Por lo demás, recordar las aplicaciones precisas de una nueva tesis, es provocar casi seguro, en principio, y a veces durante mucho tiempo, una reprobación en el mundo de los filósofos, porque a las gentes, aunque sean filósofos o alquimistas les cuesta mucho esfuerzo emocional cambiar el rumbo de sus pensamientos, que en realidad son sus acciones, no lo que ellos creen que piensan, porque el pensamiento es inconsciente, se lee en los actos más que en los discursos.
De allí que no puede pensarse mucho tiempo en los misterios, aunque algunos llevan mucho tiempo en la mente de los humanos, ya se trate de un enigma, o una empresa amorosa, quimérica o científica, sin el toque libidinal correspondiente e imprescindible, de una forma más o menos silenciosa, al principio de sus peripecias.
Tal vez esto se deba o tenga mucho que ver, con que el problema del nacimiento ha sido para el niño/a el primer misterio.
El secreto de la generación, que los padres supuestamente conocían, digo supuestamente, porque no siempre ha sido ni es así, y que ocultaron y a veces lo siguen haciendo-sin malicia, con cierta ironía o hasta con alguna mala voluntad, sonriendo o desconociendo, a veces por creencias equivocadas, otras por ignorancia acerca de cómo hablar del tema- lo cual los consagra como autoridades intelectuales arbitrarias.
Debido a este hecho, los padres, ante los ojos infantiles, son desde entonces maestros, que no dicen todo.
El niño debe pues buscar solo. Reconoce, por su cuenta, en algún momento de su vida, lo difícil de creer en las primeras explicaciones.
Adquiere pronto o más tarde, según su espíritu investigador, conciencia de que había algo sospechoso en la leyenda que le transmitían.
Se trataba quizá de una mala voluntad intelectual, eso no lo podía creer, quizá lo contrario, una prueba de que se le quiere y a la vez de que se intentaba por ello ocultarle ciertas verdades, sin embargo intelectualmente, mantener en tutelaje tales versiones, resultaba un tanto difícil de creer a medida que el pequeño/a se hacían mayores; de allí un despertar del espíritu en la misma dirección que se quería prohibir.
Muy pronto y recíprocamente se instala esta cuestión en un espíritu en formación.
La libido es misteriosa y todo lo misterioso despierta la libido.
En poco tiempo se ama el misterio, el misterio se vuelve necesario.
Muchas culturas se puerilizan; pierden la necesidad de comprender.
Por mucho tiempo, a veces para siempre, la lectura exige temas de misterio; necesita empujar ante sí una atmósfera de lo desconocido. Exige también que el misterio sea humano.
En definitiva, la cultura se novela y la poesía se olvida o se reprime. Una divulgación aceptable, tiende a bordear incesantemente las leyes precisas. Se adelanta a esa exigencia de misterio de la cual vemos su origen impuro.
En definitiva, obstaculiza el vuelo del pensamiento abstracto.
Esto me recuerda una anécdota de Einstein: Se trata de aquella en la que él estaba explicando su teoría de la Relatividad, y le respondían que no lo entendían, y él la iba simplificando, hasta que el público le dijo: ahora si la entendemos; y y él respondió, muy bien, me alegro, pero esa no es la teoría de la Relatividad.
Jaime Kozak es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional, Capítulo Reino de España.
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