A falta de cabezas sangrantes de caballos, los gacetillas del conservadurismo liberal mueven todos los hilos y hasta las cuerdas para derribar a Casado. No son los únicos, los propios dirigentes del PP perfilan un nuevo Idus de marzo para deshacerse de su César.  Los Brutos de la capital y de la periferia afilan sus dagas. Las furias, nacidas del esperma y la sangre que cayó sobre Gea –quien dice Gea, dice Génova- cuando Crono castró a Urano, se preparan. La implacable Alecto está dispuesta para el golpe final.

Como han dicho ya otros, todo esto no va con nosotros. Las vicisitudes y puñaladas rastreras del PP solo atañen a sus afiliados y si me apuran a sus votantes… y por supuesto a Vox, a Voz Pópuli y a otros portavoceros conservadores. Pero los demás debemos respetar las decisiones internas del Partido Popular. Ellos mismos.

Sin embargo, lo que sí nos debe preocupar es que todo este intencionado y espeluznante galimatías no sirva de cortina para ocultar los hechos que fueron el génesis de todo este lío. A pesar de que la fiscalía, tal vez por miopía o por costumbre, ve entre “poca” y “muy poca” trascendencia penal en las denuncias por el caso del hermano de Ayuso, la verdad es que algo huele a podrido en la Real Casa de Correos, sede del gobierno de la Comunidad de Madrid.

Ese es amigas y amigos lectores, el quid de la cuestión: la corrupción, las adjudicaciones a dedo y la malversación de los caudales públicos, que no por habituales, debemos olvidarlos ni consentir que lo accesorio nos distraiga de lo principal.

No sé quién ganará la batalla dentro del PP, las dimisiones, las tomas de posición, los vientos gallegos y los manifestantes frente a Génova dan muchas pistas, pero los intereses de los políticos son demasiado complejos como para dar por muerto a Casado. Pero mi temor es que nunca se resuelva el caso de las mascarillas y la otra docena de contratos que se esconden en los armarios de Ayuso. Según Jesús Cacho, Casado debe evitar “males mayores”, pero nada dice de evitar las comisiones ni las adjudicaciones a dedo. ¡Ay, esos liberales!