El presidente Bush acaba de anunciar que la política espacial de los Estados Unidos se incrementará para asegurar la presencia del hombre en la Luna y en Marte. Inmensas cantidades de dinero se invertirán en hacer posible esta ambición y el pueblo de los Estados Unidos se sentirá orgulloso de su poder incomparable.

La mayoría aguardaba que de la aldea global se diera la ansiada orden de “Misión, la Tierra”. No ha sido así. Las urgentes necesidades en materia de salud, nutrición, justicia, educación… de la mayor parte de las personas se postergan, se supeditan al brillo de un gobierno y de quienes no ven las consecuencias de no mirar atrás y aprender las lecciones del pasado.

Mirar hacia arriba era lo fácil. Lo difícil es contemplar los grandes problemas de la Tierra y reconocer el fracaso de las fórmulas aplicadas para hacerles frente. Es urgente eliminar los caldos de cultivo de miseria, de exclusión, de explotación, de dependencia, donde se genera la frustración, la radicalización, la desesperanza, la violencia.

Es urgente modificar unas pautas económicas que han ampliado la brecha que separa a los ricos de los pobres. Si en lugar de llegar a Marte llegásemos a los que padecen Sida, malaria, lepra, Alzheimer, cáncer, neumonía SARS, gripe aviar, priones (vacas locas), hambre, frío. Si Norteamérica en lugar de conocer mejor la Luna conociera mejor las Naciones Unidas, y lideraran el establecimiento de este marco ético-jurídico que con tanto apremio necesita hoy la humanidad, integrando en el sistema de las Naciones Unidas el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial (“de la reconstrucción y el desarrollo”), y la Organización Mundial del Comercio.

Si decidieran adherirse al Tribunal Penal Internacional; si observaran Guantánamo y se dieran cuenta que la justicia a escala mundial requiere una particularísima atención. Si, además de demostrar la presencia de agua en Marte ayudaran a buscarla y administrarla mejor en la Tierra.Si miraran hacia los países explotados y recelosos por tantas promesas incumplidas.

Así, EE.UU. figuraría en la historia como el imperio que supo protagonizar la inflexión desde una cultura de fuerza a una cultura de convivencia y de paz. Ésta sería la mejor misión que pueden realizar. Todos al lado de la vida… en la Tierra.

El presidente Kennedy animó la creación del Peace Corps y la Alianza para el Progreso, al tiempo que impulsaba el programa espacial y la lucha contra el cáncer. A pesar de la “carrera” con la URSS, miraba más a la Tierra que a la Luna. Entonces, los jóvenes del mundo volvieron su mirada hacia Norteamérica. Ahora, no. Ahora los más desfavorecidos luchan por sobrevivir. Los otros (aunque veo con esperanza un número creciente de “disidentes”) se dejan llevar por las modas, por el consumo, por el alcohol y las drogas.

Todos aplaudiríamos si “Misión, la Tierra’ descubriera y eliminara las redes de narcotraficantes, la compraventa ilegal de armas, los paraísos fiscales, las mafias y el extremismo.

En la puesta en práctica de “Misión, la Tierra”, constituiría una prioridad refundar unas Naciones Unidas que permitieran que todos fueran interlocutores de un nuevo diálogo para organizar un futuro.

Me preocupa el antiamericanismo que veo surgir en todas partes. No son los ciudadanos, sino los gobernantes quienes pueden merecer una reprobación generalizada. Nadie ha elegido nacer en un lugar determinado y tener un color de piel u otro, ser hombre o mujer. ¡Educación para todos a lo largo de toda la vida! Éste sería el núcleo más relevante del “Proyecto Tierra”, si en lugar de invertir en prestigio se hiciera en el porvenir de los habitantes del planeta.

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Al contemplar la Tierra, nos damos cuenta de la grave irresponsabilidad que supuso transferir al mercado los deberes políticos que podrían conducir a la gobernanza democrática. Al observar la degradación del medio ambiente (del aire, del mar, del suelo); la uniformización progresiva de las culturas, cuya diversidad es nuestra riqueza (estar unidos por unos valores universales es nuestra fuerza); la erosión de muchos aspectos relevantes del escenario democrático que construimos… nos parece inadmisible la ausencia de reacción de instituciones y personas, la resignación, la sumisión, el distraimiento de tantos.

¿Cómo es posible? En muchos de estos países, empezando por EE.UU., es innegable la libertad de expresión. Todos pueden decir lo que quieran…pero con frecuencia los medios de comunicación seleccionan las noticias y las presentan de modo que se favorece el pensamiento único, la aceptación de lo que sucede y de la forma en que los gobiernos abordan los problemas.

Los Estados Unidos son un crisol de culturas. Ha sido tierra de acogida y ha sabido atraer a talentos de todo el mundo, lo que le confiere una extraordinaria fuerza creadora. Inmediatamente después de hacerse público el proyecto Luna-Marte, Rusia ha anunciado el relanzamiento de sus programas espaciales y la Agencia Espacial Europea ha declarado que tendrá que “adaptar su paso” al nuevo calendario marcado por EE.UU. Los intereses de un enorme complejo industrial aplauden esta propuesta.

Sería fascinante, comprobar que en Marte haya podido desarrollarse alguna forma de vida elemental. Todos los países deberían unirse para llevar a cabo unos programas espaciales de tal naturaleza que no impidieran la gran prioridad que representan los seres humanos que ya existen sobre la Tierra.

¿Misión: la Luna y Marte? No, presidente Bush. Su país ya se está situando muy lejos del corazón de la mayoría de los ciudadanos del mundo. No lo aleje más. Bastaría con que tuviera la visión y el coraje de proclamar: “¡Misión: la Tierra!”.