Las ideas, los proyectos, los pensamientos, se crean en las venas internas de una sociedad insatisfecha. El pasado es historia que olvidamos cuando debiéramos aprender de nuestros errores y mejorar nuestra conciencia.
Nuestros patios, rincones, aulas, pasillos, se reinventan cada día. Cada palabra es aire, cada risa vida, cada acción consecuencia y una capa de experiencia nos va cubriendo cada día.
El tiempo se escurre entre sonrisas. Y preocupaciones. Y prisas. Y un dibujo en un papel continuo nos ilustra los conceptos, y nos gusta enseñar a sentir más que explicar la teoría.
La luna nos espera en casa con la luz encendida. Las ventanas reflejan nuestra mirada infinita. Hay tardes tristes, máscaras, verdades a medias, noches de mal insomnio por una paraselene corregida.
Se nos viene a la mente la inocencia, el error, la mentira, la sabiduría nunca explícita, las fichas de actividades que no queremos se conviertan en costumbres ni en verdades infinitas. Ni los niños nacen sabios ni los libros encierran la condición humana. Juntos crecemos en éxitos y fracasos, qué más dan los resultados para la estadística.
Hay una bocanada de alegría en el eco del llanto y una lágrima en la sonrisa. No hay verdades aprendidas ni olvidos eternos que no nos permitan rectificar las medidas.
Eso somos. Cuerdos adultos con inocencias tempranas, pretérito y futuro, infancias y adolescencias efímeras, que irán pasando, esfumándose, volatilizándose, integrándose en una sociedad que dependerá de ellos, pero con un entramado de vías circulatorias que les abrimos nosotros para que encontraran su propia salida.
Y cuando nos recuerden seremos parte de su biografía.
Alberto Morate es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional, Capítulo Reino de España.
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