Dejamos otro año atrás y comenzamos uno nuevo, con 365 días llenos de oportunidades…

El año viejo se fue pero nosotros somos los mismos, y sólo conociéndonos podremos mejorar para poder dar y luego compartir con los demás aquello que pueda hacernos a todos vivir y trabajar por un mundo mejor, con libertad, en unidad y fraternidad… Por los que estamos y por los que vendrán…

Detrás de un cometa, una nova, una supernova, una conjunción planetaria  o una bella estrella de Belén (como dice mi buen amigo Carlos Vera), me siento cabalgando con tres reyes magos, originarios de diferentes puntos del planeta, en busca del lugar donde se encuentra la Luz, la Salvación, la Redención, para entregar con nuestras ofrendas, el más caro de los regalos: nuestro corazón.

Víspera de su llegada a nuestro mundo occidental, muchos siglos después, dada la oportunidad me atrevo a hacer mi pedido a Melchor, Gaspar y Baltasar, los presentes que con la misma ilusión que cuando era pequeñita desearía ver al despertar otro nuevo 6 de enero.

Sé que muchos pedirán lo mismo, sé que no nos cansaremos de pedirlo, desearlo y hacer lo posible para que sean una realidad.

Porque lo estamos deseando desde que nos conocemos como raza humana, porque se sabe que antes de ser el lema de la Revolución Francesa lo era de la masonería y aunque no hayamos vivido una o no pertenezcamos a la otra, son absolutamente válidos y necesarios.

“Queridos Reyes Magos, me gustaría que trajeran Libertad, Igualdad y Fraternidad, y que los humanos aprendiéramos a vivir con y en ellas. Gracias”.

Quizás sea bueno hacer un pequeño recuerdo de lo que cada una pueden significar, y para ello me pareció conveniente utilizar trozos del discurso (verdad o ficción) de José Bálsamo, conde de Caliostro (nacido en Palermo, Italia, en 1745), que Alejandro Dumas padre le atribuye, pronunciado en una logia de la calle Platiére, en París, durante la Revolución Francesa:

Libertad:

“… no confundáis la libertad con la independencia; no son dos hermanas que se parecen, sino dos enemigas que se odian”. La primera, “no es una sustancia primitiva y única como el oro; es una flor, un fruto, es un arte, es un producto… es preciso cultivarla para que se abra y madure. La libertad es el derecho que todos tienen para hacer en beneficio de su interés, de su satisfacción, de su bienestar, de su diversión, de su gloria; todo lo que no perjudique el interés de los demás; es el abandono de una parte de la independencia individual para constituir un fondo de libertad general, en que todos pueden obrar en una misma forma. La libertad, en fin, es más que todo esto, es la obligación contraída ante todo el mundo de no limitar de nuevo las luces, el progreso, los privilegios de una nación, de una raza; sino al contrario, difundirlas a manos llenas, ya individualmente, ya como sociedad; cada vez que un individuo pobre o una sociedad indigente os solicite, compartid vuestro tesoro con ellos y no temáis que ese tesoro se agote, porque la libertad tiene el privilegio divino de multiplicarse con la prodigalidad, como los grandes ríos que riegan la tierra, tan caudalosos en su origen como en su desembocadura”.

Igualdad:

… “Es la abolición de todos los privilegios transmisibles; el libre acceso a todos los empleos, a todos los grados, a todas las jerarquías; la recompensa concedida al mérito, al genio, a la virtud… Por eso, realeza o magistratura, trono de monarca o sillón de presidente, no serán la herencia de una familia: serán una elección. Para el consejo, para la guerra, para la justicia, no habrá ya privilegio, sólo aptitud. Para las artes, para las ciencias y las letras, ya no habrá favor, sólo concurso. ¡Esa es la Igualdad social! Luego, a medida que con la educación, no sólo gratuita y puesta al alcance de todos sino obligatoria para todos, las ideas crecerán y es necesario que la igualdad crezca con ellas; la igualdad, en lugar de permanecer con los pies hundidos en el barro, debe asentarse en las más altas cumbres; una gran nación (…) no debe reconocer más que la igualdad que eleva, y no la que rebaja; la igualdad que rebaja no es la del titán, sin la del bandido; no es el lecho caucasiano del Prometeo, sino de Procusto…”.

Fraternidad:

… “Llegará un día, hermanos, en que esta palabra que nos parece sagrada, la patria, o esta palabra que nos parece santa, la nacionalidad, desaparecerán como esos telones de teatro que no bajan provisionalmente más que para preparar lontananzas infinitas, horizontes inconmensurables. Llegará un día, hermanos, en que los hombres, que ya han conquistado la tierra y el agua, conquistarán el fuego y el aire; en que atarán corceles flameantes, no sólo al pensamiento, sino también a la materia; en que los vientos, que no son hoy día más que los correos indisciplinados de la tempestad, se convertirán en los mensajeros inteligentes y dóciles de la civilización. Llegará un día, hermanos, en que los pueblos, gracias a esas comunicaciones terrestres y aéreas contra las que serán impotentes los reyes, comprenderán que están unidos unos a los otros por la solidaridad de los dolores pasados; que esos reyes que les han puesto las armas en la mano para destruirse entre sí, les han empujado, no a la gloria -como les decían-, sino al fratricidio, y que tendrán que dar cuenta a la posteridad de cada gota de sangre salida del cuerpo del más ínfimo de los miembros de la gran familia humana. Entonces, hermanos, veréis un magnífico espectáculo desarrollarse a la faz del Señor; toda frontera ideal desaparecerá, todo límite ficticio será borrado; los ríos ya no serán un obstáculo, las montañas ya no serán un impedimento; de un lado al otro de los ríos, los pueblos se darán la mano y en cada alta cúspide se levantará un altar, el altar de la Fraternidad”.

Que Salud, Prosperidad, Abundancia, Paz y Armonía sean traídas también a todos y cada un@.