Si bien los anuncios de bloqueo de carreteras se entremezclan con las convocatorias del partido político MAS de Evo Morales, las movilizaciones rurales hoy confluyen por demandas más antiguas al actual gobierno transitorio que, gracias a la pandemia, se dejan sentir con más agudeza como es el ejemplo de la debilidad en el sistema salud cuyas necesidades de atención estructural ya fueron una demanda en las sostenidas marchas y huelgas de médicos y otros profesionales en salud, que marcaron con intensidad la crisis del gobierno MASista.

Según la Constitución Política del Estado, escrita y aprobada en un largo proceso constituyente en los primeros años de gobierno de Morales, el acceso a la salud es un derecho humano y garantizarla es deber del Estado, un deber que no se ha cumplido comprobadas las actuales condiciones del servicio que se otorga con tantas deficiencias en las ciudades capitales y abismales ausencias en las áreas rurales, motivo suficiente que faculta a los ciudadanos a iniciar acciones legales contra el propio Estado.

En este momento se cumplen 4 meses de cuarentena entre la rígida y la dinámica, en un período en que el país se recuperaba de un brote de arenavirus que traumatizó a regiones tropicales en 2019, no habiéndose conocido todavía si la situación está controlada y teniendo un avance constante de la epidemia del dengue hemorrágico. Desde luego, la presente pandemia de covid19 tiene características distintas por la manera cómo se está manejando la información, los protocolos, los tratamientos, las perspectivas de solución, la investigación y el mercado de medicamentos e insumos médicos como barbijos u oxígeno que no dejaron de ser mercancías con precios sujetos a la economía de libre oferta y demanda que prevalece por encima de las necesidades y derechos humanos más elementales, algo denunciado y protestado por doctores de todo el planeta.

Por eso encontramos correlación lógica entre las pasadas movilizaciones de los médicos y las actuales de los campesinos, siendo lo fundamental dejar de lado el color de la piel y la idea de que existen dos bandos, para lograr entenderlas. Lo primero es que no hay bandos, hay problemas estructurales que afectan a pobres, ricos, blancos, negros, urbanos o rurales por su simple condición de humanos, es decir, a todos por igual y un ejemplo es la salud que, a diferencia de pasadas epidemias que entraban por los segmentos más pobres de la sociedad, esta vez ingresó como resfrío partiendo de los sectores más privilegiados que es donde se registran más casos (aunque a estas alturas hay que tomar en cuenta que en el área rural no hay  posibilidades de llevar registros con la rapidez que la coyuntura exige).

También debemos ver que la movilización campesina de agosto 2020 surge después de que el Tribunal Supremo Electoral anunciara la postergación de la fecha de elecciones nacionales que debían realizarse el 6 de septiembre, que ya tenían un retraso desde mayo por la cuarentena en aquel momento tolerada por el susto global ante la pandemia. Lo lamentable es que existe una mezcolanza con la demanda del partido de Evo que ha estado amenazando con movilizaciones si no se llevan a cabo las elecciones y por eso va costar mucho que los sectores campesinos no masistas ni evistas, vayan cobrando apoyo a pesar de las constantes aclaraciones que hacen por ejemplo importantes sectores campesinos del altiplano paceño cuyas acciones han cambiado más de una vez el curso de la historia boliviana, como ser Puerto Pérez, Batallas o Achacachi.

Para variar, como ya es una herramienta de ataque y contraataque, circulan por las redes virtuales de internet videos e imágenes pasadas mal utilizadas para confundir y neutralizan las opciones de análisis congruente de la situación.

Las comprobaciones más controvertidas de dicha mezcolanza en los últimos días son las denuncias de dirigentes campesinos que sufren persecución y violencia por oponerse a la convocatoria del MAS, tal como sucedía durante su gobierno. Paralelamente hay denuncias de que los bloqueos rurales no dejan pasar camiones con tubos de oxígeno medicinal que, aunque son de empresas privadas para abastecer la demanda en las ciudades y no son insumos que el gobierno haya gestionado para atender pacientes del área rural u hospitales públicos, igualmente impedir que lleguen a su destino es para considerarse un atentado.

Una consigna que se deja escuchar en algunos de los puntos de bloqueo que circundan a la ciudad de La Paz es no dejar pasar los alimentos desde el campo, pero resulta que la mayoría de las cosechas ya han terminado y estamos iniciando el mes de los rituales aymaras a la tierra que duran todo agosto, además de las tareas agrícolas que consisten en remover los surcos para dejar entrar el aire, un procedimiento después del cual sigue la siembra.  Por eso es que con este tipo de consignas, solamente se divide a la población cuando los campesinos podrían lograr un apoyo generalizado en este año especial en que recibieron el reconocimiento sensible de las ciudades cuando en los meses de abril y mayo, muchos lograron hacer llegar los alimentos recién cosechados a precios normales, manteniendo un abastecimiento suficiente a pesar del control uniformado en las calles y de las extorsiones que experimentaron en las carreteras, demostrando que tienen el poder para convertirse en un factor de cohesión social en lugar de odio sectorial, ya que alimentaron a la gente sin ayuda del gobierno, como siempre.

Es así que las movilizaciones rurales en este momento son criticadas como irresponsables fuentes de proliferación del contagio, pero la crítica no observa que tenemos otra pandemia que detener usando las elecciones nacionales a modo de primer cortafuegos, pandemia que se denomina ingobernabilidad. De esta manera salga quien salga presidente, habremos transitado a otro escenario donde la fuerza campesina y los otros sectores en emergencia: médicos, profesores, pacientes hospitalizados, cocaleros, periodistas, jubilados, discapacitados, familias de desaparecidos, indígenas, ambientalistas, víctimas de retardación de justica, estudiantes, etc. (que también usan desde hace años los bloqueos y marchas); podrán encauzar las demandas en espacios de decisión y no en el actual espacio de transición que es lo mismo que estar en el limbo político, volando a piloto automático con las últimas gotas de combustible democrático.

Las elecciones se pueden lograr aplicando las suficientes medidas de bioseguridad como ya sucedió en meses recientes en varios países. Así como vamos al mercado y a la tienda todos los días a manosear los productos sin respetar las exigencias de prudencia, distancia e higiene, se puede acudir a la mesa de sufragio con algo de responsabilidad. Por otro lado, el miedo a un nuevo fraude electoral no será solucionado con la cura para el coronavirus, así que el desenlace político electoral es necesario y urgente, igual que la articulación social porque enfrentarnos ahora entre nosotros solo provocaría una involución democrática que no merecemos. Y por involución entendamos tanto el accionar masista que nunca demostró coherencia política y está derrochando las últimas cuotas de apoyo conformista, como el accionar de los grupos racistas del extremo contrario que sembraron el terror medialunista y que están acumulando deudas ambientales por los incendios agroindustriales de la amazonía y la chiquitanía.