La concesión del AVE a La Meca ha sido presuntamente un jugoso negocio para ciertos intermediarios e intermediarias que, al parecer, han cobrado sustanciosas comisiones y por ambos lados, por la parte de los adjudicadores y las de los adjudicatarios. Ante esos hechos de poco sirve la discusión de si en el momento de poner sus reales manos, la diestra y la siniestra, Juan Carlos estaba protegido por la anacrónica y antidemocrática inviolabilidad de la que se benefician los ciudadanos de este país que ocupan la jefatura del Estado.

El caso es que el ciudadano, Juan Carlos, se vio supuestamente envuelto en un lío financiero donde aparecen los Villarejo, falsas princesas y emires árabes. Y lo peor es que no es un cuento. La fiscalía suiza anda colaborando con la española en tratar de esclarecer las cuentas del patriota Juan Carlos en el país helvético. Difícil lo tendrán los investigadores para demostrar que los sesenta y tres millones de euros que por ahí andan no son fruto de los ahorros que, tacita a tacita, hizo el anterior rey con la calderilla que le sobraba. También será muy complicado explicar que los ingresos a Corinna no se tratan de un romántico obsequio a la persona que tanto le dio en Botsuana, sino otro tropezón inesperado.

Según muchas fuentes, delimitar o descartar la relevancia penal de los hechos y su momento en el tiempo resultará complicado. Sin embargo, hay procedimientos sencillos en los que no hace falta tanta parafernalia. Primero se trata de averiguar, y al parecer esto ya tiene base, el importe de la cuantía cobrada. Luego que su majestad demuestre la procedencia de tales emolumentos, y en tercer lugar hacérselo devolver a las arcas públicas, incluyendo las omitidas declaraciones a la Hacienda Pública. Eso es todo.

Si la prevaricación la hizo en estado de inviolabilidad, de enamoramiento o de confraternización con los amigos árabes, poco importa. Porque poco tenemos que rascar y respecto a la catadura moral del ciudadano cada uno emitiremos nuestro propio juicio y la Historia también hará el suyo.

Pero me temo que como en el caso de Jordi Pujol, otro supuesto eminente delincuente y evasor, todo quedará en aguas de borrajas. Ya saben lo que dijo el propio Pujol, y en referencia directa a quién hoy nos ocupa, Si se siega una rama del árbol, caen las demás. Y es que nuestro bosque es muy espeso… e impenetrable.