A primeros de este siglo, allá por el año 2001 o 2002, apareció un juguete que era un peluche robot bajo el nombre de Furby. El bicho mecánico tenía la facultad de decir algunas frases según el momento; incluso era capaz de “aprender” de los propios niños. Su inteligencia artificial básica apoyada en una programación elemental permite una simulación de aprendizaje comunicativo y dar la apariencia de que concibe un carácter y personalidad propia. Los Furbys empiezan hablando únicamente en “Furbish”, un idioma propio de pocas palabras, de expresiones simples y sonidos varios, pero está programado para hablar cada vez menos “Furbish” y más en el idioma del país de implantación. Una de las frases y acciones ya incorporadas por el fabricante “Tiger Electronics” era la de aparentar asustarse cuando se apagaba la luz y lanzar un quejoso y asustadizo: ¡Uy, qué miedo!