Enfermedad, muerte, confinamiento. Todo un caos ya narrado en las más inquietantes páginas de ciencia ficción. ¿podíamos imaginar que nuestra generación llegaría a vivirlo, o tan solo lo imaginábamos en un futuro muy lejano?

La vida es sumamente sorprendente. La historia escribe parecidos guiones con diferentes actores y en distintas épocas y espacios.

Hoy nos acomete una hecatombe desconocida pero no por ello, libre de haber sido anunciada.

Hoy tenemos un gobierno que se tambalea con algún acierto y muchos errores. Que, al igual que los españoles, se muestra exhausto. De ahí sus bandazos que en ocasiones lo abocan a la deriva. ¿Pero puede un gobierno que debería actuar como capitán de barco someter a toda una tripulación a los embates de un temporal de semejantes proporciones? ¿Puede ese capitán perder el norte, titubear, rectificar en su toma de decisiones sin sufrir un abordaje (llámese desgaste)?

Aún a pesar de todo, la contundencia de la vida continúa sembrando rayos de sol, primavera en los jardines, palmas y risas en los balcones. Mientras, sus muertos yacen sin remedio y, los vivos, con el temor temblando en su piel. ¿Quién será el próximo?

Y los niños, flor de la vida, marchitándose en sus casas, implorando una salida al parque, dar puntapiés al balón…

Los mayores tras las ventanas perdiendo la noción de las horas y a los jóvenes y adultos se les prohíbe hacer deporte, como fuente de salud y de vida.

¿Estamos en la antesala de la extinción como género humano?

Muchos debates, muchas apariciones en la pequeña pantalla para decir muy poca cosa en soporíferas e interminables intervenciones: promesas que no se cumplen, prórrogas y más prórrogas … ¿Hasta cuándo?