Sin que sorprendiera a nadie, Atresmedia fue el medio elegido en detrimento de los canales públicos y es que en estos tiempos, creo que en todos, la pela es la pela. El debate fue el esperado, ningún proyecto concreto, mucho barullo, mentiras y cintas de vídeo; sin sexo. Pero lo más importante y tal vez el objetivo del mismo, era el de tratar de atraer los votos de los dos sectores para concentrarlos en una sola papeleta.
No sé si todavía es pronto, conveniente y positivo, celebrar el regreso del bipartidismo, pero eso es lo que hay. Cualquier aumento de las posiciones a la izquierda del PSOE, mediatiza la continuidad de Sánchez en la Moncloa; un crecimiento de VOX, condena a Feijóo a entregarse en brazos de la ignorancia y de la intolerancia. Y aunque en las democracias es muy bueno el pluralismo, la inexperiencia en política institucional de Podemos y el populismo xenófobo, homófobo y discriminatorio de VOX, han hecho decrecer las opciones de izquierda entre cierto electorado y aumentado las de extrema derecha entre el lumpen, la inopia y el caciquismo que, mal nos pese, prevalece.
Lo importante en el debate no era el de ser más convincente, más incontestable, más elocuente ni más irrefutable que el oponente. Los datos estaban convenientemente tergiversados, los argumentos eran los mismos de siempre, las descalificaciones las esperadas… y el vacío, el resultado. Sin embargo, el objetivo fue el esperado.
Ahora, el 23 de julio confirmará si Sánchez se refuerza con progresistas prácticos y de votantes temerosos de un regreso al pasado menos deseado o si Feijóo aglutina a los revanchistas, a los camisas azules, inquisidores, censores y meapilas que votan a Iznogud el Infame y a su enanito de jardín. Somos un país incapaz de tener una pluralidad política sana y capacitada para ponerse de acuerdo en los grandes proyectos de estado. Siguen existiendo las dos Españas, irreconciliables, guerreras, poco respetuosas con el pensamiento ajeno, que solo se ponen de acuerdo para confirmar el Concordato con la Santa Sede; para salvar a la banca corrupta, especulativa e incompetente; para sostener a una monarquía obsoleta y caduca. La España opusdeísta que jamás plantará cara ni a las eléctricas, ni a los especuladores ni a la corrupción. La España de charanga y pandereta que cantara Machado, don Antonio.
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