Carta de un machista
Hará unos meses escasamente, estaba el hijo de unos amigos íntimos probándose el uniforme del colegio antes de empezar el curso escolar, los pantalones eran de un color oscuro, marrón, y la camiseta era blanca.
Hará unos meses escasamente, estaba el hijo de unos amigos íntimos probándose el uniforme del colegio antes de empezar el curso escolar, los pantalones eran de un color oscuro, marrón, y la camiseta era blanca.
El mundo se estremeció cuando 276 alumnas fueron retenidas en una escuela de Chibok, en Nigeria, hace poco más un año. Fue uno de los sistemáticos secuestros en masa que cometen grupos terroristas como Boko Haram o Estado Islámico en zonas de conflicto. Desde entonces, la situación no ha mejorado: miles de mujeres y niñas permanecen cautivas en países como Congo, Irak, Siria o Myanmar.
La Corte Penal Internacional (CPI) está lejos de ser el organismo global diseñado para perseguir a responsables de crímenes contra la humanidad, como prometió durante su establecimiento en 1998. La incapacidad de La Haya para castigar a genocidas se ilustra con el caso del presidente de Sudán, Omar al Bashir, quien se ha paseado por África a pesar de que enfrenta una orden de arresto internacional desde hace seis años.
Se gastan más de 120 millones de dólares anuales en programas contra la esclavitud moderna, pero poco se sabe de su eficacia.
El turismo sexual se ha convertido en una categoría más de los viajes contemporáneos, al mismo nivel que el turismo cultural, el rural o el de playa. La expresión se forjó para dar nombre a una realidad, la de millones de personas viajeras que mantienen relaciones sexuales pagadas en sus lugares de destino.
En el momento en que la comunidad internacional evalúa si hemos cumplido los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), lo primero que podemos constatar es que, desde que éstos se definieron, la agenda de salud global ha sufrido una transformación profunda. De aquellas promesas cuya misión era evitar las muertes prevenibles en países de renta baja, el interés ha girado, en poco más de una década, hacia inquietudes mucho más cercanas. Los recortes en los sistemas de salud en los países del Estado de bienestar, la falta de investigación para dar respuesta a la creciente resistencia a antibióticos o el inaccesible precio de los medicamentos innovadores para curar enfermedades como la hepatitis C desvelan una nueva realidad.
Alrededor de 168 millones de niños en el mundo son víctimas del trabajo infantil, de los que 120 millones tienen entre 5 y 14 años, de acuerdo con los últimos datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Más de 85 millones de ellos realizan trabajos peligrosos, una cifra que afortunadamente se ha reducido a la mitad desde el año 2000.
Los Estados utilizaron la pena de muerte en un intento fallido de hacer frente a la delincuencia, el terrorismo y la inestabilidad interna. El fuerte aumento del número de condenas a muerte se debió en gran medida a Egipto y Nigeria: en todo el mundo se impusieron al menos 2.466 condenas, un 28 por ciento más que en 2013. Se registraron 607 ejecuciones, casi un 22 por ciento menos que en 2013 (sin incluir las llevadas a cabo en China, país que ejecutó a más personas que el resto del mundo junto). Se sabe que hubo ejecuciones en 22 países, la misma cifra que en 2013.
Un número alarmante de países utilizaron en 2014 la pena de muerte para responder a amenazas o supuestas amenazas para la seguridad del Estado y la seguridad pública planteadas por el terrorismo, la delincuencia y la inestabilidad interna. Así lo ha concluido Amnistía Internacional en su examen anual de la pena de muerte en el mundo.
Detrás del negocio de la prostitución no hay trabajadoras del sexo liberadas gracias a la legalización o la irrupción de Internet, sino sociedades donde el hombre y la mujeres no tienen el mismo valor.
La gestión de los derechos humanos por parte de empresas es uno de los grandes caballos de batalla en un mundo globalizado en el que la actividad industrial impacta directamente en la vida de las personas.