Del Río Fernández estudió Teología, Filosofía y Literaturaen la Universidad de Alcalá Teología, Filosofía y Literatura en la Universidad de Alcalá de Henares, graduándose como bachiller en 1780, pero sus inquietudes fueron diferentes a lo estudiado e ingresó en la Escuela de Minería de Almadén, donde destacó por su interés en la minería y la mineralogía.
En 1786 recibió del gobierno español una beca o pensión para que ampliara sus estudios en Europa. Del Rio viajó a París para analizar, junto a Jean D’Arcet, minerales y porcelana, debido al gran interés que en estos productos tenía la Corona española.
De allí se trasladó a Friburgo (Alemania), donde estudiaría con el profesor Werner, el padre del neptunismo. Posteriormente estuvo en la Real Academia de Minas y Bosques de Schemnitz (en Hungría) y volvió a París en 1791 para visitar el laboratorio de Lavoisier, donde conoció al abate Haüy, considerado el padre de la cristalografía, pero esta segunda etapa coincidió con el momento álgido de la Revolución Francesa y estuvo a punto de acabar guillotinado como Lavoisier. Tuvo que huir al Reino Unido donde amplió su formación.
Este contacto con los principales centros e investigadores europeos permitió a Del Río tener acceso de primera mano a descubrimientos científicos y técnicos que aplicaría, modificaría y ampliaría a lo largo de su carrera.
Reforma de la minería en ultramar
En 1792, el Rey Carlos III mandó inaugurar el Real Seminario de Minería de la Nueva España, con objeto de reformar la minería y metalurgia en las tierras americanas, y la enseñanza de minerología le es confiada a Andrés del Río. Allí, con la intención de difundir entre los alumnos los nuevos conocimientos, en 1804 se publicaron las Tablas mineralógicas de Karsten con traducción al castellano realizada por Del Río, una obra con múltiples adiciones, correcciones y anotaciones que incluyen los cambios sugeridos por Humboldt a las tablas de las rocas.
La independencia mexicana
Andrés del Río y Fausto de Elhuyar fueron propietarios de minas y desplegaron una actividad intensa en el terreno de la tecnología minera y metalúrgica, contribuyendo a resolver los problemas en ese sector, iniciando en 1797 la construcción de una máquina de columna de agua o sistema de sifón para desaguar la rica mina del Morán, en el distrito minero de Pachuca Real del Monte, pero el estallido de la Guerra de Independencia en 1810 alteró la vida del país y en 1812 Del Río se trasladó a Guatemala, para asesorar diferentes proyectos y buscar minas de hierro y mercurio.
En 1821, cuando se consumó la independencia de la nación mexicana, Del Río optó por quedarse y contribuir a la consolidación de la institución científica más importante del México Independiente, aunque en 1829 decidió exiliarse voluntariamente cuando se decretó la expulsión de los españoles, tomando como destino los Estados Unidos donde permaneció por espacio de seis años en Washington, Filadelfia y Boston, regresando nuevamente a México donde transcurrió el resto de su carrera.
El vanadio y la polémica
Del Río anunció el hallazgo de un nuevo elemento químico en el despuntar del siglo XIX, en un período de avances vertiginosos en las ciencias químicas, en el que se multiplicó el número de los elementos químicos conocidos., entre ellos el eritronio, conocido en la actualidad como vanadio. El descubrimiento fue realizado por Del Río cuando analizaba —junto con sus ayudantes Manuel Ruiz de Tejada y Manuel Cotero en el laboratorio del Seminario— una muestra mineral del plomo pardo de Zimapán (hoy Estado de Hidalgo), cuyo comportamiento frente a los diferentes reactivos le hizo sospechar la presencia de un nuevo elemento, al cual llamó primero pancromo por la “universalidad de colores” de sus compuestos, y después eritronio debido a que sus sales tomaban un rojo intenso en contacto con el fuego y los ácidos.
La primera noticia del hallazgo del pancromo fue publicada, como una pequeña nota, por el Abate Antonio Cabanilles en el tomo VI, número 16, año 1803, de sus Anales de Ciencias Naturales. Del Río comentó su descubrimiento con Humboldt, quien le transmitió sus dudas acerca de que la sustancia encontrada fuese nueva, sugiriendo que se trataba del cromo descubierto por Vauquelin en 1798.
Para salir de dudas, Del Río le suministró a Humboldt varias muestras del plomo pardo de Zimapán y una memoria en francés con sus análisis realizados, para que las llevase al Instituto de Francia, a su regreso a Europa, donde químicos franceses insistieron en que se trataba de cromo.
Del Río siguió insistiendo en su autoría hasta que en 1830 el sueco Nils G. Sefstrom comunicó el descubrimiento de un nuevo elemento químico en un mineral sueco, al cual bautizó con el nombre de Vanadio en la diosa escandinava de la belleza Vanadis. Casi inmediatamente dos químicos famosos, Woehler y Berzelius, confirmaron el hallazgo y en 1831 dieron a conocer que el vanadio era idéntico al metal contenido en el plomo pardo de Zimapán, reconociendo el descubrimiento realizado por Del Río treinta años atrás.
Al enterarse este último, reclamó sus derechos como descubridor del elemento 23, pero todo fue en vano y nunca vió reconocido su descubrimiento, que sí lo fue después de su muerte en México, donde desde 1964 existe un Premio Nacional de Química con su nombre.
No Comment