En una de las ilustraciones de Tenniel para Alicia, aparece la niña descorriendo una cortina detrás de la cual está una pequeña puerta que le dará acceso al País de las Maravillas y así poder atrapar al apurado conejo blanco de reloj y chistera.
Toda imaginación infantil se despierta pensando lo que se esconde en un país lleno de sorpresas y dónde las cosas grandes pasan a ser pequeñas y las pequeñas enormes. Un lugar en que las meriendas de nocumpleaños son más reales que el devenir diario.
Pues bien, numerosas teorías apuntan a que el cuento de Carrollestá lleno de sátiras para sus amigos, a la educación inglesa y a la política de su época. supera la intención de ser un entretenimiento para preadolescentes y que Es decir, detrás de la cortina de Alicia, Caroll pretendía desvelar y criticar los entresijos de una sociedad y de un tiempo que le habían tocado vivir. El espejo rancio de esta cortina era la cubierta de su cámara, que ocultaba las verdaderas intenciones de sus numerosas fotografías a niñas, entre ellas las de la famosa Alicia Liddell quien le inspiró la historia. Pero eso es otro tema.
Estos días nos hemos visto, no sorprendidos sino confirmados, en lo que hay detrás de las cortinas. Wikileaks ha sacado una serie de informaciones en su web dónde parecen informes anónimos y numerosos documentos filtrados de carácter más que peligrosos, no por llevar carga explosiva, pero si detonante de efectos retardados. La web comenzó su actividad de confidencia pública en julio de 2007, pero ha sido ahora cuando su contenido ha destapado lo que hay detrás del País de las Maravillas. Más de un millón de documentos de fuentes anónimas desvelan dónde se esconde el conejo blanco, que opinan del sombrerero o que hay dentro de la cabeza del gato. Tal vez ya sabíamos que la reina de corazones estaba como las maracas de Machín; sin embargo, nos hace mucha gracia que ahora sea público y notorio. Qué los más pequeños se casen con las más altas y tengan complejo napoleónico, que a los cosacos rusos les guste el vodka y que a los presidentes italianos les encante la Tarantela – a ser posible con jovencitas descarriadas – , ya era patente, pero que nos lo cuenten con prodigalidad de datos los amos del mundo, es como descubrir lo que hay detrás del espejo de Alicia. Y no nos gusta nada.
Lamentablemente, todo esto no es un cuento, y las confirmadas mentiras de Irak y Afganistán se nos antojan despreciables. Los asesinatos de periodistas, uno tan cercano como el recordado José Couso y otras atrocidades, son el paradigma de todo lo que intuíamos, sospechábamos o lo que presuntamente, ya sabíamos
De verdad, poco importan las opiniones personales del ex embajador norteamericano en España, Eduardo Aguirre, y de sus colaboradores del servicio de inteligencia en la embajada. Los más de 250.000 cables enviados a su gobierno demuestran que eran más comidillas que verdaderos informes. Tonterías como la de Camps como “un buen candidato”, revelan la ineficacia de los agentes americanos o lo que es peor, la intención de tener un presidente manejable y presuntamente corruptible al frente del gobierno español. Pero hay otras cosas que verdaderamente nos preocupan.
Si es cierto que desde altas instancias se trató de “persuadir” a la justicia para que se olvidara el caso Couso o que habrían ofrecido aumentar la presencia militar en la base de Rota e instalar en la misma el nuevo mando del Pentágono para África, tenemos que decirle con todo cariño y con todo respeto a nuestro Gobierno que nos la han jugado. Una cosa es la diplomacia y las alianzas, necesarias ambas; otra, muy distinta, la sumisión. Imagino al embajador Aguirre disfrazado de conejo blanco, su aspecto físico le acompaña, recibiendo el té del sombrerero e invitando a Alicia (el pueblo) a tomar asiento y unirse a la fiesta.
Alguien me dirá que, nosotros, simples ciudadanos, no estamos al nivel para entender las complejidades de la política, sobre todo la exterior; que eso es cosa de sabios, de entendidos. Que hay gentes muy poderosas, que el dinero lo mueve todo, que estamos en el mundo occidental, que la política es el arte de lo posible. No obstante, nada es cierto: los agentes de la CIA fueron incapaces de prevenir el 11-S, el Pentágono fue impotente ante los desmanes de sus tropas en Irak; la banca, incompetente para prevenir sus propios riesgos; el Club Bilderberg no pinta nada; al Vaticano hace ya tiempo que no le salen los recuentos; el Opus está trasnochado; el G20 se declara inepto ante los retos de los Objetivos del Milenio; la ONU reconoce la esterilidad de sus resoluciones, léase Palestina o la República Saharaui y tantos y tantos ejemplos como podríamos apuntar. Naipes de la reina de corazones que se desvanecen con un soplo de viento, pero que, por otro lado, son los únicos que pueden cortar cabezas en el País de las Maravillas. Si no, que se lo cuenten al perseguido Assange. Algo harán para callarle los “poderes oscuros” y económicos, ya le han puesto cerco y su propia Alicia, para acusarle de violación y cada día, mágicamente, crecerán los cargos contra él.
Que los piratas informáticos tomen partido por Wikileaks no extraña a nadie, es la lucha de la infantería ciudadana versus los poderes ancestrales y las manipulaciones de los modernos Cónsules, Pretores y Legados del Imperio. Pueden decir y opinar lo que quieran, otra cosa es que dejemos que nos afecte. Si ellos tienen sus consideraciones, perjuicios y favoritismos, nosotros también tenemos nuestro juicio respecto a ellos.
No es cierta la teoría de la gran conspiración, no la crean. Para sostenerla harían falta gentes inteligentes, que creyeran en su propia capacidad para dirigir los destinos del Mundo. No amigos lectores, lo que sí hay son golpes de ciego, deslavazados e inconexos, pero letales. Gentes de la mala hierba, como diría Miguel Hernandez; los de los intereses creados; los santones; los embajadores prepotentes… y mucha mala leche. Tal vez sí, tal vez se prepara el profético cambio del 2012 y quizás entonces nos sacudamos la apatía y nos demos cuenta de que somos mayoría y de que, ellos, aunque tengan el dinero y el poder, nada son sin nosotros. A eso se le llama, despertar.
Por Jordi Siracusa
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