El incidente entre España y Venezuela en la reciente XVII Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno, en Santiago de Chile no debe restar protagonismo al hecho de que la Cumbre, por fortuna, estuviera plena de acuerdos trascendentales entre los firmantes, los Jefes de Estado de América Latina y España y Portugal.

El primer objetivo de la Cumbre fue el de establecer un diálogo común que impulsara el desarrollo de un sistema de cohesión social panamericano, un tema determinante para el progreso de la región.

Las Cumbres Iberoamericanas se iniciaron en 1991, la iniciativa de estos encuentros hay que adjudicársela a México. Ya desde el primer llamamiento se percibió la necesidad de evitar la intervención directa o indirecta de Estados Unidos, gigante económico con numerosos intereses en la región. Esto fomentaría la imprescindible y necesaria hermandad latinoamericana.

El objetivo era no sólo altruista y solidario, se traba de crear un marco excepcional y con continuidad, de consulta y comunión política entre los Jefes de Estado de habla hispana y portuguesa. Impulsar la cooperación entre los estados, establecer líneas de participación y de conexión a través del estudio y el repaso sobre los distintos desafíos del contexto internacional, era la mejor manera de establecer unos parámetros de actuación y solidaridad en la región.

La I Cumbre se celebró en Guadalajara (México) y contó con la participación de todos los jefes de gobierno iberoamericanos. Las diecisiete reuniones anuales que han seguido a la mexicana han impulsado una serie de intercambios de experiencias y han permitido llegar a acuerdos en acciones concretas y determinantes.

[En las distintas visiones de los modelos económicos esta Cumbre ha sido movidita]

Este último encuentro ha sido uno de los más fructíferos. Entre los acuerdos suscritos destaca uno que afecta a los numerosos emigrantes latinoamericanos, se trata del Acuerdo Iberoamericano de Seguridad Social, un convenio multilateral de seguridad social para garantizar los derechos de los trabajadores en cualquier país, lo que le permitirá a los trabajadores migrantes recibir al día de su jubilación “pensiones justas y adecuadas” valorando las cotizaciones efectuadas fuera de sus países de origen. El paquete social también incluía un plan de acción para “impulsar el desarrollo de sistemas de protección social integrados, con cobertura universal” y así beneficiar a los pueblos de la región “sin barreras ni exclusiones”.

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El tema del medioambiente y los desastres naturales tuvieron en la Cumbre su protagonismo que culminó en varios acuerdos. A destacar el comunicado especial sobre desastres naturales, promovido por el presidente mexicano Calderón, incitando a la mayor brevedad una reunión de expertos nacionales para calibrar el establecimiento de un dispositivo iberoamericano para la atención de emergencias y contingencias derivadas de desastres naturales, apoyado con la creación de un fondo solidario destinado a paliar estos desastres.

Otro de los acuerdos con mejor imagen fue el que se suscribió sobre la lucha contra la corrupción que representa, según los firmantes, “una amenaza para la cohesión social y que, por tanto, es indispensable la cooperación entre los países de la comunidad iberoamericana para fortalecer los esfuerzos nacionales, regionales e internacionales dirigidos a prevenirla y combatirla eficazmente a través de un enfoque amplio y multidisciplinario”.

Por su parte España se comprometió con 1.500 millones de dólares para potabilizar agua. Aunque esto no es suficiente para acercarse los objetivos previstos en la Carta del Milenio de las Naciones Unidas, que tiene como pretensión la reducción de la miseria a la mitad en los próximos quince años.

Por tanto ha sido una Conferencia eficaz y positiva que cumple los requisitos de cohesión social panamericana, de impulso y desarrollo de la región. Sin embargo en el entorno político y en las distintas visiones de los modelos económicos esta Cumbre ha sido movidita a la par que esclarecedora.

Vayamos por partes. En general y en toda la región las diferencias entre pobres y ricos se pueden establecer en porcentajes de 80% y 20%, los primeros corresponden al porcentaje social de los necesitados –en distintos niveles – y los segundos incluyen a la sociedad pudiente y la rica. Brasil y Chile son los países donde las diferencias entre ricos y pobres son más exageradas.

[América Latina está dividida en su estrategia social]

Estas diferencias sociales justifican el auge de los movimientos indigenistas que acaban apoyando “soluciones sociales” como el chavismo venezolano o la intención revolucionaria o refundadora del estado sobre alternativas sociales, como impulsan el presidente Correa en Ecuador o Morales en Bolivia. La socialdemocracia brasileña, uruguaya o chilena de los presidentes Lula, Tabaré Vázquez y Michelle Bachelet, ofrecen la cara de la moneda más europeísta, tratando de caminar hacia modelos sólidos y con garantías de futuro. Quedan a la expectativa del camino a seguir Perú y México, donde estuvieron a punto de triunfar las tesis populistas. Argentina es un caso aparte con un peculiar populismo de raíz peronista que Cristina Fernández de Kirchner tratará de darle forma.


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Tales diferencias en ver el desarrollo económico hacen imprescindible, como quedó demostrado en la XVII Cumbre Iberoamericana, que la cohesión social es sinónimo de crecimiento económico, de desarrollo y de justicia social. Sin embargo esto choca de frente con los predicamentos de Chávez o de Ortega y las reservas de otros presidentes que se apoyan en que la socialdemocracia tiene que gravitar indefectiblemente en las empresas multinacionales y en el modelo tecnológico que ellas aportan. Las tesis chavistas, apoyan la revolución regional despreciando el aporte económico y de desarrollo de las empresas y sociedades crediticias que operan en la zona. ¿Se trata de una visión política con garantías de éxito? ¿Se pretende esconder con ello las crecientes dificultades internas? ¿Estamos ante un populismo basado en el personalismo?

En todo caso – y es curioso que se viese en un foro dedicado a la cohesión – América Latina está dividida en su estrategia social. Y esta vez no se trata de ideologías concretas, todo anda revuelto – que no revolucionado -. Ni derechas ni izquierdas, sino todo lo contrario, como diría el adagio. Tampoco se trata de elegir entre populismo neoliberalismo o entre el chavismo y el chilenismo.

De lo que se trata es de impulsar una solución mejor para los pueblos de América Latina y la estrategia se basa en el desarrollo vía papá Estado o en una permisibilidad de generación de riqueza y tecnología que, por supuesto, conlleva un beneficio económico de los inversores y a su vez una mejora de calidad de vida –en el concepto económico de la palabra – de la sociedad. No habrá inversiones extranjeras en la zona sin pretender un aumento importante de la tarta; tal vez la solución –como casi siempre – esté en el reparto de esa tarta.

El populismo económico se basa en otorgar una gran confianza al Estado como principal empleador. La pregunta está en saber si la burocracia estatal es capaz de generar riqueza. Por otro lado el protagonismo de la maquinaria del Estado en si misma no garantiza la equidad ni la justicia social. Por el lado contrario están las tesis de que la combinación de una eficacia estatal con las oportunidades que ofrece la globalización y el comercio internacional, son más determinantes para al desarrollo social. Difícil elección, puesto que filósofos, economistas y políticos han tratado de llegar al quid de la cuestión sin conseguirlo. Probablemente porque los tiempos, las sociedades y las necesidades son tan cambiantes que una solución de hoy puede ser un fracaso mañana. Por eso la Cumbre reflejó esos distintos modos de ver el camino del desarrollo. El archicomentado incidente de Chávez interrumpiendo al presidente Zapatero y la intervención del monarca español dispone de otras tribunas para su análisis; no obstante, en la actitud de presidente venezolano se vio reflejada la critica feroz del dirigente bolivariano a las empresas europeas, más concretamente a las españolas.

[Tal vez educando al pueblo éste sepa elegir lo mejor… o lo menos malo]

No sólo en Venezuela; Nicaragua, Argentina, Bolivia y Ecuador son algunos de los países con conflictos con empresas españolas. Telefónica, Repsol-YPF, BBVA, Santander, Mapfre, Endesa, Indra, Prisa, Dragados y Gas Natural, son las que tienen mayor presencia. Las diferencias estriban en los porcentajes de beneficios y en el pago de impuestos. Pero Chávez fue más allá e insinuó la participación de las firmas españolas en el golpe de Estado de 2002. La acusación, sustentada sin ningún tipo de pruebas, se remonta a los días que el ex presidente Aznar cometió el craso error de mandar al embajador español a dialogar con el golpista Pedro Carmona.

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Hugo Chávez, ha aprovechado el incidente con el rey de España, para aventurar que las relaciones con las empresas españolas serán sometidas a una “profunda revisión”; dijo en concreto: “eso significa que las empresas españolas van a tener que empezar a rendir más cuentas y que voy a meterles el ojo a ver qué están haciendo aquí, a todas las empresas españolas que estén en Venezuela”.

Se trata de las mismas empresas que han invertido en Venezuela 1.704,1 millones desde que llegó Chávez, en 1999, según el Consejo de Cámaras de Comercio y que saben que Venezuela no es uno de los mejores “clientes” de Latinoamérica, en México, Brasil, Chile y Argentina”, las inversiones son muy superiores. En cuento a la presencia de la banca española en Venezuela, los máximos exponentes son BBVA y Santander, que controlan 25% del mercado. El primero ha invertido unos 410 millones de EUROS y el Santander 500 millones.

En algunos países de Latinoamérica ya se están llegando a acuerdos determinados para aumentar los ingresos de los gobiernos locales. Tenemos el ejemplo de Repsol y Telefónica en Ecuador por el que pagará más al Gobierno. La misma Repsol consiguió el pasado mes de agosto un acuerdo para seguir operando en Bolivia y en el mismo mes en Nicaragua, Unión Fenosa pactó su continuidad en el país tras duras negociaciones. Por tanto es posible llegar a acuerdos puntuales que repartan mejor los beneficios, sin prescindir de la presencia de las empresas españolas, como dijo el presidente Zapatero en la Cumbre “que la producción de determinaos bienes o servicios estén en el sector público o privado, no garantiza nada, como teoría o como receta ideológica. Nada. Es más, hay modelos y circunstancias que dicen que si hay un sector público que produce muchos bienes y servicios, puede ser un modelo menos eficiente, digo puede, no soy un dogmático, tanto en un caso como en otro hay que hacer las cosas bien, con honestidad”. Añadía que en España estas empresas pagan el 35% de sus beneficios en impuestos, por tanto también pueden pagar en América Latina.

Como resumen puede decirse que todos los presentes en la Conferencia Iberoamericana están persuadidos de que la cohesión y la unidad les hará más fuertes. Tal vez Chávez pretenda ser el que lidere esa unidad pero para ello tendrá que demostrar que no pueden comprarse las voluntades con “ayudas” económicas porque cae en la misma receta que aquellos a quienes pretende combatir y aquí no hay enemigos, se trata de sacar de la miseria y la desigualdad a los pueblos latinoamericanos, empezando por la República Bolivariana de Venezuela, que no merece – ni ella ni ningún otro país – a un presidente vitalicio – como parece ser que se pretende -, eso en democracia tiene otro calificativo.

La próxima Conferencia Iberoamericana tendrá lugar en la República de El Salvador el año que viene; el tema principal será el de la educación sin la cual tampoco es posible un desarrollo social y una vida en libertad. Hay demasiado confusionismo, tal vez educando al pueblo éste sepa elegir lo mejor… o lo menos malo.