Esa voz,
a veces se pierde en una nube
y no puedo seguirla
en el divorcio lascivo
de la arcilla y el viento.
Tan lejos de la piedad,
del tiempo como de la historia,
tan cerca como niños a las bufandas
del arco iris
como de la queja acerca de la puesta del sol,
su juego amarillo que se desvanece
cuando las revelaciones del color se quiebran.
Escucho allí el ruido de la mirada del candor
y la súplica.
Luego el amor acecha, escondido,
prisionero al apuntar el alba
en los laberintos del sexo…
Y el ángel del amor con sus sueños adolescentes,
sus alas en glorioso vuelo hacia la luz sin ganzúa,
las gubias embotadas…
Me pregunto entonces:
¿Cuál es la fórmula de la luz?
A ver: haga usted sus cálculos, señor Profesor.
Le espero…El Profesor calcula… El Poeta espera.
Al fin: el Profesor concluye.
Y el Poeta dice: Muy mal señor Profesor.
Esto no es la fórmula de la luz.
Se ha olvidado usted,
de la inocencia de la libertad,
del amor del sueño,
el vuelo de los pájaros,
la mirada de los jóvenes…
Y sin estos elementos que a veces ocurren
en un temblor misterioso de relámpago…
nada más que para que sepamos que existen…
sin estas iluminaciones, no llegará usted
a la definición de la Luz.
Y por todo esto, no estoy perdida, aún.
Autor Jaime Kozak
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