, partió por la mañana regresando por la tarde muy agitado contando que al llegar al poblado que está en la orilla opuesta, los pawnees le habían perseguido y que él al verlos entrar en el agua con hachas y lanzas había vuelto grupas sin llegar a contactar con ellos.
Villasur, el 10 de agosto decide avanzar por la orilla norte hasta encontrar a los pawnees donde decía Sistaca en la orilla sur, intentan entablar conversaciones con ellos y estos desde la distancia le dicen que lo harán al día siguiente. Entonces Sistaca se ofrece a cruzar el río a nado e ir a la aldea india, aunque a algunos españoles este comportamiento les parece sospechoso al final se le da permiso y cruza hacia el poblado, entretanto aparecen unos indios con un papel o tela escrita con unos signos o lengua que los españoles no entienden, L´Archevêque les da una nota en francés por si hubiera franceses en el poblado y Villasur les entrega tabaco y otros objetos como regalos. Al día siguiente ven a Sistaca en la otra orilla y le dicen que vuelva al campamento pero Sistaca se niega alegando que no le dejan regresar, también echan en falta a uno de los exploradores apaches que había ido al río y al que no se le volvió a ver, todas estas circunstancias hacen que los oficiales españoles comiencen a sospechar y deciden volver hasta el sitio por donde habían cruzado el río San Lorenzo volviendo a cruzar a la orilla sur y decidiendo acampar en medio de la unión entre los dos ríos.
Según el diario de Tamariz, el lugar tenía unas hierbas más altas que un hombre, los dragones despejan solo la zona de acampada dejando el resto sin desbrozar, ponen las sillas de montar en círculo alrededor del campamento y en el centro levantan las tiendas. Los caballos al cargo de una docena de soldados y los auxiliares indios acampan separados a unos doscientos metros, entre ellos está el cabo Felipe Tamariz y otro cabo apellidado Griego, Villasur ordena que la guardia la monten los indios auxiliares. Durante la noche se escucha el ladrido de un perro y chapoteos en el agua, aquí hay dos versiones, en una, la que le cuentan a Valverde a su regreso los soldados, el cabo de guardia oye ruidos e informa al capitán Olguín y este le contesta que lo que ha oído es por culpa del miedo y la otra es de un capitán llamado Martínez enemigo de Valverde que no estuvo allí pero que habla con los dragones que volvieron, cuenta que el cabo informa al oficial y este a Villasur y es Villasur quien acusa al capitán de tener miedo, esta segunda versión es dudosa porque ningún mando afearía en público la conducta de sus oficiales.
En el amanecer del 14 de agosto cuando los españoles se estaban despertando los pawnees aprovechado la escasa luz del amanecer y las altas hierbas que los ocultaban atacaron el campamento apoyados supuestamente por los franceses. Algunos dragones mueren o son heridos mientras todavía dormían, Villasur ordena al soldado Domingo Mendizábal que le traiga su carabina pero es su última orden ya que es de los primeros en caer, el resto de dragones hacen un circulo entorno a su jefe y compañeros caídos y se disponen a vender cara su vida. Mientras los soldados que custodian los caballos también se despiertan al oír el ataque y se preparan para luchar, en el fragor del combate escuchan disparos desde fuera del circulo de dragones.
La lucha en el cuerpo a cuerpo es feroz, los dragones se defienden con bravura causando múltiples bajas, pero la superioridad de los pawnees se impone y en pocos minutos los dragones van cayendo, con el circulo roto el capitán Alonso Rael de Aguilar, el teniente Montes Vigil y otros soldados corren heridos hacia sus compañeros perseguidos por los indios, al verlos el cabo Griego junto con dos dragones se lanzan a la carga para defender a sus compañeros y proteger su retirada, pero aunque consiguen su objetivo él y otro de los dragones acaban siendo abatidos por lo pawnees. Viendo todo perdido el resto de dragones supervivientes y los auxiliares pueblo y apache dan la vuelta y se alejan del combate. No se sabe porque los pawnee no los persiguieron aunque se especulan varias razones, la principal es que carecían de caballos además de que estarían entretenidos saqueando el campamento.
Entre los fallecidos además de Villasur, se encuentran el capitán José Naranjo, el sacerdote Juan Mínguez y el intérprete de origen francés Jean L’Archevêque. También se conocen algunos de los supervivientes entre ellos el capitán Alonso Rael de Aguilar, Antonio de Armenta, Melchor Rodríguez, Manuel Tenorio de Alba, el sirviente de L’Archevêque de nombre Santiago Giravalle y el cabo Felipe Tamariz que en el ataque perdió el diario que estaba escribiendo, el diario volvió a aparecer en 1921 de la mano de un historiador francés, no se sabe cómo llego a sus manos pero se supone que los indios lo recuperarían y conociendo la importancia de la escritura, lo entregarían a los franceses que lo mandarían a Nueva Orleans y de aquí a Francia.
En total murieron 35 dragones y 11 indios pueblos, regresando a Santa Fe, 7 dragones, 45 indios pueblo y los exploradores apaches el 6 de septiembre. Entre los pawnees se desconoce el número de bajas al no tener registros.
Para una guarnición tan corta de hombres, la masacre fue un auténtico desastre la perdida de tantos hombres implicaba dejar debilitada la frontera, Valverde no tenía hombres suficientes para organizar otra expedición en busca de los franceses y saber lo que había ocurrido e Informa al virrey “Estoy convencido de que los agresores deben haber sido hugonotes heréticos, que en su insolente atrevimiento ni siquiera perdonaron la inocencia del sacerdote que iba como capellán”, Continuó como gobernador hasta 1721, siendo sustituido por Juan Estrada de Austria.
En 1796 se le abre un proceso al ordenar el virrey una investigación que instruyo el brigadier Don Pedro de Rivera, Visitador General de las Guarniciones de Frontera en Nueva España, declarando como testigos dos de los supervivientes Rael de Aguilar y Felipe Tamariz.
Se acusó a Valverde de no haber dirigido él la expedición enviando a Villasur que no tenía experiencia militar, Valverde responde que Villasur aparte de ser su segundo había demostrado ser de confianza y que como todos algún día tendría que entrar en combate, además de que él siendo el gobernador no podía dejar el territorio de Nuevo México sin gobierno, por otra parte insiste constantemente en la presencia de franceses apoyando a los pawnees. Al final del proceso Valverde es multado con 200 pesos: “50 por la caridad de las almas de los soldados muertos y los otros 150 para ayudar en la compra de los cálices y de los ornamentos de la misión y apaciguar a los familiares que demandan su castigo”
No se sabe con certeza el porqué de la derrota, todo apunta a una serie de malas decisiones tomadas por Pedro de Villasur: el envío de Sistaca al campamento pawnee por segunda vez ante su extraño comportamiento, como conocedor de las costumbres españolas pudo informar de ellas para adelantar el ataque y coger desprevenidos a los dragones, el no buscar un terreno elevado para acampar, no desbrozar una zona más amplia para la acampada permitiendo de ese modo que los centinelas tuvieran mejor visión, incluso el dejar la guardia a cargo de los indios pueblo y no de los soldados más experimentados, así como no hacer caso de las señales en la noche habiendo puesto en alerta al resto de dragones. De la supuesta intervención de los franceses no se tienen datos ya que ninguno de los supervivientes los vio, solo escucharon disparos desde fuera confirmando pues que los indios iban armados y estas armas solo podían venir de los franceses, además uno de los supervivientes lo hizo con varias heridas de bala y el cuero cabelludo arrancado, según las declaraciones de los dragones.
Un artista anónimo seguramente algún indio pueblo o apache, pintó en un conjunto de tres pieles de búfalo (bisonte), primero en lápiz, luego en tinta y posteriormente en acuarela el ataque a la expedición de Villasur, no se sabe si estuvo presente o se basó en el testimonio de algún superviviente.
La pintura describe de un modo muy realista como ocurrió el combate, en el centro de la pintura se ve a los dragones formando un circulo defensivo, todos vestidos con la cuera y describe bastante bien el equipo y armamento español, alrededor están los indios pawnees cubiertos con pinturas y los franceses vestidos con casacas, sombreros de tres picos y armados con carabinas aunque ninguno lleva uniforme de soldado.
La escena esta entre dos ríos dando a entender que el ataque sucedió en la confluencia de ambos ríos, el San Lorenzo y el Jesús María, identificando perfectamente a Pedro de Villasur en el oficial español moribundo vestido con casaca roja, también un oficial a caballo que se cree que es José Naranjo y al padre Mínguez que se le ve dando los últimos sacramentos a un soldado moribundo.
Estas pieles fueron descubiertas por el fraile Philipp von Segesser que se las envió a su hermano que vivía en suiza en 1758.
Arrinconadas en un palacio suizo hasta los años 80 del pasado siglo XX, cuando el gobernador de Nuevo México se entera de su existencia, habla con la familia y organiza una exposición, tras el éxito de dicha exposición organizó una colecta popular y las compró exponiéndolas en el Palacio de los Gobernadores, también se hizo una copia realizada en seis pieles de vaca para el museo de la Sociedad Histórica del Estado de Nebraska.
La conclusión final, es que esta derrota de las tropas españolas hizo que no hubiera más exploraciones hacia el norte, aunque más tarde y por esas carambolas de la historia todo el territorio francés de la Luisiana paso a manos españolas llegando su dominio hasta los grandes lagos.
Las tropas presídiales, los famosos dragones de cuera mantuvieron el control de la frontera con unos recurso humanos muy escasos, se calcula que para un territorio tan extenso solo habría unos 1500 hombres, eso sí, siempre apoyados por tropas auxiliares de indios amigos, no tuvieron grandes batallas pero si multitud de combates en donde generalmente una veintena de dragones se enfrentaba a un enemigo superior con resultado distinto pero que mantuvo la frontera, más tarde en algún territorio fueron sustituidos por otras tropas como los húsares de Texas o los cazadores de Nueva Vizcaya, con mejor armamento y en California y Alaska apoyados por soldados llegados desde la península como la compañía de voluntarios catalanes.
No Comment