Podemos situar el nacimiento del movimiento anti-globalización en la ciudad norteamericana de Seattle en el año 1.999 con las protestas contra una nueva ronda de negociaciones de la Organización Mundial del Comercio.
En la declaración de principios en contra de la OMC se afirmó, entre otras cosas, acerca del libre comercio y la globalización: «han contribuido a la concentración de la riqueza en las manos de unos pocos ricos; han incrementado la pobreza de la mayoría de la población del mundo; y mantienen patrones insostenibles de producción y consumo”.