Sentada esta cuestión previa, hemos de plantearnos una serie de interrogantes que me parecen imprescindibles para analizar este azote de la humanidad. Debemos preguntarnos sobre el por qué y el cómo de la pobreza.
Sin embargo, el afrontar estas cuestiones en forma directa, nos puede conducir a los terrenos cenagosos del dogmatismo y de la demagogia, más propios de programas ideológicos que de análisis científicos. Teniendo en cuenta que estamos interrogándonos sobre aspectos de las sociedades humanas, difícilmente mensurables y en los que la constatación empírica de las hipótesis que se puedan realizar resulta, en la mayoría de los casos, imposible, es por lo que propongo un método de trabajo inverso: Si la pobreza es la ausencia de riqueza, será más fácil analizar el hecho de la riqueza que la ausencia de la misma.
Podríamos definir la riqueza de una nación como el «conjunto de bienes materiales de que dispone la sociedad. Según sea el modo de producción dominante, dicha riqueza es propiedad de toda la sociedad o de algunas de sus clases, grupos y personas.». (Diccionario de Economía Política editado por Borísov, Zhamin y Makárova).
Sin embargo esta definición resulta incompleta por cuanto que constituye una visión estática de la cuestión. De acuerdo con esta definición, Europa Occidental al concluir la Segunda Guerra Mundial sería una zona pobre, pues la práctica totalidad de sus bienes estaban destruidos. Sin embargo diez años después era una zona rica. ¿Es posible que en un período de tiempo tan corto se pasara de la pobreza a la riqueza tan solo con el trabajo de los europeos y con la ayuda norteamericana? o ¿es que había algún componente desconocido de riqueza que nos había pasado desapercibido, que no fue totalmente destruido por la Guerra, y que produjo una abundante cosecha en cuanto fue abonada convenientemente con los dólares americanos y regada suficientemente con el trabajo de los europeos?
[La riqueza de una nación no es tanto lo que se tiene sino lo que se es capaz de generar]
A mi juicio debe prevalecer una visión dinámica de la cuestión: La riqueza de una nación no es tanto lo que se tiene sino lo que se es capaz de generar. La riqueza no es exactamente el patrimonio, sino que más bien es la capacidad de generar renta. Evidentemente la preexistencia de un patrimonio cuantioso colabora a la generación de renta, pero ésta no es una relación sine qua non. Podemos encontrarnos con naciones patrimonialmente ricas sumidas en la pobreza, y con naciones patrimonialmente pobres que nadan en la abundancia.
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Por lo tanto a la hora de afrontar el problema hemos de huir de una visión estática (patrimonialista) y centrarnos en una visión dinámica (rentabilista). Pero ¿cómo se genera renta?
La renta se genera mediante la combinación de los factores productivos, que se clasificaban por los clásicos en recursos naturales, trabajo y capital. Sin embargo me parece más apropiado clasificar los factores productivos en factores tangibles y factores intangibles.
Dentro de los factores productivos tangibles estarían los recursos naturales, las infraestructuras nacionales, las infraestructuras empresariales y los recursos financieros.
Dentro de los factores productivos intangibles estarían la fuerza de trabajo, la tecnología y el know how social.
Y aquí es donde empezaríamos a entender determinadas realidades. Habiendo sido destruidas las infraestructuras nacionales, las infraestructuras empresariales y habiendo desaparecido los recursos financieros, lo que la Guerra no pudo destruir fue la fuerza del trabajo, la tecnología y sobre todo el know how social. Así, en cuanto se inyectaron unos pocos recursos financieros, las economías europeas crecieron de forma frenética hasta alcanzar altos niveles de riqueza.
[Una sociedad necesita una población con una preparación adecuada para asumir el reto del desarrollo]
¿Por qué una inyección de 13.000 millones de dólares entre 1.947 y 1.952 condujo de la ruina total a la riqueza a toda una Europa Occidental, mientras que 46.000 millones de dólares provenientes del petróleo, solo en el año 2.003, no consiguen sacar del subdesarrollo a un país como Venezuela?
Evidentemente porque Venezuela no cuenta ni con la fuerza laboral, ni con la tecnología ni con el know how social que sí tuvieron los europeos de la posguerra.
Vayamos por partes:
Se ha dicho que la fuerza laboral de los países desarrollados es, por lo menos en una parte, una fuerza laboral cualificada, en tanto que la mano de obra de los países subdesarrollados carece de la más mínima cualificación.
Esta afirmación que, en la generalidad, podemos aceptar como cierta, sin embargo no lo es en la totalidad de los casos. Podemos encontrarnos con casos como el de Argentina, que con un aceptable grado de educación en su población, no consigue incorporarse plenamente al tren del desarrollo, pese a contar con unos envidiables recursos naturales.
Una sociedad necesita una población con una preparación adecuada para asumir el reto del desarrollo, pero siendo esto una premisa imprescindible, sin embargo, no asegura por sí misma el crecimiento económico. Podemos afirmar que la cualificación de la fuerza laboral de una nación es una condición necesaria para su desarrollo económico, pero con la misma contundencia podemos afirmar que no es una condición suficiente.
De forma análoga podemos afrontar la cuestión de la tecnología. La tecnología, muy estrechamente ligada a la cualificación de la fuerza laboral, es imprescindible para acometer el desarrollo económico. En una economía globalizada el valor añadido de la producción a largo plazo, se sustenta básicamente en la tecnología. Una mano de obra barata puede atraer inversiones empresariales a corto y medio plazo. Pero a largo plazo el propio crecimiento económico tiende a reducir las diferencias de costes salariales entre las naciones. Así, una vez desaparecido el estímulo de la mano de obra barata, las inversiones tienden a deslocalizarse y, en consecuencia, el desarrollo económico se transforma en un hecho puntual y efímero.
[La democracia no es más que un método basado en «la prueba y el error»]
La única forma de mantener un crecimiento económico sostenido es conseguir un avance tecnológico paralelo al desarrollo económico, de forma que, el encarecimiento previsible de la mano de obra, se compense con una productividad creciente, desincentivando así la deslocalización de las inversiones.
No obstante la observación nos vuelve a cuestionar, por lo menos en parte, esta afirmación. La extinta URSS y los países del Este de Europa consiguieron un aceptable nivel tecnológico, y sin embargo no alcanzaron el desarrollo económico apetecido. Al igual que la cualificación de la fuerza laboral, la posesión de la tecnología, es una condición necesaria para el desarrollo económico, pero tampoco es una condición suficiente.
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¿Qué es lo que estamos pasando por alto? ¿Cómo es posible que países como la antigua URSS, con abundantes recursos naturales, con una fuerza laboral cualificada y con un haber tecnológico razonable no pudieran alcanzar un crecimiento económico sostenido?
A mi juicio, la respuesta está en el «know how social». Utilizo el término know how por su generalizada aceptación en el lenguaje empresarial. Pero, cuestiones lingüísticas aparte, la organización y vertebración de una sociedad son elementos imprescindibles para su desarrollo económico. Ahora bien, hemos de preguntarnos en qué y cómo se materializa este saber hacer social.
En primer lugar podríamos señalar el régimen político del que se ha dotado la sociedad. Sólo las sociedades que se han dotado de un régimen político democrático son susceptibles de alcanzar el desarrollo económico. Es históricamente contrastable que las dictaduras, el populismo y los regímenes teocráticos no han alcanzado nunca el desarrollo económico sostenido. Es posible que hayan alcanzado un crecimiento económico temporal, pero jamás lo han conseguido de forma prolongada en el tiempo. Y esto es así porque, de forma análoga a la evolución natural, la democracia no es más que un método basado en «la prueba y el error».
Una sociedad es algo cambiante y lo que fue válido ayer no tiene por qué serlo hoy. Las sociedades deben dotarse de estructuras que permitan los cambios de enfoque y los cambios de estrategia que posibiliten su adecuación a las nuevas situaciones. Y más allá todavía: una sociedad debe dotarse de los resortes necesarios para cambiar políticas que no alcanzan los objetivos deseados. O como dirían los clásicos: «errar es de humanos, pero perseverar en el error es de necios».
[Una sociedad es algo cambiante y lo que fue válido ayer no tiene por qué serlo hoy]
Estas afirmaciones que, evidentemente, tienen un sustrato ideológico, se ven ratificadas por el hecho de que los cambios de los gobiernos en las consultas electorales vienen, salvo en situaciones extremas, de la mano del deterioro de la situación económica. La salida de las situaciones calamitosas siempre pasa por el cambio.
Otra de las manifestaciones del know how social es la seguridad jurídica. Las sociedades deben dotarse de unas reglas del juego claras, generalmente aceptadas, imperativamente cumplidas y con una duración razonable en el tiempo.
La asunción del riesgo empresarial, motor del crecimiento económico, necesita de una regulación de las relaciones económicas clara. La ausencia de unas mínimas reglas o la profusión y complejidad de las mismas, actúan siempre como elementos desincentivadores de la generación del tejido empresarial.
Además estas reglas deben gozar de una aceptación generalizada. Si no existe esta aceptación el tejido social tiende a jugar el partido fuera del terreno de juego. Así aparecen mercados negros, economías sumergidas y un sinfín de prácticas heterodoxas que a la larga imposibilitan el desarrollo económico sostenido.
Estas reglas tienen que ser imperativamente cumplidas. Las reglas son para todos y todos las deben cumplir, debiendo caer el peso de la Ley sobre todos aquellos que las incumplan. La corrupción o la existencia de personas o grupos «intocables» son elementos distorsionadores del sistema que propician una asignación ineficiente de los recursos por cuanto que la acumulación del capital se concentra, no en las manos de los más capaces, sino en las manos de los más próximos al poder.
[En la medida que la población prospere, prosperará el país]
Y por último, las reglas deben tener una duración razonable. Un proyecto empresarial generalmente es un proyecto a largo plazo. Por ello a la hora de tomar una decisión empresarial estratégica debe contemplarse un escenario temporal amplio. La profusión continua de cambios en el entramado normativo hace imposible la definición de una estrategia empresarial a largo plazo, desincentivando la acometida de proyectos e imposibilitando, a la postre, el crecimiento económico.
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Una manifestación más de este saber hacer de una sociedad es la movilidad social. El crecimiento económico de un país está sustentado básicamente en el crecimiento económico de sus ciudadanos. En la medida que la población prospere, prosperará el país.
Ello me lleva a afirmar que las lícitas pretensiones de mejorar de cualquier persona deben verse acompañadas de unas expectativas razonables de conseguirlo si se aplican el esfuerzo y la valía necesarios. La existencia de castas, oligarquías, aristocracias o grupos detentadores de la riqueza y del poder, constituye, además de una injusticia, una rémora para el desarrollo económico.
Una sociedad no puede permitirse prescindir de los emprendedores privándolos de la posibilidad de prosperar, pues al hacerlo desactiva el principal motor del desarrollo.
A sensu contrario una sociedad no puede permitirse mantener en una situación de privilegio a los incapaces o a los perezosos, pues al hacerlo se carga con una rémora para el desarrollo económico.
La movilidad social es una condición necesaria para el desarrollo económico sostenido.
Y esto nos lleva de la mano a la necesidad de la libertad. Para que una sociedad crezca económicamente de forma sostenida en el tiempo, es necesario que sea una sociedad libre. Libre para pensar, libre para expresarse, libre para elegir a sus dirigentes, libre para trabajar, libre para invertir y libre para enriquecerse.
[Una sociedad no puede permitirse mantener en una situación de privilegio a los incapaces o a los perezosos]
Sólo en un marco de libertad las personas pueden arriesgar su patrimonio y su esfuerzo en proyectos empresariales que redunden en un crecimiento económico. Las sociedades burocráticas que ahogan las iniciativas de los ciudadanos están condenadas al subdesarrollo. No podemos engañarnos: el ser humano sólo pone todo su empeño y toda su ilusión en aquellos proyectos que le puedan hacer mejorar su nivel de vida. Lo que una sociedad debe hacer es facilitar esa incontenible vitalidad, que necesariamente redundará en beneficio de la totalidad de sus miembros.
Pues bien, estos elementos diferenciadores de las sociedades avanzadas son los que deben exportarse a los países menos desarrollados para facilitar su salida de la pobreza.
En el artículo del mes pasado sostenía que contra la pobreza: Globalización.
Pero no solo globalización de mercados, también globalización de la educación, globalización de la tecnología y globalización ante todo del know how social: Democracia, seguridad jurídica, movilidad social y libertad. Sin esta globalización integral, la erradicación de la pobreza en el mundo no será más que un desideratum con el que algunos románticos nos seguirán ofreciendo sus estruendosos brindis al sol.