El famoso autor de
Notre- Dame de Paris, hubiese escrito este artículo con la calidad que yo no poseo; sin embargo, no le hubiese puesto más sentimiento. Tal vez, el Víctor Hugo de los últimos tiempos, desterrado, herido por la traición de su esposa con su mejor amigo e incapaz de superar la muerte de su hija, hubiese encabezado también con su conocido adagio el inicio del texto y a buen seguro hubiese estado de acuerdo con este escrito.
En la Bienal Centroamericana de Arte del pasado año, un tipo llamado Guillermo Vargas Habacuc, que se autodefine como artista, presentó una obra digna de su autor.
El tema, basado en el eslogan de la exposición:
Eres lo que lees, plasmado en una de las paredes de la galería de Managua donde se celebró, estaba compuesto de centenares de galletas para perros. En eso se inspiró el atormentado Vargas, mandó capturar un perro abandonado de la calle, dando unas pocas monedas a unos niños. Ató a Natividad – así se llamaba el can – con un par de cuerdas en la pared de la galería de arte y lo dejó allí, frente al slogan de alimento perruno, para que muriera lentamente de hambre y sed.
Los visitantes de la prestigiosa Bienal Centroamericana de Arte, contemplaron la perversa “obra” del aquel miserable, mientras el pobre animal, famélico y cadavérico se iba apagando. No invento nada, pueden Uds. mismos verlo en varias páginas de Internet y filmado en Youtube. Lo peor es que el costarricense Guillermo Vargas Habacuc fue premiado por su idea y ha sido invitado a la Bienal de 2008. Para evitarlo se están recogiendo firmas por Internet, solicitando a Honduras que no deje participar al supuesto artista en la Bienal de este año. Ayer estampé mi firma electrónica en la petición, era el número 411.531, ojalá lleguemos al millón. A partir de aquí ya es lo de menos que los responsables de la Bienal sigan invitándole, que tenga visitantes, incluso admiradores: Ya saben, los miserables…
Tengo una amiga, a la que también le gusta contar historias, que dice que arte es toda obra humana que tienda a la belleza y genere una emoción o un sentimiento. Claro que el concepto de belleza es distinto para cada uno de nosotros y que las emociones y sentimientos que despierte la obra son tan diversos como cada individuo que la contemple. Llorar, reír, suspirar…incluso angustiarse, todo es válido; excepto la tortura
y la muerte
.
El grito del noruego Edvard Munch (hay varios cuadros de Munch con ese nombre) es una magnífica muestra del expresionismo que puede sugerir desasosiego, terror, miedo o lo que Uds. quieran; pero es una representación. El
Gálata moribundo
(
Galata morente), nos puede trasladar al infierno de la derrota y de la muerte o a la admiración por la fuerza del guerrero celta negando su propio destino y resistiendo al fatal desenlace y no obstante, ya sea por su perfección plástica o por su carga emocional, no se aleja de la belleza y proporciona – pese a lo crudo del tema – un deleite para los sentidos. Podría hablarles del
Guernika
y de lo que representa; de cualquier carga de caballería que muestra caballos pisoteando a gimientes soldados caídos; verdugos medievales sosteniendo la cabeza de un ejecutado, por cuyo cuello cortado chorrea la sangre… A pesar de sus temáticas, todos son obras de arte que pretenden potenciar la capacidad de conocer y de admirar que tenemos los seres racionales.
Sin embargo, una representación real de un ser vivo e inocente que sufre y muere delante de espectadores inclementes y que su captor y asesino disfraza con el patronímico de arte, no tiene nada de bello, ni de ejercicio intelectual. Si además un jurado le otorga un premio en una Bienal significa que hemos llegado al paradigma de la perversión espiritual de la que Guillermo Vargas es profeta.
Yo quisiera que, siguiendo el slogan, de la nefasta exposición, sean Uds., amigas y amigos lectores,
lo que leen; en este caso, un grupo de gentes que rechazamos el dolor por el dolor, la interpretación de la tortura como un arte, los gestos supuestamente artísticos de la miseria intelectual, la sumisión al poder y el culto a la muerte e impugnamos especialmente cualquier tipo de justificación para los miserables que no lo son por su estatus social, su salud o su estado anímico, lo son por su degradación de la libertad de expresión a costa del sufrimiento de los débiles e indefensos.
Natividad era un perro flaco, condenado a merodear por los cubos de basura, pero era libre y no era un miserable. Si no fuese porque lo elevaría a una categoría que no merece le diría a Guillermo Vargas: ¡Pobre animal!