Si durante muchos siglos unas naciones se aprovechaban de otras en base a colonialismos, esclavitud o armas, durante el siglo XX esto fue cambiando y se oprimía a las naciones y sus gentes en base a la energía, que actualmente es nuestro yugo.

En muchos países el verdadero déficit que se tiene es el de la energía, y en países productores, como muchos de Latinoamérica, también, porque dejan que se explote sus recursos naturales por empresas extranjeras o grandes capitales, como antes hicieron con la caña de azúcar, con el caucho, con …

Hoy en día se consume mucha energía, en aplicaciones térmicas, eléctricas y de transporte, y, pese a que los aparatos cada día son más eficientes, el consumo crece sin cesar.

Por eso hay que llegar a una independencia energética, y en varios factores:

  1. Hay que intentar que toda la energía que se consuma en nuestro territorio se haya generado en él, tanto la materia prima como la energía final. Para ello habrá que analizar los recursos de los que se cuentan y proponer medidas de generación de energía.
  2. Hay que lograr un consumo responsable de la energía, tanto en la industria como en la vivienda, utilizando sistemas eficientes en todo momento.
  3. Hay que democratizar la generación de energía, propiciando redes distribuidas. Esto se puede lograr consiguiendo en la medida de lo posible que toda la energía se produzca en los lugares donde se consuman, siendo los consumidores además generadores de energía, lo que les permitirá depender menos de las grandes compañías energéticas.
  4. Hay que dejar de perjudicar a nuestro planeta por nuestro confort a corto plazo. No se deben seguir explotando recursos a cualquier precio, ni buscar nuevas técnicas como el fracking para la obtención de gas, que dañan nuestro ecosistema de manera irreversible. El futuro está en nuestras manos.

En todos estos puntos, el uso de las energías renovables o de procesos de reutilización de recursos son fundamentales.

En cualquier lugar del mundo se puede generar gas, etanol o biodiesel de los residuos urbanos, realizando plantas que transforman la basura en energía, además de valorizar buena parte de estos residuos para otros usos, como puede ser el abono.

En cualquier lugar del mundo se puede utilizar la energía solar o eólica para generar electricidad en el lugar de su consumo y dejar de necesitar las grandes centrales térmicas o nucleares que dañan su entorno de una manera considerable.

Las energías renovables, en forma de biomasa o solar térmica, pueden hacer que ahorremos en nuestros hogares y empresas una buena cantidad de energía fósil considerable en el calentamiento de agua.

Los vehículos perfectamente podrían funcionar por electricidad, que podría porvenir de energías renovables como la solar, la eólica o la hidráulica, o por biocombustibles, generados a partir de los residuos urbanos.

A día de hoy, los costes de las energías renovables no son demasiado elevados, pero si se quiere cambiar rápido el modelo los estados deberían aportar financiación beneficiosa a los ciudadanos para poder ejecutar sus propios sistemas energéticos y para actualizar las plantas de gestión de residuos para este fin, las cuales deben de estar en manos públicas. Esta financiación generaría inicialmente muchos puestos de trabajo y posiblemente una deuda al sistema, pero a medio plazo significa una reducción considerable del déficit comercial, una menor dependencia de las grandes compañías energéticas y una paralización de la destrucción del medio ambiente por este motivo.

Por tanto, bajo mi punto de vista, una revolución importante debe ser la energética, que si sigue una línea parecida a lo que aquí he esbozado, será un aspecto más de la mayor democratización de la sociedad que queremos conseguir entre todos.

Isaac Torregrosa