Los cambios que nos proponen aunados a un mundo cada vez más globalizado requieren repensar nuevas fórmulas de gobierno. Entre las prioridades de cualquier agenda política ambas realidades deberían ocupar un lugar destacado.

En un mundo cada vez más globalizado en el que los flujos financieros apenas encuentran obstáculos a su movimiento de intereses, el progreso tecnológico que le sustenta puede aportar nuevas oportunidades para que esa libertad de movimientos afecte, deliberada y universalmente, al comercio y al intercambio del conocimiento, redundando en una mayor calidad de vida y en el afianzamiento de los valores y los derechos humanos reconocidos por Naciones Unidas. Reducir la brecha económica y social que separa a los países más avanzados de aquellos que luchan por sobrevivir debería ser el reto más importante de cualquier gobierno, un desafío global que también afecta al ámbito local. Y es en este entorno más cercano en el que se han de sentar las bases para avanzar hacia la consecución de ese objetivo superando las tensiones que se generan entre lo local y lo global.

La sociedad-red de hoy estimula múltiples relaciones de intereses que desbordan cualquier frontera haciendo tambalear las tradicionales formas de gobernar. Las nuevas redes de telecomunicaciones junto con las infraestructuras de comunicaciones y la mejora de los transportes de viajeros y mercancías reducen en tiempo las distancias difuminando las barreras que antaño definían lo lejano de lo cercano. En este marco global las decisiones escapan con frecuencia de los ámbitos de acción tradicionales, la centralidad ya no es una necesidad por lo que los territorios están expuestos a una lucha incesante por mantener o ganar competitividad en este entorno cambiante.

Pero esta lucha de lo local por posicionarse como un espacio de decisión, en esta escena global, no tiene por qué ser fratricida. En la colaboración existe una oportunidad más para que las desigualdades de hoy se reduzcan mañana y éste es otro de los grandes desafíos de los gobiernos locales. Liderazgo, proximidad y cooperación son tres buenos instrumentos para emprender una nueva forma de gobernar en este nuevo escenario en el que los territorios y sus actores tienen mucho que decir y que aportar.

En este contexto todos los agentes -públicos, privados y sociales- pueden y deben poner en valor y en común sus potencialidades para favorecer y fortalecer ese posicionamiento local que permita atemperar las particularidades y los intereses de cada actor asegurando, en todo momento, el interés general y la mejora de la calidad de vida. Poder blando frente a poder duro, influir sin imponer, gobierno relacional o gobernanza es el nuevo reto de los territorios. Liderar este proceso en el que la proximidad y la cooperación resultan imprescindibles es un nuevo rol que han de asumir los gobiernos en este mundo interrelacionado.

Con la gobernanza las jerarquías se disuelven, se potencia la confianza y la cooperación y se fortalece la política. Los territorios que la practiquen dibujarán un nuevo ámbito de decisión en esa red de relaciones policéntricas que conforman este nuevo espacio global capaz de transformarlo todo. Pero para conseguir que se concentren y materialicen los valores universales en ese ámbito local hemos de procurar que todos sus interlocutores pueden ejercer una participación de calidad, en la que la información ha de ser accesible, completa, fluida y transparente.

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Potenciar la participación para potenciar la gobernanza.

Potenciar el derecho de la ciudadanía y de los territorios en el que ésta se integra a participar activamente en los asuntos públicos que les afectan es uno de los objetivos principales para alcanzar una gobernanza efectiva y un fortalecimiento de la democracia. En este sentido, las TIC vuelven a adquirir un papel preponderante, si bien se han de adaptar a los valores del tipo de democracia que se quiera impulsar –representativa, participativa o deliberativa-, así como asegurar el acceso de la ciudadanía a estas tecnologías. De no afrontar esa adecuación y este acercamiento estaremos confundiendo a los ciudadanos, entorpeciendo un importante proceso de socialización, debilitando las expectativas generadas en las TIC y, lo que es peor, se resentirá la credibilidad de la acción política.


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Cuando hablamos de participación de la ciudadanía en los asuntos públicos las instituciones que la fomenten deberán anteponer su calidad a la cantidad. Para ello la información ha de estar disponible el tiempo suficiente para su análisis y ha de ser accesible, fiable y comprensible. Es aquí donde el acceso a las TIC vuelven a protagonizar este proceso al eliminarse las barreras del tiempo y el espacio que dificultan el empoderamiento ciudadano de la información.

Pero en el ámbito de la deliberación el uso de las TIC aporta grandes expectativas. A los espacios formales de discusión se abren aquellos otros virtuales que permiten, a los afectados por las decisiones políticas, la discusión previa y la interacción de los representantes, democráticamente elegidos, con los electores, incrementándose las alternativas de solución y la legitimación de la decisión final. No se trata por tanto de sustituir el sistema tradicional de democracia representativa sino de complementarlo y enriquecerlo con la democracia deliberativa. Se desjerarquiza el centro de decisión para fortalecer aquellos otros que emergen en la sociedad-red. Se gobierna con estrategias cooperativas en la que se agranda el espacio público en detrimento del privado.

En definitiva con la potenciación de la participación ciudadana se legitima la acción política, se favorece ese espacio común capaz de generar polos de atracción que refuercen el posicionamiento del territorio en el nuevo escenario global reforzado por la sociedad-red, y la ciudadanía adquiere un papel relevante al servicio de una sociedad más justa y solidaria. Con esa involucración ciudadana se propone una alternativa a esa otra globalización sin futuro que tiende a distanciar a los países ricos de aquellos en desarrollo y, en el propio territorio, a las ciudadanas y los ciudadanos mejor posicionados de los más desfavorecidos. Tenemos las herramientas, tan sólo nos queda tomar la decisión política para que estas aspiraciones sean la realidad de un futuro sostenible en el que todos los pueblos disfruten de su derecho a vivir en condiciones dignas.