Cuando nos vemos a través de los cristales superpuestos o rotos de la sociedad, a través de un sistema de creencias cuya validez ni nos hemos planteado, cuando nos metemos entre los espejos de otros, se crean distorsiones y realidades ficticias. Juegos de formas y luces.

A ti, protagonista:

Cuando dejamos que las acciones poco nobles y oscuras de otras personas se enreden en nuestra (recién conquistada) estabilidad, corremos el peligro de tambalearnos y (volver a) caer.

Cuando los seres cercanos o medio cercanos, humanos que te miran desde lejos, no son capaces de reconocer tu dolor y no te apoyan en tu reconstrucción, no es necesario que sean ni siquiera cuestionados por ti. Cada cual toma sus decisiones.

Sus ojos y oídos pueden estar tapados, su piel está insensiblemente seca: tu experiencia no les llega.

Ellos no hacen preguntas, no quieren saber: no pierdas tiempo ni energía en esa distorsión. No ha lugar para la visión común. Es su creencia, ajena a tu vida.

No te agotes. Otros momentos llegarán. Otras personas llegarán. Pero no los esperes. Camina. El dolor se disipa cuando intentas bailar con tu rabia y llorar tu decepción. Se disipa cuando escribes esa carta que sólo leerás tú porque quién podría leerla no está preparado ni entiende, o simplemente porque no hay necesidad de exponerse más.

Es extremadamente difícil sentirse abandonado/a e ignorado/a en los momentos que requieren el valor de la ruptura, de la huida “a sagrado”.

Es importante saber que eso que crees ver, eso que crees ser, es un juego de formas y de luces distorsionadas. Tú no eres lo que ellos hacen o no hacen. Tú no eres quien eres porque te aprueben o te reconozcan. Tú ya libraste la batalla. Ya cortaste las vías de comunicación que sólo traían ruido y disonancia. Ya iniciaste el camino de recuperación. Ya vives de modo congruente contigo, tu bienestar, tu cuidado y tu auto protección. Incluso aunque aún no lo hayas conseguido del todo. Ya cruzaste la frontera del desprecio y de la guerra.

Muchas personas no quieren saber y viven en sus laberintos de cristal enamorados de sus reflejos, atentos a los reflejos de una sociedad filtrada, protegidos en su ignorancia. Mirando hacia otros cómodos lados.

Te encontrarás personas que no saben ni siquiera qué hacer y actúan retirándose de ti. Tu dolor les viene grande. Y no te dan opción de explicarte.

No les culpes, no te enojes.

No te aflijas, no sucumbas a la decepción.

Todo es un juego de formas y luces. Imágenes resquebrajadas. Tan solo eso.

Tú eres tú. Elige el espejo de tu corazón y tu mente alineados. Ponte una sonrisa aunque el esfuerzo se te haga raro y sácale brillo y luz a tu alma. Porque sí.

Otros corazones cuando y donde menos lo esperes, reflejarán tu imagen nítida y no contaminada. Escucharán atentos tu historia y abrazarán tus antiguos cristales rotos.

Y sabrás que no estás sola. Sabrás que no estás solo.

A ti, espectador:

Son muchas las situaciones en que las personas hemos de tomar decisiones drásticas por nuestro bien mental, físico y emocional. Por nuestra vida.

Son líneas que se cruzan con más valor que emoción, con más necesidad que ganas: Dejar tu ciudad, cambiar de país, salir de esa relación dañina, superar los paradigmas limitantes de los “porque debe ser, porque siempre ha sido así”, dejar ese trabajo, salir de todo eso que te asfixia, denunciar abiertamente tu maltrato, empezar a materializar tu deseo de ser mínimamente feliz, comenzar a dar forma a tu sueño del corazón.

La soledad es muy rotunda en esos momentos.

Seamos realistas: Maltratan las personas y maltratan las sociedades. Existe maltrato individual y colectivo.

La persona maltratada, en cualquier ámbito, sufre en ocasiones un juicio perpetuo por parte de quien ve, escucha y filtra según lo que sabe, lo que cree saber y lo que no sabe, según sus laberintos, sus creencias, sus miedos y sus puntos de seguridad.

Los grupos de personas maltratadas por la sociedad pueden ver minados sus lazos. Desde el exterior se dinamita la confianza y la sinergia colectiva. Los grupos también enferman, sufren, se auto sabotean, dejan de luchar, claman, se enfrentan, gritan desde sus cárceles a campo abierto.

El espectador: ¿ve sin más o modifica lo que ve? ¿Se deja impregnar o siembra obstáculos? ¿Se deja arrastrar por imágenes, datos y noticias editadas?

Si conoces a alguien que libró alguna de estas batallas: no añadas más fuego, no quieras ver y tocar para saber cuán profunda es la herida. Si para ti no es importante la experiencia de esa persona y respetas mínimamente, respeta “de verdad” su sanación.

Hay vivencias y daños que nunca se olvidan y graban graves y duras cicatrices en el alma. Una palabra, una conversación, un gesto, una mirada puede hacer saltar por los aires la recién conquistada y frágil seguridad.

Con el tiempo y mucho esfuerzo será una persona superviviente. Y su fuerza te impactará.

Mientras, si no estás seguro de tener algo bueno que aportar y así lo deseas hacer, si te sientes perdido/a porque no sabes cómo acercarte o crees que pretendiendo mejorar la situación haces daño, no te apures: pregunta, infórmate sobre cómo puedes ayudar. Seguramente también aprendas mucho de ti y de esta sociedad tantas veces pluralmente incongruente.

El maltrato y el abuso tanto personal como social tienen muchos tentáculos.

Se trabaja con las personas pero es más difícil con los entornos. Los entornos somos nosotros, nosotras.

Espectadores incrédulos, mirones resguardados al calor del “a mí no me afecta”, dubitativos perpetuos, deseosos de ayudar, temerosos de que la desdicha nos infecte, ahuyentados por el dolor ajeno, curtidos por el exceso de malas noticias y la pesadumbre que todo lo impregna, intoxicados por los filtros de felicidad.

Todos, todas podemos aprender. Algo podemos hacer. Pero ten en cuenta, como decimos en el cuidado de la salud: “Para ayudar, primum non nocere: primero no dañar”.

Por una sociedad más justa y empática.

Por una sociedad deseosa de aprender a ayudar.