Antes que nada, y para que no se diga que las personas que pensamos diferente somos radicales ni extremistas, ni inconformistas, le diré aunque parezca chocante que he hecho un esfuerzo de empatía por comprender todo lo que ha dicho. Y quizá le sorprenderá que le diga que la entiendo perfectamente. Sí, es verdad que coser empodera, al igual que empodera limpiar, cocinar o hacer cualquier tarea del hogar, pero se ha olvidado de lo más importante, empodera cuando lo hacemos por propia voluntad, no por obligación. Empodera cuando ganamos dinero con ello, cuando es nuestro trabajo remunerado, porque como suele decirse, el trabajo dignifica y da libertad económica. Se ha olvidado de ese pequeño matiz.

Cuando mi madre era pequeña y cumplió con lo básico que se suponía que tenía que saber en el colegio la sacaron para llevarla a costura. Su hermano sin embargo estudió con becas, porque valía, eso dijeron, y sí, eso demostró más tarde, cosa que se olvidaron de preguntarle a ella o averiguar las personas de entonces que son las de su misma ideología, los de una España grande y única, los de ir a la iglesia los domingos y fiestas de guardar, los de las mujeres en casa porque para eso han nacido, esos, ni se lo plantearon, que ella quisiera o valiese para estudiar. Pero ella también valía y quería, y no pudo. Luego mucho más tarde, lo demostró. Y sí también cosió y mucho. Porque como dice el refrán, “no hay mal que por bien no venga”, y ella se enseñó a coser muy bien, porque era muy inteligente. En sus últimos años de vida cosió trajes de falleras, preciosos, un verdadero don. No todo el mundo sabe hacerlo bien. Es como bordar un mantón, o pintar un cuadro. Es un arte. Y sí, eso la empoderó y mucho. Porque esos trajes se pagan muy bien, y como en una pasarela de moda, se lucen por la calle y eso la llenaba de orgullo. Y cómo no, le dio satisfacción y le permitió ser más libre y disfrutar de sus ganancias.

Y cuento todo esto, para explicarle lo equivocado de su discurso. A una mujer, igual que le pasaría a un hombre no le empodera coser, por el simple hecho de serlo. No es lo mismo hacer las cosas por obligación que por devoción. Y es verdad que si no se cosiese, se limpiase, y se hicieran todas las tareas de cuidado en los hogares, el mundo sería un caos. Pero la trampa más grande del patriarcado ha sido esa, hacernos creer a las mujeres que por el simple hecho de serlo, esa es nuestra tarea asignada por naturaleza, que no podíamos estudiar o trabajar o hacer cualquier cosa que estuviera destinada a los hombres para su éxito social o fuera del hogar. Y eso se llama dominación, discriminación y desigualdad real e histórica, a la que las mujeres hemos estado relegadas durante siglos. Eso es un hecho y una realidad. Ha sido una injusticia y un engaño que el tiempo, la democracia y la igualdad legal, se han encargado de demostrar. Ahora las mujeres estudian y trabajan y lo vemos normal.

Por eso, su discurso suena tan ridículamente absurdo, porque le falta lo principal, la razón de coser ese botón. A qué se refería, ¿A que es nuestro deber por naturaleza, igual que pueden ser otras tareas domésticas o reproductivas? ¿O a que coser, limpiar o cuidar a otras personas nos puede empoderar ganándonos la vida con ello, como hacen tantas personas en guarderías o residencias? Porque esa es la clave.

Por otra parte, no existe la “violencia feminista”. El feminismo no ha matado nunca a nadie, el machismo sí asesina todos los días en nuestro planeta a miles de mujeres, que somos la mitad de la humanidad, no un colectivo, párese a pensar si eso no es un problema social y hay que atajarlo desde la política con leyes específicas, esas leyes que su partido verde dice que son “liberticidas”, que ya ve, que ni con ese tipo de leyes conseguimos erradicarlo. La ley de violencia de género quizá no sea perfecta, como todas las leyes, pero ha ayudado a muchas mujeres a salir de un infierno, y seguro que ha salvado a otras muchas de una muerte segura. Esa ley tuvo su origen, su punto de inflexión en Ana Orantes. Igual no sabe quién es, se lo explico. Es esa mujer que fue a la televisión en 1997 y relató los maltratos y palizas que recibía de su marido durante más de 40 años y que unos días después de sus declaraciones él la quemó viva.

“Lo personal es político”. Esa frase del feminismo visibilizó la violencia sobre las mujeres en el hogar, pasando de ser un problema privado a un problema social, y cambió eso de que según las leyes y la religión una mujer por haberse casado con un maltratador y manipulador, debía aguantar hasta el fin de sus días. Eso es lo que ha intentado cambiar la ley contra la violencia de género, que tanto les molesta. Pues ojalá no hubiese hecho falta, ojalá no hubiese habido una desigualdad tan brutal que hiciese creer a algunos hombres que las mujeres somos su posesión, hasta el extremo de matarnos, de matar a sus propios hijos y de matarse ellos mismos. Sí, eso también es consecuencia del machismo, llevado a su máxima expresión. Por desgracia, todo eso existe, sucede a diario. Y no hagamos culpables a las mujeres de ello. Nosotras solo queremos vivir en paz, en igualdad y sin violencia.

Y también le diré, por si no lo sabe, que si usted está ahora mismo en esa tribuna diciendo toda esa serie de sandeces, sus “tontadas”, es porque tiene libertad y estamos en una democracia. No nacimos así, hombres y mujeres, con igualdad. Es gracias al feminismo que se consiguió el sufragismo de las mujeres y todos los demás derechos políticos, civiles y sociales iguales a los hombres, no superiores como cuando mandaban los suyos. El feminismo es igualdad, no lo olvide. Hace más de doscientos años, cuando Olympe de Gouges se atrevió a querer estar en esa tribuna por haber participado en la Revolución Francesa, esos, los de la “liberté, egalité y fraternité”, la guillotinaron, como hicieron con la monarquía, porque ellas, las mujeres, también les estorbaban. Y no iban a cambiar el orden establecido por “naturaleza” que tanto el poder como la iglesia se encargaban de corroborar.

Así que piense porqué Simone de Beauvoir una filósofa francesa que no pudimos leer en este país durante cuarenta años del franquismo, (o si lo prefiere nuestra homónima española Carmen de Burgos, precursora del feminismo, el voto de las mujeres, la ley del divorcio y la educación sexual a principios de siglo XX, a la que creo que la historia le debe un reconocimiento), dijo aquello de: “Una mujer no nace, se hace”. Eso significa que hombres y mujeres aprendemos a ser lo que nos han dicho que somos por naturaleza, ellos fuertes y valientes y nosotras débiles y sumisas, por poner un ejemplo. Ellos eran el poder y el éxito, y nosotras éramos “lo otro”, las que se quedan en casa para que ellos puedan conseguirlo. ¡Cuánto potencial femenino se ha perdido la política y el mundo laboral por no contar con las mujeres! Párese a entenderlo, como yo he hecho con usted, por respeto, no a mí, sino a todas y todos que lucharon para conseguirlo, a esas a las que llamaron locas, histéricas y brujas, como tantos grandes pensadores y filósofos que analizaban e intentaban encontrar el sentido de la vida, pero no se paraban a pensar en que las mujeres no somos inferiores, eso lo daban por hecho.

En este país hasta la democracia de los años 70 una mujer no podía firmar un contrato de trabajo si no le firmaba un hombre, no podía tener una cuenta bancaria a su nombre si no firmaba un hombre y por supuesto iba a la prisión por adulterio, un hombre no. Y eso era legal. Legalmente las mujeres éramos comparables a una persona discapacitada o menor de edad. Y todas estas explicaciones son la base de mi trabajo, como agente de igualdad, enseño al alumnado esas desigualdades que hemos padecido y seguimos padeciendo las mujeres, para que no vean “normal” lo que se aprende con la excusa de la pertenencia a un determinado sexo. Y no, no es adoctrinamiento, ni ideología de género, es enseñar respeto, libertad y tolerancia, conceptos y valores que su partido al parecer no entiende. Y si el problema es el nombre, no lo llame feminismo, llámelo humanismo como decía Clara Campoamor. No sé si sabe quién es. Gracias a ella las mujeres pudimos votar en este país en 1933, durante la segunda república. A ella sí que le han dedicado una serie de dos capítulos en TVE, puede verlo, más de ochenta años después. En la escuela no nos enseñaban eso, esa parte de la historia era y sigue siendo silenciada.

Esa gran filósofa francesa también dijo aquello de “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”. Y usted es un buen ejemplo de ello. Las mujeres a veces somos machistas y nos echamos piedras a nuestra propia cabeza. Este año la Asamblea de Madrid no ha conmemorado el Día Internacional contra la violencia de género por personas como usted y su partido, porque no quieren que nada cambie, porque todo está bien así, las mujeres cosiendo y aguantando maltratos en el hogar y los hombres saliendo a por el éxito social y el poder.

Esa es la base de los ideales que su partido defiende. Así que deje esa tribuna y vaya a hacer las tareas que según usted por naturaleza le corresponden, cosa ese botón, o limpie, o planche, que es verdad que las manualidades son muy buenas para el ánimo y el bienestar personal, pero hágalo por obligación, no por devoción, hágalo sin ganas, no porque le guste, y ya me dirá como se siente dentro de unos años.

Anna Carbonell Piqueres