Me llamo Estrella y tengo diez años, mi madre Ana una mujer muy hermosa de larga cabellera, ojos grandes negros muy vivaces, donde reflejaba mi rostro redondo.
Puedo recordar sus ojos llorosos cuando mi padre la golpeaba, él decía que en casa los hombres mandan y la mujer debe obedecer incluso dios mandaba eso; no creo y mi madre tampoco lo creyó así, por eso huimos, sí huimos en una noche muy oscura, cogimos todo el dinero ahorrado y tomamos el autobús que se paró en medio de la carretera, nos fuimos lejos, lejos, muy adentro de la selva, ahí no nos encontrará decía mi madre.
Y así fue, no nos encontró, mi madre, me enseñó a trabajar, el significado de orgullo y que las mujeres somos iguales que los hombres pues trabajamos y que podemos ganar dinero para vivir.
Mi madre me esperaba a la salida del colegio para luego vender juntas los dulces que preparaba, me parecía divertido y muy interesante, soñábamos y soñábamos con la pastelería , juntas lo lograremos decía una y otra vez; esa frase se quedó grabada en mi corazón y trabaje junto a ella, muchas noches en vela, trabajando, muchas carencias, pero ya faltaba poco, un poco más, si, yo sabía esperar un poco más .
Esa mañana mi madre me dijo muy contenta, ya lo logramos abriremos la pastelería mañana en tu cumpleaños, ese sería mi regalo, nos abrazamos y lloramos de alegría, un llanto lleno de triunfo y alegría. Me puse mi mejor vestido y ella muy hermosa se soltó la cabellera que brillaba con el reflejo del sol, nos esperaban unos cuantos amigos y el párroco de la iglesia, fue muy memorable, muy especial, un sueño hecho realidad, después de tanto sufrimiento no nos dejamos vencer, estábamos ahí integras, fuertes, decididas a seguir adelante y junto a mí, mi madre mi guía, mi alegría, mi cómplice, mi heroína real, mi madre Ana .
Autora: Jimena Segura Arroyo
Edad: 10 años
Colegio: Fe y Alegría N° 67 “María Inmaculada”. Perú
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