Las declaraciones del Howard, exmiembro del partido conservador en la época de Margaret Thatcher fueron lanzadas el domingo 2 de abril, el mismo día que las fuerzas armadas argentinas iniciaron, hace 35 años, el desembarco previsto en las mal llamadas islas Falkland –Operación Rosario-, lo que conduciría a la llamada Guerra de las Malvinas.
No es de extrañar que el aludido lord, con los problemas que se le vienen encima al gobierno con el brexit, trate de desviar la atención en otras temáticas que unan a la dividida opinión pública británica en la búsqueda de un prestigio internacional cada vez más mermado. O tal vez lo que esconda la amenaza del belicoso ex líder del partido conservador, hijo de un inmigrante rumano de apellido Hecht, es proteger a los monos de Gibraltar. No, no se rían. Los británicos han tenido siempre debilidad por los monos que pueblan los acantilados del peñón.
Cuento en mi novela Pingüinos en París como Churchill, en plena II Guerra Mundial, mientras se luchaba denodadamente en el norte de África contra las tropas del Afrika Korps, mando repoblar el peñón de nuevos ejemplares de macaca sylvanus, es decir de monos de Berbería. Tal extraña orden se basaba en la creencia de que cuándo en Gibraltar se extinga la mona rabona, Inglaterra perderá la colonia. Así es como, los británicos, se preocupan de que los ejemplares de culo pelado y mal genio nunca falten en el territorio.
Desde la guerra de Sucesión Española, los británicos mantienen en el enclave una población de lengua andaluza y cultura británica que prefiere presumir de pasaporte británico que de europeo. Allá ellos. Tampoco nada que objetar a las palabras de la primera ministra Theresa May, asegurando que nunca cederá la soberanía gibraltareña sin el acuerdo de su población, actitud que debería mantener cuando es Escocia la que reclama su salida del Reino Unido. También estoy de acuerdo con las declaraciones de Fabian Picardo, ministro principal de Gibraltar que considera que el ‘brexit’ fortalecerá la unión del peñón con el Reino Unido. Es decir, mantenerse agarrados al imperio, como las paparras o garrapatas a los genitales de los monos.
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