Cuaderno, bolígrafo, lápiz y goma. La costumbre se remontaba a 40 años atrás. José y Clara necesitaban cada día cerrar la jornada escribiendo unas líneas y realizando operaciones matemáticas que avivasen sus neuronas…

Con más de 80 años, con el sonido de la radio de fondo, redactaban el resumen de sus emociones siempre al atardecer… José y Clara vivían en un pueblo pequeño de la provincia de Teruel. Ellos descubrieron, antes incluso que los psicólogos y neurólogos, los beneficios de activar el cerebro con el placer de las palabras. ¿Seguirían a su manera  la historia de María Moliner?

La autora del Diccionario de usos y palabras, fue una mujer pionera en su época. Trabajadora incansable y de mente  inquieta, su obra  fue fruto de muchos atardeceres.

“Hay un punto de la tarde en la que algo me faltaba y me puse a escribir un diccionario con entusiasmo”. María pensó que serían seis meses de trabajo y el libro le llevo 15 años de su vida.

José y Clara, sin saberlo, fueron también grandes autores de la enciclopedia de su vida. Con letra redondilla dibujaban sobre la cuartilla sentimientos y hechos reales. Con sus cuadernos se podrían escribir guiones de películas o novelas históricas. Sus palabras, ordenadas meticulosamente en los estantes de un armario de pared, son el más fiel reflejo de su serena vida y de toda una época.

Nunca dejaron de ejercitar su mente y empujar a sus neuronas a estar activas y felices.

Deberíamos cada día regalarnos una mesa, papel, bolígrafo y un libro. Qué buena medicina para parar el mundo y aprender a ser felices.

Escribir y leer es un derecho incluso espiritual. José y Clara me lo enseñaron.