No va este artículo ni de Tutankamón ni de Psusenes I, dos de las momias más famosas del legado egipcio; voy a tratar, con el respeto que merecen los que ya han iniciado el viaje de ultratumba, de otra momia más reciente. La del dictador Franco.

El forense Antonio Piga, la única de las cuatro personas que participaron en el embalsamamiento de Franco y que sigue todavía con vida ha dicho: “Tengo la confianza de que hicimos un buen trabajo y que el cuerpo esté bien, más allá de estar deshidratado y momificado”.

Al parecer los días del dictador en su pirámide de San Lorenzo del Escorial están contados. Los motivos son diversos y repetidos, pero el más argumentado era el que él mismo utilizó: La Abadía era para los caídos en la Guerra Civil española. Por tanto sus derechos sobre el lugar son inexistentes. La familia del finado ha recurrido la decisión del Gobierno para trasladar los restos momificados – es decir, la momia – hasta otro lugar y el caso anda ahora en manos del Tribunal Supremo. Si el órgano jurisdiccional no ve motivos para aceptar el recurso, el deseo del Gobierno – y el de muchísimos españoles – seguirá adelante. Y la familia Franco podrá visitar el cadáver momificado de su deudo en la intimidad y sin que se hiera más el sentimiento de mucha gente.

Sin embargo, hay quienes afirman que serán los benedictinos, como custodios de la Abadía, quienes tendrán la última palabra sobre el traslado. Esto no deja de ser una falacia sustentada por la infinita paciencia de los ciudadanos españoles sobre las cosas de la Iglesia Católica. Que el prior del Valle, antiguo falangista y hábil fajador, insista en que le da igual la voluntad popular y la del ejecutivo, no se sostiene para nada. El monumento en cuestión pertenece al Patrimonio Nacional y los benedictinos deben limitarse al Ora et Labora, a sus licores, a la lectura bajo la guía del Espíritu Santo, a los cánticos y a la sana contemplación – y subrayo lo de sana -. La política no es para ellos.

Y si la Iglesia insiste en jugar a políticos habrá que revisar en profundidad el concordato de 1979. Como dicen los propios benedictinos: a laborar y sacarse un sueldecito y, por supuesto, a pagar el Ibi y el resto de impuestos.
Como ven, no valen los argumentos ad hominem del prior Santiago Cantera porque se basan en la falsa afirmación de que Franco tiene derecho a su lugar en el sol de San Lorenzo, puesto que el término, como se empecina en afirmar, no es sagrado, por lo menos en la forma que lo entendemos muchos ciudadanos y como lo entenderían muchos de los que allí están enterrados. Porque tampoco es nada piadoso que, como en el Tenorio, el matador repose en el mismo lugar que sus matados.

En fin, el Tribunal Supremo tiene ahora la palabra sobre si acepta la petición dilatoria e intencionada de la familia. Otro día hablaremos con más extensión sobre el alto tribunal y sobre la judicatura. Ahora toca que, la momia en cuestión, encuentre un lugar dónde reposar en paz – si lo merece – y dejar en estado de concordia a sus víctimas.