¿Es justo usar a los animales como cobayas para hacer experimentos científicos en el campo de la medicina, por ejemplo para probar una nueva vacuna? ¿Y en cosmética para crear un nuevo perfume?…
La polémica, que está en la calle y en todas las conversaciones, tuvo lugar cuando hace poco más de una semana, un grupo de activistas defensores de los animales invadieron a las tres de la madrugada el Instituto de investigación médica Royal, en la localidad de San Roque , Estado de São Paulo.
Los ambientalistas liberaron a 178 perros de raza beagle y destruyeron todo el material de investigación de los ordenadores del Instituto. Los funcionarios del Royal explicaron que usaban solo beagles porque ellos “son más mansos”.
La opinión pública aplaudió enseguida a los libertadores de los perros utilizados como cobayas. Los funcionarios del Royal advirtieron que esos perros no podrían vivir porque estaban bajo el efecto de substancias inoculadas para los experimentos en cursos, algunos en la investigación sobre el cáncer.
Las posturas se dividieron. Los científicos fueron unánimes en defender los experimentos considerados hoy por hoy “insustituibles” en muchos casos. “Nadie lleva a cabo esos experimentos con animales por gusto. A veces es duro para nosotros”, dijo a la revista VEJA, Silvana Gorniak de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de São Paulo.
Según ella, la única alternativa sería hacer esas pruebas científicas con humanos y el riesgo incluso para los voluntarios “sería altísimo”, explicó. Los biólogos recuerdan que el uso de animales como cobayas está permitido hoy en todo el mundo. ¿También para usos cosméticos? Ahí, la discusión se hace aún más aguda porque la ley brasileña sigue permitiéndolo a pesar de haber sido abolida en muchos países del mundo.
Ni siquiera las soluciones alternativas al uso de animales como la medicina molecular, in vitro, o incluso con ordenador, serían suficientes, según los científicos brasileños, para algunos tipos de búsqueda de nuevas medicinas o vacunas.
En la polémica se han cruzado la voz de la razón, la voz de la ciencia, y la voz del corazón, protagonizada esta última por la gran mayoría de los ciudadanos sobre todo los que en sus casas tienen animales de compañía.
La polémica ha llevado a la recogida de firmas en Internet para presentar en el Congreso un proyecto de ley popular que prohíba cualquier uso de animales en laboratorio, sea con finalidades medicas o cosméticas.
Los políticos, que al ver que la gran mayoría de los ciudadanos se inclinan por la abolición de la ley actual, se han sumergido también en la polémica y muchos diputados y senadores han usado la tribuna del Congreso para anatematizar a los “verdugos de animales”, que serían los científico
Desde la racionalidad, médicos, biólogos, veterinarios y pensadores piden que se explique a los padres y madres qué hubiese sido de sus hijos si la ciencia no les hubiese protegido con las vacunas actuales. Y les recuerdan que no se hubiesen inventado sin “el dolor y el sacrificio de la vida de los animales”.
Hay hasta quien ha llegado a pedir que todos los que defienden la prohibición del uso de animales en laboratorio deberían por coherencia “hacerse vegetarianos”. La polémica sigue en pie.
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