Una mirada atenta descubrirá una gama de interpretaciones en manos de distintos actores políticos y sociales dependiendo de sus intereses y posiciones normativas. En este sentido el buen vivir es plural y las diferentes concepciones luchan por lograr su institucionalización. Està por verse què evolución puede tener en la escena chilena.

Si queremos dar cuenta de esta heterogeneidad constitutiva habrá que ordenar estas diferencias en una tipología como aquella donde encontramos corrientes culturalistas, ecologistas y ecomarxistas. También podemos ordenarlas según correspondan a las corrientes indigenista-socialista, la pachamamista, la socialista estatista y la ecologista-posdesarrollista. Respecto de ellas debe anotarse la bifurcación que se señala entre corrientes del sumak kawsay (en la lengua kichwa) y las que siguen su traducción como buen vivir.

Temporalmente encontramos un momento de emergencia desde la región andino-amazònica ecuatoriana (1992) y su expansión al ámbito latinoamericano. La continuación como un buen vivir hibrido se puede ubicar en su participación en las asambleas constituyentes de Ecuador (2007-8) y Bolivia (2009). Y mas tarde en las declinaciones propias a los movimientos indigenistas durante los gobiernos de orientación socialistas de esos países –el correismo y el MAS-, y en el buen vivir posdesarrollista en especial de los movimientos ecologistas y de grupos de intelectuales universitarios.

En la década de los años 90 algunas comunidades indígenas, las del Sarayacu, comenzaron un proceso de reflexión sistemática en relación a sus propias formas de vida tradicional. Se descubrieron como una posible alternativa a las ideologías del moderno desarrollo sostenible, que tenía acceso a ellos desde las ONGs y los investigadores etnográficos de las formas de vida de la región tanto americanos como europeos.

En su formulación primigenia el sumak kawsay como “vida en armonía” involucraba tres elementos: el sacha runa yachai, sabiduría humana de las selvas, armonía con uno mismo y la identidad cultural, el runakuna kawsay, la vida del pueblo o armonía de la comunidad en equidad, y el sumak allpa, la Tierra sin mal o armonía con la Naturaleza en la dimensión ecológica.

El sumak kawsay/buen vivir se instala originalmente en una posición de alternativa a la nociòn hegemónica de lo que conocemos en la palabra “desarrollo” –especialmente a su carácter económico e histórico-moderno-. Resulta un proceso de abajo hacia arriba en el sentido de su emergencia desde las comunidades indígenas.

La aparición del sumak kawsay en la sociedad ecuatoriana la debemos a Carlos Viteri, un indígena kichwa con estudios universitarios de antropología. Èl es enfático en plantearlo como alternativa a la experiencia del desarrollo (económico) y a la forma histórica lineal occidental:

En la cosmovisión de las sociedades indígenas […] no existe el concepto de desarrollo […], no existe la concepción de un proceso lineal de la vida que establezca un estado anterior o posterior […] de subdesarrollo y desarrollo […], como ocurre en el mundo occidental”.

Entendemos que la historicidad kichwa, en la medida que hay evolución, exhibe un carácter circular que oscila entre la alteración y la restitución de los diferentes ámbitos de las armonías –los que nosotros llamaríamos individuales, sociales y ambientales. En este sentido se diferencia de la consecución occidental del bienestar como acceso paulatino a la satisfacción de las necesidades fundamentales humanas, y al acceso creciente a bienes y servicios de las sociedades industriales modernas.

Una concepción similar resulta del habla andino boliviana del suma qamaña, vivir bien. Simon Yampara dice: 

“Las constataciones empíricas de la vida de los ayllus […] nos revelan la llave de la vida de los aymara, un modelo llamado “suma-qamaña” que es cualitativamente superior a las propuestas de “desarrollo de las comunidades” que [se] propugnan desde los espacios de las instituciones estatales y privadas […]. Las comunidades de los ayllus buscan el “vivir bien” en armonía con todos y entre todos […], esto es aproximadamente igual a la sumatoria del crecimiento material […], más el crecimiento biológico […], más el crecimiento espiritual […], más el gobierno de los ecosistemas.”

Como se lee, Yampara utiliza la palabra “crecimiento” que habrá que entender de modo diferente a su acepción con el sentido de “desarrollo”.