La polémica ha saltado a la calle, puesto que en la Comunidad Catalana existen numerosos partidarios del arte de Chicuelo. Ahí es Troya. ¿Es arte, cultura, fiesta o simplemente tortura? Muchas fueron las opiniones, algunas expuestas en el propio Parlament por eminentes sicólogos y sesudos científicos y gentes del toreo que clarificaron a los interesados parlamentarios los más mínimos detalles para que tomaran la decisión más sabia. Sin embargo, alguien tiene que decirlo, la suerte estaba echada y el tema prejuzgado de antemano. Como dijo un profesor de la Sorbona, a los catalanes del norte –los de la Catalunya francesa – les gusta presumir de su amor a la tauromaquia por diferenciarse del resto de los franceses.
No voy a abundar en cada una de las interpretaciones que se han dado al tema. Por un lado están los que mantiene que el sufrimiento del animal, dotado de un sistema nervioso central, padece cada envite y cada puyazo; o la imagen que da un país que todavía tortura públicamente a los animales; o el morboso culto a la sangre, etc., etc. En contrapartida están los que sostienen que la fiesta tiene demasiadas connotaciones “españolistas” y eso ha representado su condena o que representa una actividad comercial y artística que crea puestos de trabajo y proporciona divisas – me refiero a las monetarias y a las ganaderas – ya que el toro de lidia es un animal que sobrevive por la propia fiesta.
No me voy a alinear ni con unos ni con otros porque cada uno tiene razones poderosas para mantener su tesis. Tampoco voy a preguntarme por el sufrimiento de los morlacos en las fiestas del toro embolado o correbous, ni hablar de los delfines matados sin piedad por los hijos del sol naciente, ni insistiré en las ballenas ni en las focas sacrificadas por objetivos comerciales, ni en perros ahorcados por dueños despiadados, sería demasiado fácil y redundante. Por supuesto, desisto de recomendarles Los Toros, excelente enciclopedia sobre la tauromaquia de José María de Cossío, que contó como colaborador en la obra al mismísimo Miguel Hernández. Tomaré, les ruego me disculpen, la actitud del observador imparcial, que no callado.
No obstante, sí voy a referirme al concepto de prohibir, puesto que en ello nos va algo que debe presidir, siempre, cualquier decisión parlamentaria: la libertad. La idea de privar al Pueblo de sus costumbres, de influirle desde el poder es aberrante y demasiado manida para no tenerle miedo. Me es igual que se trate de temas culturales, deportivos, artísticos o de divertimento, siempre que nadie invada nuestra libertad y con ello prostituya la suya, debemos venerar el viejo adagio libertario: Prohibido prohibir. Frase al pie de este artículo y que, algunos, pintamos por aquellas fechas del 68 en la calle Pelai y en la pared de la Escuela de Altos Estudios Mercantiles.
La fiesta de los toros iba decayendo desde hacía años en Catalunya, estaba anunciada sino su desaparición, sí su marginación a simple espectáculo turístico y de minorías aficionadas. Pero esas minorías también tienen sus derechos. La fiesta taurina fenece realmente en Catalunya por el interés de algunos de desmarcarse de cualquier cosa que escape de un nacionalismo rancio, demagógico y chauvinista. Por tanto, entremos en el debate sobre las verdaderas intenciones de los protagonistas, y me refiero a los políticos que sustentaron las tesis prohibicionistas y no a los morlacos indultados.
Que en estos momentos de crisis, paro y dudas varias, los parlamentarios catalanes dediquen mucho de su tiempo a afeitar a los toros, mientras poco aportan a solucionar los verdaderos problemas sociales, sólo puede interpretarse como una terrible falta de eficacia o un intento de distraer al personal hasta llegar a las próximas elecciones sin tocar los temas que más queman. ¿Quién tuvo la responsabilidad sobre la tragedia de Horta de San Juan? ¿Qué falta de elementos de seguridad tenía la atracción que segó la vida de una niña?¿Cuantos ex consellers se han lucrado indebidamente? ¿Qué intervención pública incumplió la correcta fiscalización de las cuentas del Palau?¿Por qué funciona tan mal el Departament d`Acció Social i Citadania? ¿Alguien piensa, seriamente, en el alterado sistema nervioso de los parados, los emigrantes y los sin techo? Y ahora se abre un nuevo debate sobre la posible regulación de los correbous, que promete aportar mucha “intensidad” parlamentaria y encarnizado debate. Obviamente, para conocer el rechazo social que generan estos festejos se ha contratado el estudio pertinente. Demasiado paseíllo para tan pocos maestros.
El partido, según las encuestas, con más posibilidades de ganar los próximos comicios, la federación nacionalista CIU, tiene abiertos multitud de frentes más duros que la testuz de un toro bravo. Presuntamente, los gestores del Palau de la Música, Felix Millet y Montull desviaban fondos para financiar a CIU. Según la firma auditora Deloitte el fraude supera los 35 millones de euros, una buena cornada. La propia Agencia Tributaria informa que 5,9 millones del Palau acabaron en los pesebres – en su sentido sustancioso – de la Fundación Trias Fargas – hoy CatDem, apocope de Catalunya y democracia -. En su día también se investigó la financiación por parte de M&M de la escisión de Colom de ERC, la operación restaba votos al partido supuestamente republicano favoreciendo a la coalición nacionalista.
Eso es lo que realmente esconden los chiqueros y las pocilgas de la política. Mientras tanto el dirigente convergente Artur Mas reclama nuevas fórmulas de financiación; mas todo no estriba en el dinero. ¿No sería mejor una buena y honesta administración? Tal vez se tendrían que devolver algunos políticos de nuevo a los corrales y perdón por la metáfora tan poco elegante.
Imagino que de aquí a las próximas elecciones se habrá destapado todo el tinglado del Palau, hay demasiado olor a cuerno quemado, y como en la suerte de “la Verónica”, un trapo carmesí descubra la verdadera faz de los – por ahora presuntos – corruptos, sería necesario para Catalunya y para la Democracia. Eso sí sería un buena corrida y ante eso que se quiten el fútbol… y los toros. Y que nadie piense que va a ganar mirando al tendido y tampoco que nos tienen distraídos y convencidos; hasta el rabo, todo es toro.
Queda estrictamente prohibido prohibir
Ley del 13 de mayo de 1968, publicada en la Sorbona
Decepcionante. Puede usted asumir la posición que le venga en gana, en el centro, arriba o abajo, a la izquierda o a la derecha, frente a un tema que sólo admite dos de ellas: a favor o en contra de la tortura contra los animales. Pero no se contenta con eso, y maneja un cliché a su antojo, el de la prohibición de prohibir como “adagio”(sic) libertario. Es falso. El ideal anarquista busca un hombre nuevo, liberado de “costumbres” y tradiciones burdas y salvajes, sobre todo si sus máximos valores son los ancestrales. Si pintó eso en no sé qué paredes, lo cierto es que -como muchos otros entonces- ni sabía lo que pintaba; pero ha pasado mucho tiempo y sigue sin comprenderlo. En fin, no le conozco y me trae sin cuidado lo que opine, si me tomo la molestia de redactar esta nota es para manifestar a OTROMUNDOESPOSIBLE mi decepción por encontrar su artículo alojado en su sitio, no lo esperaba. Desde luego, su mundo, posible o no, no es el que yo quiero, y paso a darme de baja en su boletín y anular mi adscripción en FB.
Todas las sociedades basan su coexistencia en leyes que tienen, mayoritariamente, una función prohibitiva. Es tan demagógico ese “Prohibido prohibir” como la argumentación a través de la cual el articulista se declara “imparcial” ante el debate taurino pero trufa su prosa con mensajes subliminales que suenan a taurino.
Las sociedades avanzan, deberían avanzar en sus costumbres, en sus tradiciones, en suproceso de “humanización”. Y torturar públicamente seres vivos -haciendo de ello un negocio-espectáculo que además se subvenciona jugosamente por parte de las administraciones- con crueldad, premeditación, alevosia y sadismo inhumanos forma parte de un pasado negro, de una sociedad insensible al dolor ajeno, violenta y salvaje.
El resto del artículo nada tiene que ver con la inclusión de los toros “de lidia” bajo el paraguas protector de una Ley de Protección de animales modélica y de la que quedaron excluídos, en el 1988, en pro de “una tradición” -me da igual la denominación de origen que tenga- que mientras en Europa se abolió con la Ilustración, en España se mantuvo y se fomentó -pan y circo antes que bibliotecas y esculeas- a partir del retrógrado Fernando VII, gran avalador del cutrerío y fundador de “escuelas taurinas”, donde lo de menos era leer, escribir, adquirir conocimientos y ser mejor persona. Lo importante era “embestir”… con 2 patas o con 4…
Respuesta para Nina y J.Steiner.
Ante todo, gracias por vuestras palabras, ayudan a corregir, a entender y sobre todo a recapacitar. Lamento la interpretación que le habéis dado a mi artículo. La intención era – como lo cuento -, precisar que siempre son más necesarias soluciones políticas prioritarios para la Humanidad, sin desmerecer al reino animal. Si tuviese que definirme como me pide Nina, sería como “ataurino” y por supuesto humanista. Estoy de acuerdo con que el maltrato animal es un reflejo de un atraso social; sin embargo – y ese es el sentido de mi crítica – una simple regulación administrativa hubiese bastado, por ejemplo: suprimir cualquier festejo o costumbre en que públicamente se hiera o sacrifique a un animal…no importa la familia zoológica a la que pertenezca y por supuesto no subvencionarlo. Pero no, la intención era otra, y eso es lo que trato de denunciar. En Canarias hace tiempo que no hay corridas taurinas, se aprobó su supresión sin aspavientos. Catalunya fue de las primeras Comunidades Autonómicas en crear una ley contra el maltrato animal que fue copiada por otros gobiernos autonómicos, hubiese bastado ampliar su articulado. No amigos, no. No trato de posicionarme, trato de que la administración sea capaz e integradora y sobre todo, eficaz.
En cuanto a M. Stirner, no juzgue a toda una revista por los comentarios de uno de sus articulistas, no sería justo. Es impropio de hombres libres no decir lo que se piensa, aunque uno pueda equivocarse. Sería como prohibir que pensáramos. Tal vez, como dices, no sabíamos exactamente el sentido de lo que escribíamos, pero cambiamos “nuestro” mundo e hicimos posible otro sistema, si bien, como relato, todavía no es perfecto. Espero seguir “viéndole” por la revista, aunque no sea leyendo mis líneas. Un abrazo para ambos.
Tras leer tu artículo y los comentarios pertinentes, no puedo resistirme a dejar mi opinión. Por supuesto me posiciono en contra del maltrato de cualquier tipo de ser vivo, en este caso los toros. Sin embargo aplaudo el contenido de este artículo.
Desde noviembre de 2008 que el parlamento catalán aceptó la iniciativa legislativa popular hasta el 28 de julio de 2010 que se aprobó la abolición de las corridas de toros, han pasado 1 año y 8 meses. Me parece excesivo el tiempo y el “ruido” que los parlamentarios catalanes han dedicado a esta gestión (¿intereses creados?), cuando en nuestra sociedad actual hay temas más prioritarios, urgentes e importantes que atender.
Te animo a que continúes con tu derecho a la libertad de expresión, derecho fundamental recogido en la declaración de los derechos humanos (1948) y señalados por las constituciones y sistemas democráticos… el cuál es “esencial para el descubrimiento de la verdad”.