Esto se traduce directamente en el deterioro de las condiciones de vida de miles de personas en el mundo, incluyendo por supuesto a España. Al haber menos dinero para repartir entre todas las organizaciones, y con la intención de dejar fuera de dicho reparto al menor número posible de ellas, las cantidades han sido considerablemente inferiores a las de otros años.

Cómo se reparte el dinero

Centroamérica y el Caribe se benefician de la mayor parte, con casi 50 millones. América del sur recibe alrededor de 37 millones, África subsahariana 33 y medio, Magreb y Oriente Próximo obtienen 18 y Asia 7 millones.

El sobrante de eso, unos 16 millones, se reparte entre España, dentro de los países que reciben ayuda, siendo los programas de educación los principales proyectos receptores, y los países que requieren de ayuda inmediata por motivo de una crisis inesperada, como será el caso de la hambruna que Sudán del Sur esperar sufrir en un futuro muy cercano.

Concretando más, Bolivia, Colombia, El Salvador, Mozambique, Etiopía y Filipinas serán los países que este año reciban mayores dotaciones económicas.

Dentro del mundo de la ayuda internacional, obviamente hay voces discordantes con esta medida. Para David del Campo, director de programas de Save the Children, dar menos dinero, aun incluyendo a un mayor número de ONG, no es si no “una oportunidad perdida de dar un paso más en la excelencia de la cooperación”. Del Campos explica que se dota con la misma cantidad (2,5 millones) a un convenio muy ambicioso para Acción contra el Hambre en Filipinas, para fortalecer la preparación frente a desastres, que a otro que hemos presentado individualmente por ellos en Senegal, dotada con la misma cifra”.

Desde el lado de la AECID, Laura López de Ceráin, responsable de las convocatorias, defiende la importancia de mantener estas ayudas y es por eso mismo no han querido renunciar a seguir apoyando a las ONG.

La corrupción entre (algunos) de los que ayudan

Hace años, el columnista africano Georgianne Nienaber, se preguntaba en un artículo del New York Times de Ruanda, si las ONG se estaban convirtiendo en los nuevos colonialistas de África. En la misma línea de debate, el reportaje del periodista David Jiménez en El Mundo, levantaba ampollas al denunciar la corrupción que pudre a muchas ONG. Algunas de sus partes eran realmente inquietantes, pues aseguraban que “el descontrol en los gastos, las peleas por hacerse con proyectos, el proselitismo tanto de organizaciones cristianas como musulmanas, el desequilibrio entre la ayuda ofrecida y la realmente necesaria y la exhibición de un nivel de vida que distorsiona la realidad local se encuentran entre las irregularidades más comunes en los cuatro países estudiados: Afganistán, Sri Lanka, Indonesia y Camboya.”

Y desde luego, los casos más sonados de ONG que se llevaron el dinero que, se suponía, destinado a ayudar a aquellos que más lo necesitan, no hizo si no crear una imagen dañina y muy simplista del  trabajo que estas organizaciones llevan a cabo.

Obviamente, la reacción de muchas organizaciones no se hizo esperar. Así lo describía la entonces vocal de Comunicación de la Coordinadora de Organizaciones no Gubernamentales, Marta Arias, “a las ONG nos preocupa que se puedan producir prácticas como las descritas en el reportaje de El Mundo. Pero son tan graves las acusaciones que es importante que el periodista puntualice más y hable de casos concretos. Si no, hace un flaco favor a todos los que trabajamos por el desarrollo al dar la sensación de que esas prácticas son algo generalizado”.

Pese a todo, la labor realizada por organizaciones consolidadas y profesionales, parece ser más fuerte que las manzanas podridas y los tijeretazos impuestos a golpe de política de austeridad. Aunque cada vez tengan que hacer más con menos.

Alba Sueiro es periodista y autora del blog Derechos Humanos Hoy

Fuentes:

http://elpais.com/elpais/2014/08/26/planeta_futuro/1409072540_727531.html

http://blogs.periodistadigital.com/periodismo.php/2006/10/04/el_irresponsable_video_de_una_ong_que_de

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/09/17/cronicasdesdeasia/1253169461.html