“Es de necio confundir valor y precio”, advirtió con exquisita clarividencia D. Antonio Machado. 

Han sido necios quienes, en la década de los ochenta del siglo pasado, sustituyeron los valores por lo precios, la justicia social y los principios democráticos por las leyes del mercado.

Fueron necios y culposos el Presidente Reagan y el Partido Republicano de los Estados Unidos al que tan radicalmente representó. Y fue necia la Primer Ministro Margaret Thatcher. Los valores éticos se sustituyeron por los bursátiles. Marginaron a las Naciones Unidas sustituyéndolas –no me canso de repetirlo, porque sigue siendo intolerable- por grupos plutocráticos de 6, 7, 8… 20 países.

Pero fueron muy necios también los que, progresivamente fueron adoptando las directrices globalizadoras neoliberales, que han conducido a un peligroso incremento de las desigualdades, a desgarros sociales, a unos cuantos millonarios más, a muchísimos pobres más, desahuciados, desempleados, humillados…

Necios han sido los que en lugar de hacer frente a estas tendencias con una educación de calidad –para formar a seres humanos “libres y responsables”, como establece la Constitución de la UNESCO- han seguido las indicaciones de los Informes PISA que, lógicamente, por proceder de la OCDE, procuran el tener y no el ser.

Han sido necios y perversos los promotores. Pero también necios, muy necios, los que han seguido las infaustas directrices. Porque han confundido los valores con los precios. Porque siguen anclados en el dinero…

Pero pronto serán muchos los que, totalmente de acuerdo con D. Antonio Machado, no consentirán que les sigan imponiendo unas normas de conducta que han conducido a una situación humanamente inadmisible.

Para irse es necesario haber estado antes. ¿Se irá el Reino Unido de la Unión Europea?

¿Se cumplirán las malhadadas perspectivas de un referéndum “Brexit”, para que los británicos se revistan de un “amplio deseo popular” para abandonar a la Madre Europa? ¿Cómo pueden pretender los ingleses separarse si nunca se han unido? Inglaterra sigue teniendo como divisa la libra y no el euro, que es, para nuestro infortunio, lo único que une actualmente a la “Unión Europea”, esta UE que en lugar de ser símbolo de la puesta en práctica de la excelente Carta de Derechos Fundamentales del año 2000 y aparecer como atalaya y torre de vigía de una democracia genuina, ha ido debilitando progresivamente los esenciales pilares sobre los que se asentaba y es ahora una simple unión monetaria, sin unión política ni económica, obediente a las instrucciones que recibe del Partido Republicano de los Estados Unidos.

Por cierto, el señor Cameron siguió el ejemplo del Presidente demócrata Barak Obama y, en lugar de sólo austeridad, recortes y primas de riesgo, emitió –como hizo Obama con Bernake en los Estados Unidos, con más de 300 mil millones de dólares- unos 70 mil millones de libras esterlinas en calidad de incentivos para la creación de trabajo y desarrollo económico.

El Reino Unido no tiene, por tanto, ni la divisa de la Unión Europea ni sus normas económicas. Y, por si fuera poco, cobra un cuantioso “british check”…

Nunca estuvieron. Sería bueno que ahora decidieran integrase en una unión política basada en los “principios democráticos” que con tanta lucidez establecieron en 1945 quienes redactaron la Constitución de la UNESCO. Y que contribuyeran a la refundación de unas Naciones Unidas dotadas de la autoridad moral y física que se requiere con urgencia en la era digital. Iríamos juntos, volviendo a restablecer los valores éticos donde se han situado los bursátiles.

Hay que poner coto, de una vez, a la debacle de toda índole que conlleva la globalización, seguida ya sólo en Europa por gobiernos carentes de brújula y camino.

5736927396_7e43eec680_b“Si no nos dejan soñar, no les dejaremos dormir”.

Me encantó este “poster del 15-M”. Me sigue encantando ahora. La historia reciente contiene suficientes ejemplos de lo que parecía imposible… y hoy es realidad. “Lo conseguimos porque no sabíamos que era imposible”… “Sólo quienes son capaces de ver los invisibles –y no sólo lo que iluminan los focos de la comunicación- serán capaces de hacer los imposibles”… “Todo está por-hacer y todo es posible… pero, ¿quién si no todos?”, escribió Miquel Martí i Pol en unos versos que no me canso de repetir. Hoy podemos promover grandes clamores populares. El tiempo del silencio ha concluido. El tiempo de “no hay remedio” ha terminado. Inventemos el futuro. Ahora es un buen momento, porque la tensión humana que favorece la creatividad.

Soñemos y actuemos… y, si no dejan que nuestros sueños conviertan imposibles ayer en posibles mañana… no les dejaremos dormir!

El fútbol, de deporte a negocio y corrupción de grandes proporciones

Me encanta el fútbol como espectáculo, como afición, como afiliación también. Pero todos los abusos son malos y, con frecuencia, derivan en situaciones extremadamente perjudiciales.

La desafección política y religiosa ha ido dando paso a una afición futbolística caracteres perniciosos, hasta llegar en algunos casos a una auténtica demencia, a desbordamientos incontrolados de decoro y dignidad.

Se habla de “mercado de verano, de otoño, de invierno”… Creo que algunos traspasos e incorporaciones de futbolistas deberían realizarse de otra manera.

Se programan los acontecimientos deportivos en los medios audiovisuales de tal manera que la audiencia permita enormes ingresos y hacen públicos precios inadmisibles comparativamente, ya que constituyen un agravio que los mismos futbolistas, en manos de “administradores únicos”, no ven con agrado.

Llevan en las camisetas nombres de países, empresas o instituciones que, con algunas excepciones, desacreditan a los jugadores, convertidos en “hombres-anuncio”.

Luego resulta que algunos de estos países han promovido la corrupción en la FIFA –sí, ¡también la Federación mundial, alentada en ocasiones por las nacionales…!- y el conjunto resulta otro “espectáculo” deplorable. Me gusta el fútbol. Por eso quisiera que se tuviera el coraje de arrancar de las camisetas letras que no se merecen porque mancillan al deporte y a los deportistas. Y proceder, con todo el peso de las aficiones sanas y amantes del deporte, a poner a los corruptos en su sitio. Quienes así lo hicieran se ganarían un aplauso adicional de los aficionados “de verdad”. ¿Y los obcecados forofos? Se irían convirtiendo en “aficionados”…