Me desperté esa mañana y era el décimo día de esa horrible sequía en el llano, la tierra estaba agrietada y no había una sola gota de agua que beber, sólo quedaba un fango espeso en el lugar que tiempo atrás era nuestro bebedero. Se acercaba el medio día y apenas podía levantar mi cabeza, parecía el sitio más caliente de todo el mundo, el sol quemaba mi piel, era un verdadero infierno. Todo a mí alrededor era desolación, había un olor a muerte en todo el lugar y no había un solo árbol donde me pudiera resguardar del intenso calor. Mi única compañía eran las aves de rapiña que despedazaban con sus picos la carne descompuesta de mi familia muerta, sólo yo quedaba con algo de vida, todos fallecieron por falta de agua y comida.
A lo lejos logré escuchar el motor de unos camiones que se dirigían con rumbo al bebedero. Moribundo en el pantano pensaba el porqué tiene que pasar esta desgracia, jamás mis antepasados habían vivido semejante sequía y hambruna.
Siento mucha tristeza, si los humanos son los causantes de la destrucción de nuestro hábitat, ¿por qué sólo hasta hoy vienen a ayudarnos?. Lloré desconsolado por un largo rato tratando de encontrar respuestas a mis inquietudes, pero cada vez me cuestionaba más la actitud de nuestros hermanos evolucionados no se habían conmovido por nuestra desdicha. ¿Cuántos de los nuestros y de otras especies debemos morir para que se apiaden de nosotros? A ellos sólo les interesa saciar su ambición de riqueza y poder, y sacar hasta la última gota de petróleo de este suelo.
De repente comenzó a caer agua sobre mi cuerpo, pero no tenía fuerzas ni siquiera de beber, sólo podía respirar agitadamente. Lo que parecía ser mi salvación, se convirtió rápidamente en tragedia, pues los humanos me arrumaron con los demás de mi especie que habían fallecido. Mis oídos se estremecieron cuando escuché una voz irónica que decía… con este centenar de chigüiros, los muertos no superan el millar en esta zona… esto no es ninguna tragedia, sólo es información sensacionalista de los medio de comunicación.
Con estas palabras rompí en llanto y esperando mi muerte dije “que inhumano lo que hacen los humanos”.
Alumno: Carolina Betancur Quijano Edad: 11 años Colegio: San Ignacio País: Colombia
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