Venerado en su país, tanto por negros como por blancos, fue apodado Tata (papá) y Madiba (nombre del clan de Mandela en lengua xhosa), pero la fama de Mandela se extendió tanto que el mundo celebró el Día Internacional de Mandela, instaurado por la ONU en 2009.

Hace años, cuando la cadena inglesa BBC preguntó a 15.000 personas en todo el mundo: “¿Quién debería formar parte del gobierno mundial?”. Los resultados de esta encuesta fueron sorprendentes ya que la mayoría eligió al ex presidente sudafricano: sabio, luchador, líder nato.

Su inquebrantable tenacidad en la defensa de sus ideales, su compromiso con la justicia, su defensa de la igualdad racial y su mensaje de reconciliación le han convertido en un admirado icono global.

¿Por qué? En un informe de la organización de derechos humanos Human Rights Watch sobre la situación en África se sostiene que prácticamente en cada país del continente se registran conflictos armados en los que son violados burdamente los derechos humanos.

Uno de los pocos puntos tranquilos del continente es la República de Sudáfrica donde, a pesar de todas las predicciones, tras la caída del apartheid no se ha derramado sangre humana.

Es más, Ciudad del Cabo fue reconocida como un destino turístico internacional con el más alto nivel de servicios. Nadie hubiera podido imaginar ni en sus mejores sueños que en el sur de África, tierra presa de conflictos sangrientos por motivos raciales, surgieran hoteles turísticos de cinco estrellas. El mérito de ello es del Nobel de la Paz Nelson Mandela.

Sea como fuere, cuando en febrero de 1990, bajo la presión de la comunidad internacional, Nelson Mandela fue liberado de la prisión donde había permanecido nada más y nada menos que 27 años, los 28 millones de negros de este país africano experimentaron un odio feroz hacia 5 millones de blancos. En las zonas habitadas por aborígenes se usaba el lema: “Un blanco- una bala”. La eliminación de la población blanca parecía casi inevitable, amenazando con el inicio de una masacre entre las varias tribus que habitan en Sudáfrica. Algo similar ocurrió en la vecina Zimbabue (ex Rhodesia), que se encuentra todavía en un estado de caos general y empobrecimiento masivo.

Lo más sorprendente es que Nelson Mandela, todavía no presidente (fue elegido en 1994) actuó como si toda su vida hubiera gobernado el Estado. Él negoció con todas las fuerzas políticas de la nación con sorprendente facilidad y sabiduría, incluyendo a los ex agentes de servicios secretos.

Incluso el líder de la tribu zulú, la más numerosa de Sudáfrica y conocida por su belicosidad, tuvo que ceder ante el sentido común y voluntad de Mandela.

Preso durante varios años, Nelson Mandela nunca pensó en la venganza. En una ocasión invitó a cenar a la jueza que le había sentenciado a cadena perpetua y los dos pasaron mucho tiempo conversando. “Detesto el racismo porque lo veo como algo bárbaro, ya pueda venir de un hombre negro o un hombre blanco”, dijo más tarde Mandela, quien suprimió todos los intentos de reproducir el odio racial en el país.

Ni siquiera perdonó a su esposa Winnie, con frecuencia llamada ‘madre de la nación’, cuando un día acompañada por una enorme multitud de aplausos exclamó que se debía eliminar a los blancos con velas y fósforos. ‘Vela’ en Sudáfrica es un asesinato brutal en el que se coloca a una persona dentro de unos neumáticos y se le prende fuego. Al enterarse de esta declaración de su esposa, Nelson Mandela inmediatamente se divorció de ella y la popularidad de esta cayó rápidamente.

Algunas frases conocidas de Nelson Mandela:

“La mayor gloria no es nunca caer, sino levantarse siempre”.

“Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. Valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo”.

“La mayor gloria no es nunca caer, sino levantarse siempre”.

“La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”.

“Sueño con una África en paz consigo misma”.

“No puedo olvidar pero sí puedo perdonar”.

Para el líder sudafricano no han sido meras frases y ejercicios de retórica, fueron lecciones extraídas de toda su vida.

Datos biográficos

Nelson Mandela, primer presidente negro de la República Sudafricana legítimamente elegido, nació el 18 de julio de 1918 en Transkei y fue uno de los 13 hijos que tuvo su padre, el consejero principal de la casa real Thembu Gadla Henry Mphakanyiswa, con sus cuatro esposas. Perteneció al clan Madiba de la etnia xhosa.

Después de finalizar la secundaria, comenzó a estudiar en el Colegio Universitario de Fort Hare para obtener un título de Bachiller en Artes, pero fue expulsado del colegio por participar en una huelga estudiantil. Luego estudió derecho en la Universidad de Witwatersrand, donde se graduó en 1942 como abogado.

Abrió el primer despacho de abogados negros de Johannesburgo y apoyó la estrategia de resistencia pacífica del líder indio Mahatma Gandhi contra las leyes cada vez más opresivas del apartheid hasta ingresar en el partido Congreso Nacional Africano.

Sin embargo, la matanza de manifestantes en la ciudad sudafricana de Shaperville en 1960 le hizo cambiar sus ideas pacifistas en favor de la lucha armada. En 1961 Mandela fue elegido secretario honorario del Congreso de Acción Nacional de Toda África, un nuevo movimiento clandestino que adoptó el sabotaje como medio de lucha contra el régimen de la recién proclamada República Sudafricana y se encargó de dirigir el brazo armado de esta organización. Sin embargo, organizó los ataques contra algunas instalaciones de valor simbólico, excluyendo atentar contra vidas humanas.

Fue detenido en 1962 y procesado en el Juicio de Rivonia, en el que fue condenado a cadena perpetua en 1964 hasta su puesta en libertad en 1990, por una fuerte presión internacional. Durante su larga estadía en prisión y en medio de reiterados rechazos del Gobierno de Sudáfrica de ponerlo en libertad, Mandela se convirtió en un símbolo de la lucha contra el apartheid dentro y fuera del país.

Su labor de reconciliación nacional, junto con el entonces presidente sudafricano Frederik de Klerk, les valió a ambos el premio Nobel de la Paz en 1993. En 1994 Mandela se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica en las primeras elecciones multirraciales del país, puesto que abandonó en 1999.

Sin embargo Nelson Mandela permaneció en la vida pública de la nación a través de su Fundación (ahora el Centro de la Memoria Nelson Mandela), el Fondo para la Infancia y el Fondo de la Lucha contra el Sida.

En 2004 se retiró de la vida pública al pronunciar su famosa advertencia a todo aquel que quisiera invitarle a algún acto: “No me llamen, ya les llamo yo”. Compareció por última vez en público durante la clausura del Mundial de Fútbol de Sudáfrica en 2010.

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