La revolución silenciosa que propone Apple nada tiene que ver con sus componentes como les gusta presumir a sus directivos. Esa revolución del silencio es la que él mismo se impuso para no dar las explicaciones, que diversas organizaciones le exigían, para aclarar sus prácticas de explotación laboral que sufren sus empleados subcontratados en Asía. El mismo silencio que reina en las minas de la República Democrática del Congo donde miles de niñas y niños entre 7 y 15 años excavan túneles de hasta 30 metros prácticamente sin protección, sin seguridad, sin apenas aire para respirar y con sueldos de miseria, para extraer el cobalto necesario para fabricar las pilas de los iphone. Nada dijo para desmentir que Apple es una de las grandes beneficiadas, pese a la petición de Amnistía Internacional al respecto. Cook se refugió en un silencio que nada tiene de revolucionario.

Pero nada importa, los millones de embobados futuros usuarios del iphone7 se ilusionan más con las nuevas aplicaciones del cacharro que con las autopistas, aeropuertos, hospitales y escuelas que necesitan en sus países y que no se pueden construir porque los impuestos que paga Apple en Irlanda son tan miserables como sus intenciones. Silencio de las gentes mientras la Unión Europea reclama 13.000 millones de euros evadidos por Apple. Silencio en los medios de comunicación porque la publicidad del nuevo iphone les supone ingresos importantes, por eso leerán mucho estos días sobre las ventajas de la nueva terminal y muy poco sobre el Congo, los empleados del sudeste asiático o los ataques al medio ambiente.

Quienes no callan son los del Gobierno norteamericano que considera la sanción europea desproporcionada; seguramente, porque Apple es una de las grandes  colaboradoras de la NSA – la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana – y otras agencias de inteligencia para la red de vigilancia global, según demostraron en 2013 los documentos filtrados por Edward Snowden.  Millones de esos usuarios bobalicones podrían estar convenientemente vigilados por algún nuevo componente de los iphone, siempre en un supuesto posible de política ficción. Mientras tanto, silencio y que no se escape el loro… ni el oro.

Nada debe extrañarnos porque el tal Cook también es ejecutivo de Nike, la empresa que a finales de los noventa fue acusada de explotar a miles de niños pakistaníes para que los astros deportivos lucieran sus camisetas y golpearan los balones.

Podía haber tenido Cook en su presentación el valor para negar o reconocer alguno de los extremos que he apuntado, pero optó por el silencio y es que el mordisco de la manzana es muy suculento y para qué compartirlo con las gentes sí siempre habrá millones de bobalicones que, como Blancanieves, se coman la manzana podrida.