Y como ejemplo imagínense un partido de fútbol sin sonido, hombres corriendo detrás de un balón, un campo mudo, bien se podría pensar ¿dónde está el arte? Sólo deben atinar en el tiro y destreza al pasarse el balón. No hay arte, sólo un ejercicio físico y con premio al final de la contienda.

Pero el baile, aparte del ejercicio físico debe demostrar que los movimientos son diferentes, dependiendo del estado de ánimo de la persona y  siguiendo  un patrón musical interno o externo, se llama bailar; existen personas con un ritmo innato, por tanto cada  cual  lo expresa según la percepción que tenga de la vida, que puede variar desde  puntos de vista bien  diferentes, como el artístico, provocativo, sensual, amoral, político y   educativo,  entre otros.

Haré una  breve referencia al baile desde el punto de vista religioso y las interpretaciones según qué época, sin pretensión alguna.

El cristianismo y el paganismo, a veces enfrentados  para diseccionar tales demostraciones y las diferentes teorías o conjeturas entre el bien y el mal; pareciera que esas demostraciones o movimientos rítmicos, el baile,  fuera la fuente de todo mal. El mal en cualquier caso, está adosado a nuestros cuerpos, pero no al baile en sí.

La iglesia impera en la sociedad con total fuerza y libertad, con un criterio firme a sabiendas que la finalidad de estas celebraciones derivaban en actos obscenos y cualquier celebración en círculos privados era ocultada al clero; tiene cierta lógica pensarlo ya que en Roma, las fastuosas fiestas  revertían en bailes  y orgías sexuales, de ahí el rechazo al baile y las demostraciones afectivas, las creencias religiosas o bien paganas estaban en plena efervescencia; la prohibición incitaba a incumplir el mandato  religioso.

En los púlpitos los sermones estaban destinados a reprender a todos los asistentes que cayeran bajo ese embrujo e influencia díscola.

Prohibición y pecado, eran la cantinela de los representantes del clero.

Toco este tema de soslayo, no pretendo emular ninguna interpretación de autores conocidos, entre otras cosas porque no he querido inmiscuirme en esas publicaciones para no dejarme influenciar y poder dar rienda suelta a  opiniones propias, debido al paso del tiempo, cambios sociales  y vivencias propias.

Asistí a colegios laicos en Francia y religiosos en España, en estos últimos,  las asignaturas religiosas eran  temas obligados y estaban a la orden del día, por lo menos en los años 60 y 70; recuerdo aquellos bailes con las debidas distancias, ya que  el largo de nuestros brazos y la palma de nuestras  manos servían de parachoques, para  mantener a nuestros compañeros bailarines a raya. Debo apuntar que en esa época arrastrábamos parte de las enseñanzas de nuestros mayores, -¡Niñas, recato y  pudor! Era un gran cartel de prohibición por el qué dirán, y actuábamos como tal. Con el tiempo la sociedad se muestra bastante más aperturista y la belleza de los movimientos nos han emocionado y “bailar pegados” es un eslogan de pasión y una sinfonía para los sentimientos de éste siglo y final del pasado.

El baile es bueno, bello y también distorsiona la belleza del mismo modo cuando se convierte en algo sexual, pierde el arte y gana la perversión. Aquí me voy a remontar a un episodio bíblico cuando la hija de Herodías (Salomé), baila para Herodes y ésta le pide la cabeza de Juan  el Bautista; una vez más la perversión, la provocación de un baile y una promesa  tienen un fatídico desenlace, la muerte.

En contraposición otro punto de vista.

Cierro los ojos y lejos diviso una pradera, verde esperanza, un grupo de jóvenes bailan valses de Johann Strauss, me emociono, se me eriza la piel y me uno a esa belleza, acepto que no hay nada más asombroso que la emoción alimente la vida, el baile.

Sigo soñando despierta, los bailes en la plaza de mi pueblo y la algarabía de los asistentes embellecen un paraje natural y de nuevo esas palabras te retrotraen al pasado, ¡Niñas, decoro y pudor!, las madres detrás de los cortinas nos observan, no sea que pequemos aunque sea con el pensamiento. Una ligera sonrisa dibuja mi rictus serio, mi madre ya no está, se marchó hace poco y, recuerdo su enseñanza. ¿Cómo actuaré con mi descendencia? No se trata solo de un baile, es la forma de entender la vida, la nuestra.

La verbena tiene su lugar en espacios abiertos y con  música popular, el pueblo baila. Los bailes de salón están en pleno auge.

El baile ha existido desde siglos atrás y se ha tratado con mejor y peor acierto, pero qué les puedo decir, eran otros tiempos, otra educación, una sociedad sometida y otra libertina y en medio, el baile y la calle.

Nuestro  cuerpo es un imitador de emociones, sentimientos unidos a  ondas musicales, que nuestro cerebro transmite velozmente,  el cual sirve de correo vital y desencadena  notas a nuestro cuerpo y  manos, tan bellos como las olas del mar al romper sobre la arena; el pintor  emite sus propias notas con su paleta de colores; la danza en todas sus variantes con  gestos impertérritos se convierten en un volcán;  con el escultor ocurre igual, sus manos moldean con fines artísticos, intentando conseguir la perfección al ritmo de la música interior.

Las buenas acciones, como las buenas palabras, valen su precio en buenas intenciones.

Bailar es arte, si lo sabes interpretar.

 

María Téllez Morales es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional y Delegada de Málaga, Capítulo Reino de España.