Si como los personajes de Spencer  lo conseguimos, alcanzamos el Nirvana porque estamos convencidos de que en ello se basa nuestra felicidad. Sin embargo, si una vez logrado este estado de autocomplacencia lo perdemos o nos lo arrebatan, podemos reaccionar negativamente y pasar por una experiencia traumática.

En la fábula de Spencer aparecen cuatro personajes: los ratones “Fisgón” y “Escurridizo” y los liliputienses “Hem” y “Haw”. En sus comportamientos nos veremos retratados cualquiera de nosotros, en distintos momentos de nuestras vidas podemos actuar como Fisgón que fisgonea y detecta pronto el cambio, o como Escurridizo que se apresura hacia la acción; o tal vez como Hem, que se niega y se resiste al cambio, preguntándose constantemente: ¿Quién se ha llevado mi queso?, o como Haw que aprende a adaptarse a tiempo, en cuanto comprende que el cambio le puede conducir a una situación distinta; tal vez mejor.

La actitud de Rita Barberá es como la del liliputiense Hem. Ella ha tenido durante muchos años el queso a mano, sin preguntarse si lo merecía o tan siquiera si el queso era suyo o solamente un préstamo ciudadano o una voluntad de su partido. Un día abrió la puerta de su despacho y vio que ya no tenía el cargo de alcaldesa. No podía entender como, de golpe, había perdido su coche blindado, su cargo, sus prebendas, sus viajes en limusina a cargo del contribuyente o su relevancia en el partido.

En su descargo, estoy convencido de que todos estos momios de que gozaba la senadora los creía más que merecidos. Nunca pensó que ello se debía a una buena gestión y a un comportamiento ético intachable como debería ser el de cualquier político. Se creyó por encima del bien y del mal y no le importó recurrir al menudeo para blanquear el dinero que su partido recibía de “bienintencionados” benefactores, que aspiraban a seguir gozando de facilidades en las adjudicaciones públicas mediante sobornos, viajecitos en yate o regalitos. Y aquel día abrió la puerta de su despacho y el queso ya no estaba allí, así que llamó a ratolandia y les dijo “chiu chiu”, que como todo el mundo sabe significa: “Tiro de la manta” en liliputiense. De inmediato se le ofreció un nuevo trozo de lacticinio en la Institución menos necesaria y más obsoleta: el Senado. Era un  plan perfecto, no se sabe, por lo menos yo, si elaborado por hombres o por ratones. Un puesto donde la mayoría absoluta del PP en la cámara alta le podía permitir ir a su escaño cuando le diese la gana o refugiarse detrás de los visillos, eso sí, cobrando y acogiéndose al aforamiento como senadora si, como ha ocurrido, el Supremo abriera causa en su contra por supuesto blanqueo. Por tanto no sorprende que quiera aferrarse a ese trozo de queso azul a pesar de que en ratolandia le habían repetido una y otra vez, metafóricamente hablando, que ya no hay queso para tanto ratón.