Niños examinando piedras en busca de cobalto. © Amnesty International y Afrewatch

Estos niños y niñas mineros, algunos de tan sólo siete años, viven en la República Democrática del Congo (RDC), en el centro de África. Puesto que más de la mitad del cobalto del mundo procede de la RDC, que una quinta parte la extraen mineros artesanales (o informales), y que en el sur del país, donde se extrae el cobalto, trabajan unos 40.000 niños y niñas, es muy posible que nuestro teléfono contenga trabajo infantil.

Apple y Samsung se niegan a decirnos si sus cadenas de suministro de cobalto están empañadas por el trabajo infantil. Tienen el deber de hacerlo para que lo sepamos y podamos elegir en consecuencia.[/quote]Sin embargo, los fabricantes de teléfonos —marcas globales entre las que se encuentran Apple o Samsung— se niegan a decirnos si sus cadenas de suministro de cobalto están empañadas por el trabajo infantil. Tienen el deber de hacerlo, de comprobar y abordar esta cuestión en sus cadenas de suministro, y dar así ejemplo al resto del sector.

Todos estamos de acuerdo en que nuestros teléfonos son imprescindibles, pero no podemos prescindir de los derechos de los hombres, mujeres, niños y niñas cuyo trabajo los hace funcionar.

Niños y niñas mineros

UNICEF calcula que unos 40.000 niños y niñas trabajan como mineros artesanales en el sur de la RDC, muchos de ellos extrayendo cobalto. Algunos mineros artesanales utilizan cinceles y otras herramientas de mano para cavar agujeros de decenas de metros de profundidad, a menudo sin permiso de ningún tipo. Otros suben a mano hasta la superficie piedras ricas en cobalto. Aunque conocimos a un niño que había bajado a los pozos, la mayoría de los niños y niñas mineros trabajan en la superficie, examinando los escombros y las piedras en busca de fragmentos de mineral que luego clasifican y lavan.

“Trabajé en las minas porque mis padres no podían pagar mi comida y mi ropa. Papá está desempleado, y mamá vende carbón.” Arthur, de 13 años, que trabajó como minero de los 9 a los 11 añosYa bajen a los agujeros —que no están apuntalados y corren peligro de derrumbarse— o se dediquen a clasificar y buscar entre las piedras descartadas, los peligros son numerosos.

Muchos de los niños y niñas con los que hablamos nos dijeron que enferman con frecuencia. La inhalación de polvo de cobalto puede causar fibrosis pulmonar, una enfermedad potencialmente mortal. El contacto del cobalto con la piel puede causar dermatitis, un sarpullido crónico. Sin embargo, ni los niños y niñas ni los demás mineros tienen máscaras ni guantes con los que protegerse.

© Amnesty International y Afrewatch

© Amnesty International y Afrewatch

Los niños y niñas nos dijeron que soportaban largas jornadas —de hasta 12 horas diarias— de trabajo en las minas, levantando enormes cargas de entre 20 y 40 kg por uno o dos dólares estadounidenses por jornada. Muchos no tenían nada que comer en todo el día. Paul, de 14 años, que empezó en la minería a los 12 y hacía trabajo subterráneo, nos contó que a menudo “pasaba 24 horas allí abajo, en los túneles. Llegaba por la mañana y me marchaba a la mañana siguiente”.

Vulnerables y víctimas de explotación

Muchos de los niños y niñas trabajan para poder ir a la escuela. Aunque, por ley, la educación primaria es gratuita y obligatoria en la RDC, la falta de financiación por parte del Estado provoca que las escuelas cobren a los padres para cubrir costes como el salario de los docentes y los libros. Estos costes oscilan entre los 10 y los 30 dólares estadounidenses al mes: más de lo que la mayoría puede permitirse.

De los niños y niñas con los que hablamos, los que iban a la escuela trabajaban 10 o 12 horas durante el fin de semana y las vacaciones escolares, y trabajaban también antes y después de la jornada escolar.

“Vendía a negociantes que tenían balanzas, pero otros no tenían (…) y se limitaban a calcular el peso: nos pagaban menos que a los adultos” Loïc, 13 años[/quote]Varios niños y niñas habían sido golpeados o habían presenciado cómo eran golpeados otros por guardias de seguridad cuando entraban en tierras pertenecientes a otras empresas mineras. A los niños que recogían, clasificaban, lavaban, trituraban y transportaban los minerales los comerciantes les pagaban por saco. Al no tener manera de saber el peso del saco o la calidad del cobalto que habían recogido, los niños tenían que aceptar lo que los comerciantes quisieran pagarles, y quedaban así expuestos a la explotación.

La participación de niños y niñas en la minería está ampliamente reconocida como una de las peores formas de trabajo infantil. Los gobiernos tienen el deber legal no sólo de impedirla, sino de eliminarla por completo. Y los fabricantes de productos tienen el deber de comprobar si hay trabajo infantil en sus cadenas de suministro, abordarlo cuando lo descubran, corregirlo y hacer públicas las medidas que han tomado.

La respuesta oficial hasta el momento

Antes de publicar nuestro informe, This is what we die for, recibimos una serie de respuestas de las empresas que citábamos. Algunas empresas han negado el vínculo. Desde la publicación, la empresa con sede en China Zhejiang Huayou Cobalt Company, uno de los principales fabricantes de productos de cobalto del mundo, ha manifestado que está analizando nuestros hallazgos y que va a desarrollar un sistema de diligencia debida. Algunas de las otras marcas globales citadas en nuestro informe también nos dijeron que están examinando nuestras conclusiones. Hasta ahora, ninguna ha demostrado que esté llevando a cabo comprobaciones de su cadena de suministro que cumplan las normas internacionales.