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En 2002, la UE prohibió a Suecia exportar salmón a otros Estados Miembros por sus altos niveles de dioxinas, una sustancia tóxica conocida por ser nociva para la salud humana. Los científicos han vinculado su consumo reiterado con problemas en el aparato reproductivo, desórdenes del comportamiento y cáncer. Aunque aún está permitido venderlo en Suecia, se advierte a las embarazadas de que no lo consuman más de dos o tres veces al año, como mucho. El resto de la población puede navegar a su libre albedrío por los frigoríficos de los supermercados, ya que no se da mucha información. En otras palabras, lo que el resto de Europa considera peligroso sirve para nosotros los suecos, al menos según nuestra Agencia Nacional para la Alimentación.

Y aquí viene la vuelta de tuerca. Periodistas suecos comenzaron a profundizar en la materia y descubrieron que en realidad en Suecia se come muy poco salmón de este país, aunque el año pasado las capturas declaradas ascendieron a 250 toneladas. Así que ¿adónde va todo?

A Francia. Ilegalmente.

Parece ser que el salmón sueco se considera una exquisitez en Francia, donde puede llegar a venderse a 100 euros el kilo.

“Como salmón dos veces a la semana. Sueco y noruego. Pero el sueco es mejor”, dice Audry Joubaud, que vive en París, al programa sueco televisivo Uppdrag Granskning (el que destapó la historia).

Este es otro ejemplo de la importancia de un buen etiquetado del pescado y el marisco y el derecho de los consumidores a saber y comprender con qué están alimentando a sus familias.

Autor: Peter Pierrou

 

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